La pandemia de covid-19 era una posibilidad bastante certera barajada por científicos e investigadores en el mundo. Un fenómeno de este tipo se podría considerar como la amenaza más concreta que aqueja a la humanidad: un escenario donde un virus, hasta ahora desconocido, muta de forma natural o por una intervención hecha en un laboratorio y contagia a millones de personas de manera global. Tres investigadores de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), Milagros López Hiriart, biotecnóloga; Juan José Borrell, experto en Geopolítica, y Matías Apa, profesor de Salud Pública de la Facultad de Ciencias Veterinarias, analizaron los alcances de la pandemia, su desarrollo y cómo se plantea el panorama a futuro, y se preguntaron cómo evitar que se repita.

“En principio había dos líneas sobre el origen de la pandemia, la primera que se barajaba es que se trataba del salto de un patógeno de animales a humanos, la otra posibilidad era que se tratara de un ataque biológico, de un agente que surgiera de un laboratorio militar. A medida que pasó el tiempo fue cobrando fuerza esta hipótesis y es la que sostienen oficialmente los países de la OTAN y China”, señala Borrell.

Para Apa, cualquiera de estas dos hipótesis responde a un proceso zoonótico, y es el resultado de la intervención humana, ya sea por la expansión de la frontera productiva en territorios salvajes o por una modificación hecha en un laboratorio para ser usada como arma. “Los interrogantes que nosotros planteamos no son únicamente sobre covid-19 sino con lo que está pasando en general con las enfermedades zoonóticas y el modelo agro industrial. Además de que socialmente los esfuerzos se focalizaron en cómo pasar la pandemia, de qué manera usar el barbijo, si desinfectamos o ventilamos,  lo que tenemos que pensar es cómo evitamos que esto vuelva a pasar”, plantea.

La intervención del ser humano en el medio natural desde el punto de vista social, político y económico ha sido y sigue siendo de vital importancia para la aparición de nuevas enfermedades. El equipo de investigadores aclara que si bien existen enfermedades zoonóticas desde el Neolítico y que muchas fueron epidémicas, hay ciertas circunstancias que hace que en la actualidad, y a pesar de todos los avances cientifico-tecnológicos, las posibilidades de una pandemia sean mayores que nunca debido al masivo intercambio de personas y mercancías, por las formas de producir alimentos y la resistencia de los antibióticos.

Hiriart explica:  “Hay un terreno que se nos está presentando que es la resistencia de los antimicrobianos a los antibióticos, lo que nos abre un panorama en el que no contamos con esta defensa contra las enfermedades, y ahí viene la cuestión del modelo de desarrollo, de producción, de la atención de la salud”. La resistencia de los microorganismos a los antibióticos sucede debido al consumo excesivo de estos medicamentos en el trato de las enfermedades, pero más especialmente a través de los alimentos, por ejemplo los antibióticos que reciben los animales que son criados a través de sistemas intensivos de ganadería.

“Me parece importante que después de la pandemia se pueda repensar el sistema de consumo y producción de alimentos, el sistema agro económico que avanza sobre los ambientes naturales, entra en contacto con la fauna silvestre y potencia este tipo de enfermedades. Vamos ocupando esos lugares como pasó en Nordelta con los carpinchos, pero a la vez me planteo de qué forma cambiamos nuestra forma de alimentarnos, para que sea accesible a toda la población mundial y la respuesta no sean alimentos producidos con una impresora 3D en base a una proteína sintética, accesible sólo para algunas clases sociales”, plantea Hiriart.

“Hasta ahora las respuestas que surgen apuntan a intensificar lo que está, o plantean pasar a sistemas precapitalistas, cada uno produciendo sus alimentos en su casa, que es inviable en el formato urbano en el que vivimos hoy, si no proponen salir del esquema animal para pasar a un esquema vegano o de producción de alimentos sintéticos o de otras proteínas como insectos”, amplia Apa.

