Sole                     8 puntos

Italia/Polonia, 2019.

Dirección: Carlo Sironi.

Guion: Antonio Manca, Giulia Moriggi y Carlo Sironi.

Duración: 102 minutos.

Intérpretes: Claudio Segaluscio, Sandra Dryzmalska, Bruno Buzzi, Marco Felli, Barbara Ronchi.

Estreno: en la plataforma Mubi.

Es imposible no ver Sole, opera prima del director romano Carlo Sironi, sin reconocer de inmediato su legítimo lugar dentro de la genealogía del cine italiano. En particular en la rama que nace en el neorrealismo, con el que comparte no solo su temática social, sino también algunos de sus presupuestos estéticos y formales. De hecho, son varias las coincidencias que pueden enumerarse con Ladrones de bicicletas (1948), de Vittorio De Sica, emblema neorrealista, algunas de ellas muy evidentes. Para empezar, ambas están protagonizadas por actores no profesionales que hacen su debut cinematográfico. En este caso, el joven Claudio Segaluscio también interpreta a un desocupado: que el chico se dedique a robar motos para ganarse la vida tampoco parece una elección casual. Quizás por ese lado se explique la decisión de filmar la película con un formato de pantalla casi cuadrado, que remite al que se usaba a fines de los ‘40.

Estrenada en la edición 2019 del Festival de Venecia, Sole cuenta la historia de Ermanno, un chico que sin ser pobre lleva una vida marginal y a quien su tío Fabio le hace una propuesta para ganar algo de plata. Fabio y su esposa no pueden tener hijos y desean adoptar, pero como los trámites para conseguirlo son complejos, deciden comprarle el bebé a Lena, una chica polaca embarazada. Pero necesitan que Ermanno se haga pasar por el padre de la criatura y de ese modo completar la artimaña que les permitirá fraguar dentro de la ley aquello que se realiza fuera de ella.

Sole retrata de manera despojada los hechos que la trama va hilvanando, evitando que sus imágenes y acciones se traduzcan en juicios de valor sobre las decisiones de sus personajes. Así registra los cambios que Lena y Ermanno van exhibiendo a medida que la convivencia forzada por un interés común (el dinero) los obliga a tomar contacto. No solo entre ellos, sino con la complicada situación que los enlaza. La naturaleza parca de los personajes, cuyos silencios parecen obedecer más a una forma de autodefensa que a un desprecio por el otro, no impide que Sole capte con sensibilidad la deriva emocional, haciendo que la aparición de sus sentimientos resulte tierna a pesar de la sordidez de la situación.

La estilizada puesta en escena hace gala de una austeridad similar, trabajando a partir de planos cortos, cámaras fijas y desplazamientos clásicos que fluyen con suavidad. Con toda intención, Sironi evita utilizar la cámara en mano, recurso al que se suele recurrir como método infalible a la hora de ensuciar el realismo o de sumarle garra visual a la tensión dramática. El conjunto de estas decisiones redunda en un registro tan pormenorizado como aséptico de la vida de Lena y Ermanno, de las decisiones que deben tomar y de los conflictos que, sin necesidad de ser enunciados de forma burda, se les van interponiendo en el camino.

La banda de sonido está trabajada (casi) con idéntico naturalismo. Sin embargo es ahí, en el terreno de lo sonoro, en donde el director se permite intervenir sobre la forma en que los espectadores percibirán los hechos. Aunque en líneas generales se limita a reproducir el paisaje sonoro en el que están inmersos los personajes, Sironi se permite tres intervenciones significativas. Lo hace a través de sonidos que por fuera de la diégesis cumplen con la finalidad de extrañar tres escenas puntuales, todas ellas fundamentales dentro de la trama. 

Con precisión matemática, las dos primeras tienen lugar al cumplirse la primera y la segunda media hora de película, y la última sobre el final. En todos los casos, distintas melodías son utilizadas como apoyatura de la partitura emotiva que la película va orquestando en torno a sus personajes. A pesar de que no parecen ir en línea con el resto de la propuesta estética, estas intervenciones nunca son disruptivas, sino que se acoplan de forma orgánica al relato, enriqueciendo el modo en que la película va presentando los hechos y los personajes.