Y un día, Franco Luciani y José “Pepe” Colángelo se encontraron. La celestina musical fue Mavi Díaz, porque precisamente se trataba de un homenaje que la ex Viudas y actual Folkies le estaba armando a su padre Hugo, en el Margarita Xirgu. Tan bien funcionó la química humana y musical entre ambos, que fueron a más como dúo de cierre “de gala” en el Festival Internacional de Tango 2019. Ambos encuentros, de tan profundos y enriquecedores, signaron el destino inmediato: grabar un disco juntos, producido por la misma Mavi. Se escogió un repertorio, se eligió un nombre, se convocó a ciertos músicos y la armónica de Luciani más el piano del maestro propulsaron una joya llamada Tango improvisado.

“Esto significa que, después de repartirnos los solos, cada uno pone lo que siente y toca como le gusta”, abrevia Colángelo ante Página12. Luciani desarrolla: “Hicimos hincapié en lo de improvisado porque, conociendo muy bien cada unos de los tangos que tocamos, sus armonías, sus melodías, y el lenguaje de género, se improvisa y se crea en el momento”, desmenuza el armoniquista del siglo. “Si bien al tango se lo considera un género muy ligado a la partitura, también la improvisación, la parrilla por decirlo en criollo, es algo inherente al género. Incluso grandes músicos de orquesta también eran grandes improvisadores… los tangos simplemente –dicho bien entre comillas-- se tocan”.

El dúo estrenará en vivo Tangos improvisados –ganador del último Gardel, además-- este viernes a las 21 en el Torquato Tasso (Defensa 1575) y el jueves 21, a la misma hora, en la Sala Lavardén de Rosario (Mendoza 1085). “El estreno en vivo está pensado de la manera más genuina y transparente, qué es como hicimos el disco… Sumado a los conocimientos y al respeto profesional del género que tiene cada uno por su lado, el momento de la música es lúdico cómo fue también el disco. Cada concierto es muy particular justamente porque el elemento principal es la improvisación. Los temas se repetirán, pero serán siempre miradas diferentes influidas por cada detalle diferente de cada entorno. Eso es realmente maravilloso”, vuelve Luciani, incluyendo por supuesto los aportes de la guitarra de Leonardo Andersen y el contrabajo de Pablo Motta en la sinergia. “Siempre digo que se da un diálogo entre los músicos y el público allí presente por más que uno parezca pasivo y otro activo. Y ese diálogo puede tener el mismo eje temático, en este caso el repertorio, pero puede tomar caminos distintos y siempre estarán influyendo cosas en cada sitio diferente”.

El cuarteto replica el mismo formato instrumental que diseñó el gran armoniquista santiagueño durante los últimos años de su trayecto, y del que Colángelo también formó parte. “De aquel cuarteto solo quedo yo”, refrenda el pianista, que incluso fue director artístico de la tríada de discos que Díaz publicó para el sello Tonodisc durante el primer lustro de la década del setenta. “Como entonces, se siente la música sin diferencias generacionales. La cosa es por contagio. Recuerdo que cuando grabe el último LP con Hugo, invité a Roberto Grela y a Omar Murtagh y no faltó el tonto que me dijo `pero ellos no leen música`. Es cierto, le dije, `porque ellos `son` la música", anuda Colángelo. “Por eso, sostengo que el sabor del encuentro es siempre el mismo cuando se habla el mismo idioma. De entrada hubo mucha química con Franco y con los muchachos”, amplía el ex pianista de Julio Sosa y Aníbal Troilo, posado en la analogía entre el cuarteto actual, y aquel que grabó con Díaz. “Desde mi lugar --retoma Franco— me atrevo a decir que me siento identificado con eso porque al tener hoy casi 40 años siento que en muchas cosas no soy el de 20 años atrás pero en el escenario es distinto. Allí el tiempo se detiene”.

--El factor generacional pesa poco o se diluye frente a otros factores, entonces.

Franco Luciani: -- Es que --y no lo digo de una manera romántica o metafórica-- ver tocar al maestro es verlo en un trance, en un estado de entrega que lo hace no tener edad. Más allá de que incluso tiene una vitalidad ya natural arriba y abajo del escenario, cuando toca no tiene edad.

José Colángelo: --Además, tenemos muchas cosas en común. Los dos somos músicos y artistas, tenemos mujeres cantantes, y los dos somos de la “academia"… el de la de Rosario, y yo la de Avellaneda.

Tangos improvisados reúne diez piezas. Mezcla algunas que pertenecen al glorioso acervo tanguero de la patria (“Barrio de tango”, “Golondrinas” y “A media luz”), con otras de más reciente concepción. Entre ellas, la formidable “El Sainete del Diablo”, del mismo Luciani y Alejandro Szwarcman, y “Sin pretensiones”, de Colángelo, entre ellas. “Me encanta porque el maestro tiene el tango en los dedos… tiene el lenguaje y el concepto del género como pocos. Además, es un gran improvisador porque maneja las dinámicas, contagia, y enseña cada nota. La música fluye de una manera muy especial y de esta manera uno se potencia también en lo que uno mismo hace”, subraya Luciani, mientras Colángelo sonríe: “Por suerte, a mí todavía el piano no me pesa. Al contrario, ¡me encanta tocar el dientudo!"

--Es imposible evitar una evocación de Hugo Díaz, Franco. Muchos dicen que sos el heredero, y los hechos lo están confirmando.

F.L.: --Hugo es toda una escuela no solo para quienes tocamos la armónica sino también para los músicos en general. Su manera tan particular de tocar es influencia para todo aquel que realmente quiera interpretar el lenguaje del sonido argentino en la música. Lo mismo para el escucha, obvio, porque su arte es bellísimo, e implica toda una escuela del sonido argentino en la armónica, tanto del folklore como del tango y otras músicas. En este disco, nosotros tratamos de una u otra manera, y con las características del presente, evocar aquellas grabaciones que el mismo maestro Colángelo hizo con Hugo…. Vaya entonces como una especie de homenaje y agradecimiento a su enorme obra.