El fundador y CEO de la red social Twitter, Jack Dorsey, anticipó una hiperinflación. Si bien la advertencia suena exagerada y se vincula con su interés personal en la valorización del bitcoin, es un reflejo de la preocupación global por la creciente alza de los precios.

La inflación en Estados Unidos alcanzó el 5,4 por ciento anual en septiembre, una cifra que suena a poco si se la mira desde el 52,5 por ciento de alza de los precios en Argentina durante el mismo período. Sin embargo, se trata de un fuerte incremento para ese país, cuya tasa anual de suba de precios apenas superaba el 1 por ciento a comienzos de año. La aceleración del aumento de los precios se ha producido en casi todos los países del globo. En la región se destaca el caso de Brasil, donde alcanzó los dos dígitos en el último mes.

La suba de los precios a nivel global se relaciona con el impacto de la pandemia y las políticas implementadas para enfrentarla. La parálisis de amplios sectores productivos fue acompañada de una fuerte inyección de liquidez para sostener los ingresos de la población. El resultante macroeconómico fue un incremento del circulante monetario acompañado de una reducción brusca de los niveles de consumo por las restricciones sobre la actividad y los cambios de hábito de consumo generados por la pandemia. 

Los ingresos no consumidos durante la pandemia generaron un stock de liquidez que se volcó al consumo al relajarse las restricciones. La consecuencia fue un rápido incremento en la demanda global que no pudo ser totalmente satisfecha por la oferta, dadas las restricciones coyunturales en la provisión de energía y ciertos insumos productivos. Esos cuellos de botella durante el regreso a la “normalidad” generan subas de costos que terminan impulsando a los precios, dando por resultado la reciente aceleración de la inflación global.

Algo similar ocurrió un siglo atrás, al culminar la Primera Guerra Mundial. Durante el conflicto, la economía bélica mantenía el pleno empleo con elevados salarios. Sin embargo, el consumo se encontraba restringido y racionado, dado que la mayor parte de las industrias estaba volcada a la producción de armas y otros abastecimientos para el campo de batalla. Esto generó un importante incremento del stock de liquidez que se volcó al consumo al finalizar el conflicto bélico. 

Dado que la mayor parte de las industrias tardaron en reacomodarse a la economía no bélica y que algunos sectores productivos habían sido destruidos durante el conflicto, la consecuencia fue una oferta que no podía abastecer el brusco aumento de la demanda, con el consiguiente alza en el nivel general de los precios.

La extensión del período de elevada inflación depende de cómo reaccionen los mecanismos de propagación. Si el alza reciente de los precios desemboca en pujas distributivas que alimentan la inercia, el efecto puede perdurar en el tiempo aún cuando su origen se deba a un acontecimiento puntual. Si, por el contrario, no hay pujas significativas, durará hasta que la inflación licúe parte del stock de liquidez global y la producción logre superar los cuellos de botella que la restringen.

@AndresAsiain