No debe de ser esta la primera vez que usted lee y/o escucha hablar sobre la (supuesta) relación entre aplicarse una vacuna y como consecuencia, generar alguna variante del amplio espectro de lo que recibe un nombre que en apariencia es englobador: autismo.

Por supuesto, cada vez que aparece alguna teoría de este tipo, hubo una primera vez ¿De dónde salió? ¿En dónde salió? ¿Quién lo escribió y qué fundamentos tenía para hacer semejante afirmación? El daño que ha producido, el efecto tremendo que ha generado esa afirmación tiene que haber tenido un origen que excede el marco de lo usual. Encima, como la afirmación fue hecha mucho antes de que hubiera redes sociales, ni siquiera existe la posibilidad de hablar de la fake news. O en todo caso, serviría para corroborar que fake news hubo toda la vida, sólo que ahora nos enteramos más rápido y desde muchísimas plataformas que antes no existían.

Es por todo eso que quise buscar y averiguar (si me era posible) cuál fue esa primera vez. No puedo garantizar con un ciento por ciento de certeza que lo que voy a escribir acá abajo haya sido la primera vez, pero en todo caso, acompáñeme en la lectura, y verá que es muy probable que haya empezado así.

Corría el año 1998. Andrew Wakefield, un médico inglés especialista en gastroenterología, fue el autor principal (junto con otros colegas) del artículo al que hacía referencia al principio de esta nota, publicado en la revista "Lancet".

En las conclusiones, aparecía una ligazón entre el autismo y la aplicación de la vacuna que nosotros llamamos triple. En inglés, esta vacuna se conoce con el nombre MMR por las iniciales ligadas con el sarampión (measles), paperas (mumps) y rubeola (rubella).

La enorme cantidad de médicos (no solo ingleses) sino en el mundo nunca hubieran prestado atención ni le hubieran dado crédito a la afirmación temeraria si no hubiera estado el nombre Lancet ligado al artículo. De hecho, si usted tiene algún tiempo disponible y le interesa el tema, otra revista médica igualmente prestigiosa, el British Medical Journal, [1] publicó en su editorial: "El artículo (publicado en Lancet en 1998) que ligaba la vacuna triple con el autismo fue fraudulento. La evidencia clara de la FALSIFICACION de DATOS debería cerrar la puerta a este miedo dañino a las vacunas". Lapidario. Sin embargo, aún hoy, todavía hay una increíble cantidad de personas que se autodeclaran anti-vacunas, y su principal (y único sostén) es el artículo de Wakefield (y sus doce colegas en el episodio criminal).

En la Argentina, AFORTUNADAMENTE, este movimiento anti-vacunas no tiene la tracción que se observa en diferentes partes del mundo. De hecho, en Estados Unidos y en muchos países de Europa, entre un cuarto y un tercio de la población ¡se resiste a vacunarse contra la covid-19! Sigo sin entender cómo más del 25 por ciento de los trabajadores de la salud -nada menos- de hospitales, sanatorios e instituciones geriátricas, incluyendo enfermeras/os que son quienes tienen mayores riesgos de contagio, se niegan a vacunarse en los EEUU. Estoy escribiendo este artículo a mediados de octubre de 2021 en la ciudad de Chicago y me han comentado médicos de los hospitales (públicos y privados) más importantes de Illinois, que han tenido que forzar a que sus trabajadores (cualquiera sea su jerarquía), para que se vacunen antes de terminar el mes, ante la potencialidad de perder su trabajo si no reciben al menos ¡una dosis! Increíble.

En el trabajo original Wakefield y los 12 coautores afirmaron haber investigado una serie consecutiva (sic) (¿qué querrá decir serie consecutiva?) de 12 niños remitidos al Royal Free Hospital y la Escuela de Medicina con enterocolitis crónica y trastorno del desarrollo regresivo. Los autores informaron que los padres de ocho de los 12 niños asociaron su pérdida de habilidades adquiridas, incluido el lenguaje, como consecuencia de haberse aplicado la vacuna triple.

El Consejo Médico General de Gran Bretaña dictaminó que los niños que estudió Wakefield, en lugar de haber sido escogidos al azar, fueron cuidadosamente -y sesgadamente- seleccionados y parte de la investigación de Wakefield fue financiada por abogados que actuaban en nombre de los padres que estaban involucrados en demandas contra los ¡fabricantes de vacunas! El Consejo describió el proceder de Wakefield como poco ético y los criticó por haber demostrado un indiferente desprecio por los niños de su estudio, a quienes se les realizaron pruebas invasivas.

Me interesa también agregar que en junio del año 2020, en un artículo publicado en webMD [2], uno de los lugares más prestigiosos de consulta para los médicos e investigadores en medicina, se puede leer: "La investigación es clara: las vacunas no causan autismo. Más de una docena de estudios han intentado encontrar un vínculo. Cada uno de ellos salió 'vacío'" (es la manera que tengo de traducir 'empty' = vacío). Hace unos días consulté con el Dr Alberto Kornblihtt (supongo que a esta altura no requiere de presentación, pero igualmente necesito decir que es uno de mis mejores amigos y un investigador muy reconocido y prestigioso en biología molecular), me decía que él mismo tuvo que evaluar este año más de 30 proyectos de investigación de grupos de universidades norteamericanas sobre la biología molecular del autismo y en NINGUNO de ellos se mencionaba conexión alguna con la vacunación.

Pero de todas formas, vale la pena señalar acá que pasaron ¡doce años! hasta que "Lancet" se retractara de lo que había publicado en el año 1998 [3]. En un reconocimiento (obviamente tardío) se expresó en estos términos:

El Consejo de Medicina General, esperó hasta el año 2010 y declaró que el trabajo no solamente estaba basado en MALA CIENCIA, sino que fue deliberadamente fraudulento y con datos falsos. Como consecuencia, le revocaron a Wakefield (y sus colegas) el título habilitante: ya no puede ejercer su profesión en las islas británicas.

Para terminar: Wakefield se tuvo que mudar de país ¿Dónde vive ahora? En Texas. ¿Dónde puede practicar medicina? En Estados Unidos. Aparte de haber sido una de las personalidades invitadas por Trump varias veces a la Casa Blanca, los periodistas investigadores en Inglaterra descubrieron una cuenta de Wakefield. En ella figuraba un aporte que superaba el medio millón de dólares (para ser precisos: 435.000 libras esterlinas) ¿Quién había hecho el depósito? Un abogado que trabaja en encontrar una ligazón entre vacunas y autismo.

Y por si hiciera falta algo más: el estudio más importante, por la cantidad de niños involucrados (660.000) y el tiempo que llevó implementarlo (11 años) no pudo encontrar ninguna ligazón entre autismo y vacunas.

Una pregunta final: ¿usted seguiría pensando que las vacunas producen o cooperan con el autismo teniendo en cuenta que TODOS los estudios hechos en búsqueda de una conexión tan importante NUNCA pudieron encontrar nada?

Para aquellos que sostienen que todo tiempo pasado fue mejor, sería conveniente revisar algunos archivos (que a nuestra memoria le cuesta trabajo acceder). El problema es que antes, conocíamos menos de nosotros mismos, aunque más no sea porque el acceso a la información es virtualmente instantánea y las plataformas nos exhiben como somos: ahora, por supuesto, pero antes también.

[1] https://www.bmj.com/content/342/bmj.c7452

[2] https://www.webmd.com/brain/autism/do-vaccines-cause-autism

 

[3] https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2831678/