Ron da error           6 puntos

Ron's Gone Wrong; Reino Unido, 2021.

Dirección: Alessandro Carloni y Jean-Philippe Vine.

Guion: Peter Baynham, Sarah Smith y Jean-Philippe Vine.

Duración: 106 minutos.

Con las voces originales de Zach Galifianakis, Jack Dylan Grazer, Olivia Colman, Ed Helms y Justice Smith.

Estreno únicamente en salas.

El primer largometraje del estudio británico Locksmith Animation, nacido en 2004, avanza en dos direcciones que tienden a cruzarse en un relato sobre la amistad infantil y -ay- los perjuicios que puede generar el abuso de la tecnología en los sub-13. A ese grupo etario pertenece el buenazo de Barney, uno de esos típicos chicos solitarios con un mundo interno inversamente proporcional a su ínfimo círculo de amigos. Mientras papá trabaja a destajo -durante el día, pero también por las noches- intentando vender decenas de baratijas por teléfono para insuflar dinero a la alicaída economía familiar, el muchachito hace lo que puede en el colegio. Es en ese momento que la poderosa empresa tecnológica Bubble organiza un lanzamiento a todo trapo de un nuevo robot que tiene la particularidad de “hacerse amigo” de sus dueños. ¿Cómo hace ese aparato blanco y retacón, mezcla R2D2 y Eva de Wall-E, para “conocer” a quien lo compra? Muy sencillo: intercepta mensajes, videos y fotos de sus dispositivos electrónicos, cuestión de saber a la perfección qué le gusta, qué le interesa y de qué manera pasa sus tiempos libres.

Desde ya que Barney, como todos sus compañeros, espera con ansias tener su propio B-Bot, sobre todo cuando faltan días para su cumpleaños. Pero papá, se dijo, vive en otra, y el regalo está lejos de cumplir con las expectativas. Con un sentimiento de marginación en el ámbito escolar a raíz de ser el único que no se pasea por los pasillos charlando y sacándose fotos con su mascota mecánica, la soledad de Barney lleva a ese padre ajeno a todo a ir en búsqueda de un robot. Pero sólo para uno fallado, de outlet, alcanza el dinero. Una falla que termina siendo, en realidad, su mejor virtud, porque Ron no está programado para amoldarse a los requisititos ajenos sino para tener una inteligencia artificial propia. Un robot y un chico fuera de onda que, sin embargo, forjan un vínculo entrañable. Lejos del frenetismo humorístico y la pulsión por el gag de La Familia Mitchell vs. Las Máquinas, con la que ésta tiene varios puntos de contacto, Ron da error se erige, en sus mejores momentos, como una melancólica reflexión sobre la amistad infantil, apostando por el progresivo despliegue de los miedos de Barney y el delineamiento de Ron como una criatura hecha de una humanidad destartalada.

Pero las cosas se complican cuando entra en escena un maquiavélico empresario hi-tech solo interesado en el lucro. Los chicos empiezan a pasarla mal porque nadie ve sus transmisiones en vivo o se viraliza un video que deja en ridículo a una compañera: el algoritmo de aquel robot fallido, sin la opción de empatizar amoldándose al otro, esconde la clave para enderezar el rumbo del relato. Quien debe encargarse de modificar la enorme base de datos de la empresa no es otro que el propio Barney. 

A partir de allí, Ron da error deja de lado su espesura dramática para adentrarse en el terreno del cine de aventuras, al tiempo que en el horizonte asoman los primeros rayos de un alegato contra el mundo multipantallas que no hará más elevarse de su eje a medida que se acerque el desenlace. El resultado es una película irregular, que alterna momentos de genuina emotividad con otros destinados a mostrar que -oh sorpresa- la vida en el mundo digital no es tan bonita como en las fotos de Instagram.