Los investigadores sostienen que actualmente ninguna de las respuestas parece ser efectiva para alimentar a la totalidad de la población, todas tienen un techo que puede ser económico, aparejado a la sustentabilidad ambiental, a la salud humana o animal, nutricional, o bien relacionado a aspectos sociales y culturales.

“Lo que sucedió en esta oportunidad es que se resignificó el concepto pandemia, no es sólo una cuestión de salud y menos aún de enfermedad sino que tiene que ver con las dimensiones sociales, económicas y culturales integradas. Si tomamos una definición de pandemia de hace unos años atrás, tenía que ver con la magnitud de casos y la distribución de los mismos. Notamos que quedó muy corta a vista de lo que vivimos actualmente ya que la enfermedad puede no haberte afectado físicamente pero sí te impactó socialmente, psíquicamente, en lo económico o familiar”, resaltan los investigadores.

Borrell destaca que la forma de hacerle frente a la covid fue un tema inducido, que se desarrolló un discurso dominante que se manejó desde el miedo: “Hubo una gestión de terror permanente que fue muy fogoneada por los medios de comunicación”. El investigador señala que la pandemia es un terreno en el cual se desarrollaron luchas políticas, de poder y de intereses económicos: “Hay que ver que muchos de esos organismos que representan la salud global, están financiados por grandes farmacéuticas o potencias que tienen intereses. La idea de la igualdad y la fraternidad de esos organismos queda por tierra, lo que se termina develando es la jerarquía, la asimetría y los intereses que priman”. 

“Veníamos de la idea de una aldea global y cuando irrumpe la pandemia cada uno cerró su casa, su país y la aldea global no era una aldea, veníamos con el slogan de que todos compartimos todo, que podíamos viajar de una punta a la otra y cuando irrumpió la pandemia nos cerramos todos, incluso sobre nosotros mismos”, completa Apa.

En este sentido, Borrell resalta la suspensión de las libertades individuales que se convirtieron en el modelo de “lucha” contra el virus: “Desde la geopolítica el nuevo campo de batalla es el intersticio microcelular, que está en riesgo de internacionalizarse, privatizarse y enajenarse y que se pierda la decisión sobre tu propio cuerpo en base a un criterio organicista totalitario. Esto es por el bien del cuerpo social, donde las libertades individuales quedaron suspendidas en un estado de excepción”.

“Me parece que la pandemia nos interpela a tener que pensar en otras dimensiones vinculadas a lo social, lo económico y lo alimentario. Hubo gente en Argentina que murió de coronavirus porque no tenía agua potable, tenemos que analizar cuál es la forma de vida en la que todos nos encontremos mejor, tanto quienes no tienen sus necesidades esenciales cubiertas como en la forma que se organiza la vida urbana”, manifiesta Apa.

“El gran problema sería volver a la normalidad como si nada. Como se mitigó la letalidad del virus, pensar que ya pasó y no capitalizar cuáles son estas nuevas realidades y desafíos para lo científico, la defensa y la salud. Si nosotros seguimos pensando lo urbano, el territorio y la relación orgánica de esto como antes de la pandemia, es porque no entendimos nada”, recalca el experto en Geopolítica.

Para el equipo de investigación es muy importante invertir en ciencia, salud pública y defensa, atender las necesidades y realidades nacionales y regionales. “Creo que no nos tenemos que posicionar en que hay una sola vía incuestionable para atender los problemas que se presenten, sino que hay que abrir una mirada interdisciplinaria, intersectorial, intercultural. En el escenario que estamos deberíamos abrir el concepto de pandemia a otras formas de flagelo como el hambre o la pobreza, problemáticas que como científicos nos está reclamando otra acción”, resalta Apa.

 

Los investigadores consideran que hay que analizar el lugar que ocupa la ciencia en un mundo en disputa y cómo enfrentar el desafío de replantearse frente a futuros escenarios y la capacidad de respuesta a los mismos. En este sentido destacan que la Universidad es el lugar de creación de herramientas para la toma de decisiones y generar preguntas que los impulsen a seguir estudiando, investigando e interrogando.