“El peronismo era un quilombo infernal”, dijo Luis Bruschtein durante la presentación de Tres golpes en la ventana (Grupo Editorial Sur), novela autobiográfica en la que Edgardo Esteban, periodista, docente y excombatiente de Malvinas, reconstruye la muerte de su padre Joaquín, un militante de la resistencia peronista de Morón que fue asesinado por un miembro de la derecha peronista, en mayo de 1972, delante de su esposa y sus hijos. Esteban, que tenía 9 años cuando mataron a su padre, presentó el libro en el Teatro Picadero, acompañado por el escritor y guionista Pedro Saborido, el cineasta y ministro de Cultura de la Nación, Tristán Bauer, y la editora Virginia Janza.

Desde la pantalla, León Gieco saludó a Esteban y manifestó su deseo de que se haga una película con el nuevo libro del director del Museo Malvinas, como pasó con Iluminados por el fuego. Mientras Gieco cantaba “El rey lloró” y “En el país de la libertad”, se sucedían fotos familiares del autor de Tres golpes en la ventana, “un libro maravilloso”, como lo definió el músico. Saborido, que nació en Gerli, habló de esas capas culturales que se superponen en el conurbano. “Así como la Argentina tiene todos los climas, el conurbano tiene todas las Argentinas en esa mezcla y tensión variopinta”. Bruschtein, columnista de Página/12, contó cómo era la vida en esa zona del conurbano, entre Haedo y Morón, donde los chicos “íbamos a cazar pajaritos y robar frutas de una quinta” en ese mundo obrero proletario de clase media que tenía una vitalidad inmensa. “El peronismo no podía tener una vida política normal con 18 años de proscripción; había un divorcio entre las bases, que se referenciaban con Perón, y los dirigentes que tomaban distancia de esa figura. El peronismo era un quilombo infernal”, recordó Bruschtein ese período convulsionado que aparece en la novela autobiográfica de Esteban.

“El ‘¡Viva Perón, carajo!’ era la forma plebeya de expresarse en rebeldía contra el sistema del tipo que estaba explotando porque era un ciudadano de segunda que no podía hablar de la identidad política que lo expresaba”, explicó Bruschtein y planteó que la historia de Esteban representa “la encarnación de dos tragedias: la violencia de los años 70 y la tragedia compleja que fue la guerra de Malvinas, con sus heroísmos y sus víctimas, con sus grandes entregas y sus mezquindades”.

Bauer comentó que cuando leyó Iluminados por el fuego lo que más lo conmovió fue que Esteban “ponía la cámara en una subjetiva de esos jóvenes de 18 años y nos hacía recorrer aquellas trincheras y esa cercanía de la muerte”. Tan hipnotizado quedó por el libro que un día lo llamó al autor y le propuso trabajar juntos para hacer la película homónima, que se estrenó en 2005. Para el ministro de Cultura en este nuevo libro aparece la valentía de narrar “ese mundo de una violencia desmesurada”, con personajes muy potentes, como los abuelos, las primas, los amigos o las prostitutas. Para el ministro de cultura “el gran acierto es el punto de vista del niño” en esta novela autobiográfica que a veces le recuerda al cine de (Luis) Buñuel en su período en México.

Esteban, con la mirada y la voz enlazadas por la misma emoción, recorrió la platea del teatro, donde estaban escuchando muchos amigos y algunos de los “personajes” del libro como su tía Amparo y su hermano Raúl Floreal; Hugo Soriani, director general de Página/12; el periodista Carlos Ulanovsky, Carlos “Calica” Ferrer, autor de varios libros sobre su amigo Ernesto “Che” Guevara; Víctor Hugo, su compañero más cercano de Malvinas; Daniel, un compañero del secundario y Tati Almeyda, de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, entre tantos otros. El autor de Tres golpes en la ventana subrayó que “Malvinas lo había tapado todo”, hasta que se dio cuenta de que tenía otra historia para contar, cuando empezó a sacar los ladrillos y se encontró en “ese Lalo que estaba oculto”. Aunque no se considera un escritor y se definió como “un atrevido” que publicará sus poemas de Malvinas el próximo año, reconoció que la escritura le sirvió para cicatrizar heridas.

“Lo primero que me olvidé de mi papá fue su voz”, confesó el director del Museo Malvinas y agregó que algún día espera que el nombre de su padre pueda estar incluido en el Memorial del Parque de la Memoria.