Desde Barcelona

UNO Hace cosa de año y medio, confinado, Rodríguez capturó foto tomada en Islandia: vista de casita aislada de todo y de todos. En tierra de volcanes (pero, según encuestas, la región con mayor índice de felicidad del planeta) y a la que Rodríguez soñaba con llegar, entrar, cerrar puerta por dentro, arrojar llave. Pero no. Rodríguez sigue donde/como estaba y (tener cuidado con lo que se desea; los deseos suelen cumplirse de la manera más retorcida) con un volcán más cerca de casa.

DOS No tan cerca, a no quejarse. En La Palma, una de las Islas Canarias. Pero aun así, ahí, a toda hora y en todas partes por aquí. Rodríguez se prometió no dedicarle demasiada atención pero, se sabe, las promesas están para romperse. ¿Y cómo es posible sustraerse a la erupción cuando casi todo programa en tv dedica constante picture-in-picture a la visión, en vivo y en directo, de los humos y humores del cambiante y novedoso volcán Cumbre Vieja? Y, de nuevo, está bastante lejos (de Rodríguez y de millones de españoles); pero también está demasiado cerca de miles de españoles (algunos de ellos, seguro, con el mismo apellido de Rodríguez). Además, de algo hay que hablar (para no pensar en mucho). Y, si se lo compara con el otro omni-tema de los últimos tiempos (Covid-19 & Co.), el Cumbre Vieja tiene la ¿virtud? de estar "localizado" y de ser "muy visible desde la distancia". Y así --como se entusiasmó/desubicó la Ministra de Industria, Comercio y Turismo-- "La isla se convierte en reclamo para quien quiera ver este espectáculo tan maravilloso de la naturaleza". Y claro: allí fueron todos con sus telefonitos a tomarse selfies. Y, enseguida, surgimiento de nuevos "especialistas" catódicos. Muchos de ellos hasta hace poco asegurando saberlo todo acerca del coronavirus mutando a vulcanólogos de teorías poco cumplidas y mostrando a cámara frasquitos con cenizas que "me trajo una amiga de La Palma". Y a aprenderse (como con el virus) léxico especializado: colada, materiales piroclásticos, delta volcánico (terra nova en el mar que, por supuesto, se mide en esa popular unidad que es el "campo de fútbol": ya tiene 25), lajial, picón, fajana, lapilli, lahar, modelos/cepas de volcanes/erupciones (hawaiano, vulcaniano, estromboliano, pliniano/vesuviano, peleano) y malpaís (territorio árido cubierto por lava enfriada). Y las órdenes y contraórdenes a los damnificados. Y las autoridades sobre el terreno y...

Así, dos domingos atrás, Rodríguez salió al balcón (a ver los un tanto deslucidos fuegos artificiales de la Mercé '21) y pronto volvió al volcán para ver si por fin la lava había llegado al mar y así los "especialistas" dejaban de teorizar sobre lo que podía llegar a ocurrir entonces (mientras, como imágenes de fondo, se rescataban imágenes de pasada "actuación" del Kilauea, hoy de nuevo despierto, mostrando exactamente lo que ocurre cuando esto sucede y lo que cabía sospechar: mucho vapor de agua). Así, hoy Rodríguez se pone al día en cuanto a que "Confinados en La Palma: como en los peores días de la pandemia, pero con explosiones y lluvia de ceniza". Y, leyendo eso, Rodríguez añadió/editó mentalmente: "Y sin vacuna". Y después siguió mirando fijo a su plasma emitiendo toda esa lava.

TRES Y, ah, esa costumbre ancestral de mirar fijo al fuego pensando en que el fuego piensa porque hace pensar en tantas cosas mientras se contempla y se piensa al fuego. El fuego (potenciado al ser soberbio y operístico y épico fuego de volcán y no el de intimista y humilde y doméstica y domesticada chimenea o fogata) obligando a pensar en él ayuda, también, a no pensar en tantas otras cosas. Así, Rodríguez NO piensa en la implosión del Barça con aforo completo, en la convención masturbatoria-conspirante del Partido Popular, en los Pandora Papers, en los violentos macro-botellones juveniles a pesar de que ya haya abierto el Ocio Nocturno (porque son más baratos y ofrecen el extra de enfrentamiento con "dictatoriales fuerzas del orden"), en los eructos de Puigdemont, en el miedo a estallido de nueva burbuja inmobiliaria Made in China (los "especialistas" en variantes víricas y viscosidad de lava ya opinan con autoridad sobre ello y diagnostican/predicen que, ay, "es muy improbable que ocurra"). Todo parece esfumarse tras un asfixiante manto de niebla sulfurosa que trae a Rodríguez volcanes propios y privados, como visitaciones de erupciones pasadas, dando no tres golpes sino tres (o más) temblores.

CUATRO Aquellos prehistóricos/demoníacos volcanes en Fantasía de Disney. Los volcanes en Viaje al centro de la Tierra y La isla misteriosa (debería existir erupción juliovernesiana). Había volcán en Tintín, ¿no? Los volcanes-guaridas de mega-villanos à la Bond que se instalaban allí sólo para poder acabar volando por los aires. El pompeyano disco de los prog-rock germanos de Triumvirat y el snæfellsjökulliano del brit-sinfónico Rick Wakeman. El Mount Doom en El Señor de los Anillos y los Popocatepetl e Iztaccihuatl en Bajo el Volcán. Aquella película fallida pero interesante con Tom Hanks. Y, antes, el infantil Cinerama en Karakatoa, al Este de Java y las adolescentes en el peor sentido y simultáneas (como luego lo serían aquellas otras con meteorito-contra-la-Tierra) Volcano y Dante's Peak. Y los volcanes con monstruos japoneses. Y el best-seller pompeyano de Richard Harris y el Sciara del Fuoco del malvado hermano del agente Pendergast. Y --por encima de todo y de todos y nada más que para Rodríguez-- su inolvidable y argentina y por siempre sísmica y volcánica prima muerta pero siempre en erupción: Mirta. Rodríguez piensa en ella y arde y se quema y le duele y le gusta volver a verla, pensándola.

 

CINCO Y la hot buena nueva es que Seinfeld vuelve a rugir en Netflix. Y, oh, esos peinados de ellas y esos pantalones y camisas de ellos. Y ese parking y ese restaurante chino. Y esos maltratos/acosos a parejas de ambos. Y esos extranjeros y esos parientes. Y esa tan disfrutable presencia de una hoy ausente por inaceptable incorrección política. Y la ausencia de teléfonos móviles que, de haber existido entonces, toda esta genialidad dialogada (las personas se visitaban en persona) hubiese sido no una "serie sobre la nada" sino, apenas, nada. Y Rodríguez ya está en pleno maratón revisionista y postulando que en verdad debería llamarse Costanza. Y allí, en 1991, se nos cuenta que, en la primera cita de Jerry y Elaine, Jerry quiso impresionarla donando cincuenta dólares a una improbable obra de caridad organizada por Kramer en beneficio de los afectados por la erupción del Krakatoa en 1883. Y Rodríguez se ríe. Y luego abre el site de algún diario y ve esa foto. Otra casita. Pero esta vez no iluminada por un islandés amanecer de fuego sino cercada por la flamígera lava del Cumbre Vieja. Todavía ahí y como por milagro. Aislada pero en pie. Y Rodríguez la baja. Y la guarda en su carpeta de posibles destinos vanos (le consta, le constanza: Rodríguez se enteró de que esa casita había sido, finalmente, devorada por la lava) donde salvarse de la cenicienta y arrasada y cada vez más natural catástrofe de su mala vida sepultada bajo demasiados años de malpaís.