Sentada al lado de la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, una de las mujeres más poderosas del mundo dijo por primera vez de forma clara y sin titubeos: “soy feminista”. Angela Merkel, de 67 años, lo afirmó el 10 de septiembre pasado en un acto en Düsseldorf, ya sobre el final de su mandato como canciller de Alemania. Ella misma reconoció que le esquivó al asunto durante los 16 años en los que gobernó la primera potencia económica europea. “Antes decía esto con timidez, pero ahora que lo pensé bien, digo que sí, todos deberíamos ser feministas”. Es indudable que Merkel allanó un camino de liderazgo político femenino con cuatro mandatos seguidos, pero muchas deudas sobre la equidad de género siguen vigentes, incluso en democracias consolidadas.

Bajo el ejecutivo de la lideresa conservadora se promovió una serie de leyes que contribuyeron al equilibrio laboral entre hombres y mujeres: subsidio parental para la crianza de los hijos, mayor oferta de guarderías y jardines de infantes, y renovación de la legislación de divorcio. Merkel es divorciada y casada nuevamente -su apellido es el de su primer marido-, y no tiene hijos. En el debe, le critican que poco hizo su gobierno para enfrentar la violencia de género en un país en el que, cada tres días, una mujer muere a manos de su pareja o expareja. El matrimonio igualitario demoró y fue aprobado recién en 2017, pese a la posición contraria de la demócrata cristiana Merkel. Además, sus socios socialdemócratas impulsaron la ley de igualdad de género en directorios de las grandes empresas, que recién entró en vigencia en agosto de este año.

Más allá de las medidas concretas y necesarias, el peso simbólico del liderazgo de Merkel resulta inspirador para otras mujeres, señala a PáginaI12 Franco Delle Donne, doctor en Comunicación por la Freie Universität Berlin. “Es un modelo para cualquier mujer que quiera llegar a lo más alto, y no solamente en política, también en el mundo empresario y en el académico”.

"No creían en ella"

Doctora en Física -carrera que hace cuatro décadas cursaban mayoritariamente hombres-, Merkel entró en el partido conservador Unión Demócrata Cristiana (CDU) cuando tenía 35 años, con la caída del Muro de Berlín (1989). La dirigente nacida en el Este ocupó el Ministerio de la Mujer y dela Juventud en el gobierno de su mentor, Helmut Kohl. En 1999, cuando el canciller de la reunificación, entonces jefe de la oposición, apareció envuelto en un escándalo de corrupción, fue crucial la columna que escribió Merkel en el principal diario conservador, Frankfurter Allgemeine Zeitung, en la que llamó a sus correligionarios a emanciparse del poderoso líder. Un año después, Merkel tomó las riendas de la CDU. Después fue capaz de deshacerse de los varones que la subestimaron, tanto conservadores como socialdemócratas, incluyendo a Gerhard Schröder, a quien le ganó, por poco margen, las elecciones en 2005.

Delle Donne, productor del podcast “Merkel. La canciller de la crisis”, explica los obstáculos que la canciller saliente debió sortear por su condición de mujer. “Nadie creía en ella en el 2005; muchos pensaron que iba a ser un gobierno de transición para el que no estaba capacitada. No creían en ella por ser mujer, por ser de Alemania del Este, por ser demasiado joven, por no tener la confianza de su partido... Aún así, se convirtió en la política más importante del siglo XXI para Alemania y para Europa, y una de las más importantes del mundo”.

Es en este contexto que surgió la segunda candidata a canciller: la ecologista Annalena Baerbock, de 40 años, quien llegó a encabezar los sondeos pero perdió terreno bajo la sombra de haber plagiado un libro. No obstante, los Verdes serán claves para la formación de un gobierno de coalición. 

Desigualdades

Sin embargo, aún persisten inequidades en la escena pública alemana. "La llegada de Merkel a la cancillería fue un hito, pero no supuso el fin de la desigualdad en la política. Las mujeres siguen estando infrarrepresentadas en el Bundestag (parlamento), especialmente en la extrema derecha y en el partido de Merkel", dijo a EFE Ana Carbajosa, autora del libro Angela Merkel. Crónica de una era. Y agregó. "Hay quien cree incluso que la presencia de Merkel resultó contraproducente. Se pensó que con una canciller se había alcanzado la meta y se convirtió en coartada para ralentizar el por sí lento camino a la igualdad". 

Y en la esfera empresarial, la cuota femenina en los directorios de las grandes compañías es un balance tibio para la Federación de Emprendedoras Alemanas.

En esa línea, Gemma Casadevall, corresponsal de EFE en Berlín, señala que los 16 años de la era Merkel no desembocaron en paridad. “La brecha salarial se sitúa en un 20%, solo un 15% de los puestos en las juntas directivas de las empresas están a cargo de mujeres y solamente un 31,4% de los escaños del Bundestag están ocupados por diputadas. En 2013, el porcentaje era del 37,5”. 

Merkel se retira con alta popularidad y por propia voluntad. Hay jóvenes que crecieron bajo su liderazgo, que vieron cómo rompió el techo de cristal. A ellas se dirigió cuando se cumplieron 100 años del voto femenino en Alemania, el 12 de noviembre de 2018. Merkel dijo en su discurso: “Ya nadie se burla de una niña que dice que cuando sea grande quiere ser canciller”.