“Rabias de cuerpos desmembrados/ viajando hacia el horizonte/ de la nada”. Esos son los primeros versos de un poema de mi autoría titulado “Hecho”.

En el lenguaje de lo jurídico, que no es cualquier lenguaje, consta que los “hechos” son los penales. Hay hechos graves, leves, dolosos, culposos, preterintencionales, con atenuantes, con agravantes y una larga gama de etcéteras…

En el diccionario de lengua española se entiende hecho como acto, como participio irregular, también, del verbo hacer: está hecho (un examen, un trabajo, una persona).

Impiadosamente e impregnado de un humor muy negro me llegó al Facebook anteayer un flyer que dice: “Hay personas que te levantan cuando estás hecho pedazos, forenses les llaman”, aludiendo a la capacidad técnica y científica de aquellos profesionales que investigan y estudian los cadáveres que la policía encuentra, cuando los encuentran, A veces aparecen solos, convenientemente plantados en lugares no tan extraños, como por ejemplo, flotando en el río o en algún descampado alejado del lugar de los hechos, justamente…

Los cuerpos desmembrados son más fáciles de esconder, ocultar, encubrir, tirar, sacárselos de encima, hablando en criollo, que los cadáveres completos…

Los argentinos venimos de una larga historia de cadáveres incompletos, no es casual que mis versos hablen de cuerpos desmembrados viajando hacia el horizonte de la nada. Desde la época en que unitarios y federales peleaban por la posesión del país, ya los troncos aparecían por un lado y las cabezas en las picas por el otro, o en bandejas, pedían algunos golosos, para escarmentar a los que se les ocurriera armar cualquier cosa parecida a alguna revolución popular…

Incluso mucho antes de eso, los cazadores de indios probaban la cuantía de su trabajo con las orejas o los cueros cabelludos de sus víctimas (a ningún indio nunca se le ocurrió cortar las partes de un blanco para probar nada). Ellos cobraban por eso, obvio, más orejas o más cabelleras en los bolsos implicaban más monedas de la época…

El triste y tortuoso derrotero del cadáver de Eva Perón y el ignorado destino de las manos amputadas al General Perón, no son más que una evidencia: el odio entre los habitantes del país aplicado a sus propios cadáveres, en una suerte de necrofilia morbosa que parece no tener fin.

En esta línea de maltrato anotan las masacres de Napalpí (19 de julio de 1924 en el Gran Chaco) y la de Rincón Bomba o La Bomba en la provincia de Formosa en octubre de 1947. Ambas masacres son orquestadas entre estancieros, parapoliciales, policías y gendarmes contra las etnias Qom, Mocoví y Wichí en Napalpí y contra la etnia Pilagá en Rincón Bomba. Ambas causas entraron en procesos judiciales como crímenes de lesa humanidad cometidos por el Estado argentino. En la de Rincón Bomba el juez Fernando Carbajal imputó al Estado argentino por el crimen de genocidio, delito penal por el cual fue condenado en primera y segunda instancia, al final de un proceso penal que duró siete décadas (la sentencia definitiva de condena salió en julio de 2019).

Napalpí, que fue la más larga y dificultosa ya que la mayoría de los testigos había muerto, todavía sigue su curso. Fue la primera huelga indígena de cosecheros de algodón. Al igual que en La Bomba, la masacre duró muchos días y quemaron o enterraron en fosas comunes ocultas la multitud de cuerpos. Se usó la violación como escarmiento y se extirparon los miembros viriles junto con los testículos de los principales cabecillas, miembros que durante muchos años fueron expuestos en la comisaría de Quitilipi como botín de guerra (y no estamos hablando de la época de los primeros cazadores de indios).

Para escarmiento de posibles huelgas y en vísperas de una nueva reforma laboral (envalentonada la derecha liberal con los resultados de las últimas elecciones), con la ciudad plagada de extranjeros en bicis de aplicaciones de deliverys (nos reíamos de los taxis de Vietnan), los derechos laborales (incluidos los de los blancos) parecen quedar en el fondo del fondo de la cajita de los olvidos…

En esta trama de cadáveres desmembrados y ocultos apareció tristemente el de una docente jubilada, en pedazos y en bolsas, cuyas propiedades quisieron usurpar los perpetradores del homicidio.

En este entramado delictivo también se anotan muchos otros crímenes. Algunos, como el precitado, de tipo vincular (Zaffaroni plantea que la mayoría de los crímenes ocurren entre conocidos). Algunos, como a los que hago referencia en las masacres de Napalpí y Rincón Bomba, originados en la política de exterminio del Estado argentino para con sus pueblos originarios (genocidio que no cesa nunca). Otros, como los cometidos en los “chupaderos” de la última dictadura militar, nacidos de la política de “aniquilar la subversión” (incluyendo en el verbo “aniquilar” cualquier cosa que fuere: torturar, violar, vejar, descuartizar, sepultar bajo tierra o cemento, incluso en ácidos, tirar gente viva al mar), todo con tal de “desaparecer” cualquier evidencia de las prácticas genocidas perpetradas.

En este entramado delictivo muchos restos humanos, borrados intencionalmente del mapa, todavía no se encuentran.

Aún,hoy, incluso en el 2021.

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