Empecemos por una aclaración innecesaria: estamos al tanto de que la célebre Nobiembradaque hizo furor en redes y voluntades no es de la autoría del exSumo Maurífice, sino de uno de sus prosélitos. 

Pero entendemos que él se hará cargo, como corresponde, de asumir la responsabilidad, más ortográfica que política, del fallido popular que le fuera adjudicado –erróneamente, es verdad, pero basados en su fama y “prestigio” de “maltratador de la lengua y el habla”, validados, revalidados y convalidados como para que cualquier jurado de la Real Locademia Espantola ponga su sello sin dudar un minuto ni un semestre.

Aclarado el punto y coma, quizás el lectoro y la lectora (¿o corresponde decir “lecvaca”?) deseen cuestionar mi aparentemente inadecuado uso de una errata correspondiente al mes que viene, en este mes en curso, que, a decir verdad, recién ha comenzado.

¿Por qué referirse a un error de “noviembre” si recién empezó octubre? Este mes, que encima de todo es de campaña electoral, será sin duda capaz de formar y producir sus propios errores, no solo ortográficos, sino de toda clase. ¿Por qué importar errores del futuro si hay abundancia de ellos en el presente, e incluso un importante superávit de erratas pasadas suficiente como para abastecer a nuestro mercado interno?

Es probable que tenga usted razón, pero, quizás usted lo sepa, he explicado en las últimas columnas de esta misma sección que me siento algo desorientado. Quizá sea yo quien siente que ya es noviembre. Y quizás no sea el único.

Y lo digo porque recuerdo cuando, tiempos ha, se festejaba “la Revolución de Octubre” (la que llevó a la creación de la URSS), ¡el 7 de noviembre! Luego supe que en la Rusia zarista regía otro calendario, 15 días atrasado (Lenin se encargó de sincronizarlo con su lema “15 días adelante, un día atrás”).

Quizás este dato sorprenda o estupefacte a lectoros o lectoras, pero si se toman un minuto para reflexionar fuera de lo que los medios enfermónicos nos hacen desear, verán que en nuestro propio país hay gente que vive no ya 15 días atrás, sino 212 años atrás (antes de 1810) o bien, varios millones de años atrás (en el Mesozoico), y se las ingenian para igualmente votar, y, peor aún, ser votados.

Generosidades de la democracia.

Pero en verdad hay otra cuestión temporal que se está jugando en este octubre tan noviembroso. Para decirlo mal y pronto, un importante sector de la oposición cree que noviembre no está en octubre, sino en septiembre.

Para ser claros: da los resultados de las PASO, de “hace” un mes, como válidos y definitorios para las elecciones reales, que ocurrirán “dentro” de un mes. Habla, en este mes intermedio, de todo lo que podría hacer a partir de esos resultados. Supone que consiguieren ocupar la presidencia de la Cámara de Diputados casi con la misma “facilidad” con la que la Corte cambió –¿cambió?– de autoridades.

Si no está bien visto festejar un mero cumpleaños antes de tiempo (esto lo sabe cualquiera), ¿qué mente iluminada puede proponer la ocupación de un cargo importante en la sucesión presidencial, ordenador de la democracia e importante para la gobernabilidad, antes de tiempo, y antes de que los resultados “reales” permitieren potencialmente semejante acto? ¡Sí, adivinó! ¡Lilitazepam lo dijo, y nadie le sugirió silencio!

¿No cabría pensar que muchos argentinos y argentinas descartarían votar por quienes enarbolaren semejante actitud prepotente y algo reñidísima con los usos y costumbre democráticos?

Sí, cabría pensarlo, quienes son capaces de hacer tal cosa también deberían ser capaces de pensarlo. Pero pareciere que una cantidad de dirigentes confían en que sus votantes, y peor aún, los indecisos, sean cubiertos por el nefasto paraguas de su propia insensibilidad.

Y si esto ocurriere, a partir de ahora noviembre podrá ser octubre, marzo será agosto, el subjuntivo será imperativo (a nivel deuda) y todos seguiremos esperando ese segundo semestre de lluvia de inversiones que jamás arribare a nuestras costas.

Sugiero al lector acompañar esta columna con el video “Aires de murga y justicia”, de RS Positivo (Rudy-Sanz).