Preguntarse qué es la realidad resulta en estos tiempos una pregunta cuasi retórica. En efecto, en épocas en las que las imágenes creadas por ordenadores informáticos y reproducidos a través de artefactos multimediáticos parecen reemplazar lo que realmente ocurre, ejemplos de simulación no faltan.

Hace algunos años, la TV exhibió tumbas masivas que eran consecuencia de la guerra de los Balcanes. Los telespectadores no tenían posibilidad de desentrañar el engaño; el enterratorio clandestino era de vísperas de la Segunda Guerra Mundial.

Cuando la campaña de la OTAN en Libia, las tropas encabezadas por el Estado norteamericano montaron una escenografía al estilo Hollywood. Se mostraba el palacio presidencial ocupado por Kadaffi en ruinas. Días después, agencias contra informativas denunciaron el simulacro.

El filósofo surcoreano Buyng Chul Han explica en sus ensayos que la llamada Sociedad de la Transparencia es solo tal en términos virtuales. Es muy opaca; genera mayor alienación y vende fantasías animadas que responden a la psicopolítica. Es decir, a una continua manipulación del inconsciente individual y colectivo. Aumenta los controles sociales y va desplazando las estrategias de biopoder. En resumen, refuerza la dominación estatal y de las corporaciones capitalistas. Simulacros. Fantasías. Crueles realidades. El imperio global de capital y el mundo de las mercancías.

 

Carlos A. Solero