En Los veinte años que Molina llevaba manejando un taxi, uno de sus entretenimientos preferidos era observar a los pasajeros que subían y buscarle algún parecido con un famoso. Eran muchas horas arriba del volante y en vez de infectarse con malas noticias escuchando la radio, él se había inventado ese juego barato y divertido. En su colección, alguna vez ya había llevado a una señora idéntica a Pinky, uno que tenía un aire a Vladislao Cap, el técnico que dirigió a la selección en Alemania 74, otro que era el clon de Peter Falk, el astro de “Columbo”, y la colección seguía: Héctor Coire, Brad Pitt, Cindi Lauper, Oscar Bonavena, Alberto de Mendoza, Nélida Lobato, Juan Verdaguer y muchos más. Era cómo coleccionar figuritas de famosos en el asiento de atrás. Cuando llevaba a alguno muy parecido a una estrella de Hollywood, se imaginaba que manejaba una lujosa limusina y que recorría Beverly Hills.

Salvo aquella vez que le subió un tipo idéntico a Galtieri y ese fue un viaje amargo, sin culpa del pasajero, obvio. Pero le vino a su memoria cuando hizo la colimba y fue chofer de un milico

Ese día tuvo suerte porque tres de los que subieron, tenían un parecido con famosos, el primero fue un tipo que lo paró en Gaona y Cucha Cucha, y era terrible la similitud que tenía con Hoss Cartwright, uno de los personajes de “Bonanza”, por supuesto estamos hablando del actor Dan Blocker y una de las series más famosa de los años 60.

Lo miraba por el espejo retrovisor y se lo imaginaba con su ropa de cowboy en la época gloriosa de “La Ponderosa”, cabalgando junto a su hermano Little Joe y su padre Ben. Pero sin duda Hoss era uno de sus preferidos, y lo llevó al tiempo que se pasaba horas frente a la tele mirando aquel excelente western. En un momento se puso a hablar con el hombre, y este le dijo que trabajaba en la AFIP, en dos segundos se le derrumbó el parecido con el vaquero y tuvo la imagen de verlo de traje, corbata, atrás de un escritorio gris, nada más a alejado que las praderas del lejano oeste.

El segundo que le tocó, fue en Belgrano y Colombres, y era un calco de Robert Shaw, el pescador rudo de la película “Tiburón” y que tuvo la desgracia de ser devorado por el escualo. También trabajó en otros clásicos cómo “Domingo negro” o “El Golpe”, pero para Molina llevaba atrás a Quint, el dueño del barquito “Orca” y que junto al jefe Brody y Hooper se adentraban en el océano a terminar con el pez asesino. Con este no hubo charla, se notaba que el tipo tenía muy mal humor y no daba para iniciar una conversación.

Pasaban las horas, los viajes y los pasajeros y parecía que ese día no iba a llevar a ningún conocido falso más, ya había recaudado una buena plata y pensó en cortar, aparte el cielo se estaba poniendo feo de nublado y no le gustaba andar con lluvia, pero en Federico Lacroze y Conde, lo paró un hombrecito idéntico a uno de los cómicos más grandes que tuvo este país: Pepe Biondi, y uno de los preferidos de él. Cuando el nuevo pasajero cerró la puerta, el taxista tardó un rato en reaccionar, de quedó unos segundos paralizado mirando por el espejo a Pepe galleta, Pepe Estropajo, Narciso Bello, Pepe Luí y toda la batería de personajes fabulosos que tuvo el gran Biondi.

El tipo lo sacó de su estado emotivo diciéndole - ¿Qué espera, amigo? ¡Arranque! – Iba a Tribunales

Manejaba y no podía dejar de mirarlo, hasta la voz tenía parecida, no se podía quejar del día de hoy, primero llevó a uno de los Cartwright, después a uno de los que peleó contra el más feroz de los peces y ahora a un ícono de su infancia, y con este le vino a su memoria tantas cosas… aquellas noches de los 60 reunido con su familia frente al televisor, hasta recordó que venía un tío de él a verlo a su casa porque la esposa quería ver otra cosa, pero ninguno de ellos se perdía “Viendo a Biondi”, era otra época, obvio, en las casas había una sola tele y seguramente varias veces trajo conflictos de “yo quiero ver esto…y yo esto otro”

Biondi, así lo bautizó, parecía simpático y bastante charlatán, Molina se moría por decirle a quién lo veía parecido, pero tenía miedo que al tipo le caiga como el orto, como aquella vez que a uno le dijo que se parecía a Chaplin y de mal talante, pero ocurrente, el pasajero le contestó: “¿Chaplin?, entonces durante el viaje haga de cuenta que está en una película muda”. Este era todo lo contrario, hablaba hasta por los codos, encima hacía poco que se había separado y le estaba relatando toda la historia, que se casó muy enamorado, que la pareja se fue desgastando de a poco, se notaba que tenía ganas de contársela a todo el mundo. Por momentos el taxista tuvo ganas de ser Pepe Díaz Lastra y decirle a Biondi que cierre el pico.

La llovizna ya se había convertido en lluvia, en unas cuadras llegaban al palacio de la justicia y el final del viaje, cómo para ir cambiando de tema y dejar de escuchar sobre su triste separación, le preguntó otra cosa.

-¿A qué se dedica, maestro?

 

- Abogado, jurisconsulto, ladrón de gallinas y manya papeles