¿Cómo le va, lector, cómo anda? ¿Anda como puede? ¡Uy, lector! Su respuesta nos conmueve por lo sincera, pero a decir verdad, no nos resulta del todo original.

 A decir verdad “todo el mundo” anda como puede, y muchos, muchísimos, ni pueden. Bueno, es cierto que también están los que “ no pueden pero igual andan”, los que “ hacen como que pueden”, los que “ hacen lo que pueden” los que “ pueden, pero no quieren”, 

No puedo dejar de recordar una campaña electoral, la de 1973,  en al que la dictadura reinante de aquellos tiempos promovía a su propio candidato  con el slogan “sabe y puede”. 

Era “el presidente joven”, y éramos todos tan ingenuos, que algunos llegaron a pensar que podrían ganar las elecciones con semejante slogan, o con otro de similar catadura política “los argentinos queremos goles”. Bueno, a decir verdad,. 42 años después, esos mismos sectores ganaron las elecciones al son de los globos amarillos. ¿Éramos ingenuos entonces, o….? ¡ Mejor no responda, lector, que es sábado y no queremos que nadie se arruine el fin de semana!

Pero estamos hablando del poder. Porque “cada uno hace lo que puede”, remite al poder. Al poder con minúsculas, pero poder al fin. Al poder que apelan  los políticos: “Podemos”  “Yes, we can” “Se puede”, dicen con mayor o menor éxito los candidatos en sus campañas. 

Y el humor, ya lo sabemos, es siempre opositor al poder.  No  necesariamente al gobierno, a quien, mas de una vez ingenuamente, le atribuyen todo el poder por el hecho de haber ganado la voluntad popular, sino a los verdaderos poderosos, que suelen ser los mismos siempre, gobiernen o no, y cuya mayor victoria suele ser hacernos creer que, justamente no son lo poderosos que son. 

¿Lo hacen para que los humoristas no los tomemos de blanco de nuestros chistes? ¡ Jaaaa, me encantó esto, pero ni yo mismo lo creo! No, en verdad lo hacen para que todos nosotros, los verdaderos “no poderosos” miremos para oro lado, no los veamos. Porque si no los vemos, no corren ningún riesgo de perder ni siquiera un poquito de su poder.

Los poderosos marcan agenda, deciden “de qué se habla”. Con eso solamente, ya ganaron.

Pero igual no les alcanza. Necesitan que, además de que no sepamos quiénes son, les tengamos miedo. Dirá usted lector que los poderosos son entonces un poco estúpidos en su pretensión “¿Cómo vamos a tenerles miedo, si no sabemos quienes son?”

Pues exactamente de eso se trata, lector. La ignorancia no es la madre de todos los miedos, pero al menos una tía cercana, es. Ese mantenerse entre las sombras del poder, alimenta nuestros peores temores

Pero tampoco les alcanza. Entonces, dan señales. Se muestran y se ocultan a la vez, como en la mejor ilusión de un mago. Los vemos, y no los vemos. Nada es lo que parece.

Así pasó esta semana, lector. Hace 10 días, un fallo de la Corte ( la Corte es sin duda parte del poder) hubiera permitido que los responsables  de la dictadura que vino después de la que tuvo su candidato que sabe y puede, esa que sembró el terror, la miseria y el crimen en el país  reduzcan sus condenas.  Gracias al fallo, un grupo ilícito de asesinos condenados por crímenes de lesa humanidad, se beneficiaría con algún artilugio legal que alguna vez estuvo en vigencia para alivianar la situación  carcelaria de otros ciudadanos, delincuentes tal vez pero no genocidas,  y saldría libres antes de tiempo  

Da miedo

Y da miedo, porque es una señal de miedo. No sólo porque uno podría encontrarse con un genocida en la calle, en el cine, el la reunión de consorcio o hasta en el grupo de terapia, sino por lo que “propone”

Porque dejar en libertad a los genocidas de ayer, es una verdadera “Declaración de Impunidad” , no una luz verde, pero al menos una amarilla, para posibles nuevos actos nefastos en el presente, o en el futuro, que ya tendrían “jurisprudencia de impunidad”. Es tentar al demonio. Al único demonio, que no eran dos.

Y luego, lo dejan  “como señal”. Los mismos que seguramente dieron luz verde, acompañaron en silencio, o avalaron semejante fallo, hicieron la clásica” Yo no se, esa te la debo, mala mía”, y se rasgaron las vestiduras amarillas, cuando se enteraron de que la sociedad no aceptaba semejante amenaza.

Y como suelen hacer los poderosos, se escondieron. Se pusieron en el lugar de victimas, le echaron la culpa de todo al gobierno anterior, y se unieron, aunque tibiamente, al repudio general

Por suerte, la sociedad reaccionó y se hizo escuchar, mas allá de los maullidos amarillentos.

La sociedad “ha dicho basta y echó a andar”, y más de medio millón de personas agitaron sus pañuelos blancos el pasado miércoles a la tarde, mientras las Madres y las Abuelas, siempre abrazadas, fueron quienes esta vez extendieron sus brazos y su cariño. Un acto político. Sí, sin duda. Un acto de amor. Sí, sin duda

El poder había apelado, cosa rara en él, a la memoria. Esta vez no trató de “olvidar lo que pasó” sino dar una señal de impunidad,  Esta vez reclama miedo. Pero, por suerte hay un pero. El abrazo de más de medio millón de personas está ahí., ahuyentando fantasmas. 

Al menos eso  es lo que creemos en este suplemento.

Hasta la semana que viene, lector.

@humoristarudy