Un festival de intervención. Así define Diego Trerotola al Festival Internacional de Cine LGBTIQ+ Asterisco, que llevará adelante su octava edición desde este jueves hasta el domingo 7 de noviembre. Una edición particular, en tanto apostará fuerte por lo presencial, aunque sin descuidar su faceta virtual, la misma que permitió que pudiera realizarse en 2020. Dirigido artísticamente por el crítico y periodista Trerotola --con su colega Andrea Guzmán, el historiador y coleccionista Fernando Martín Peña, la cineasta Albertina Carri y la actriz Querelle Delage en el equipo de programación-- Asterisco presentará más de medio centenar de títulos que, desde el documental o la ficción, tanto a través de la experimentación como de relatos clásicos en su estructura dramática, ponen en escena las distintas problemáticas, preocupaciones, fantasías y deseos que dan forma a la identidad naturalmente múltiple de la diversidad sexual.

“El año pasado fue online y vivimos una federalización del evento. Nos gustaba la idea de seguir manteniendo esa veta, a pesar de que hoy las cosas están habilitadas para hacer una edición presencial. El problema es que muchas películas están con más ganas de volver a las salas que de seguir con la virtualidad. En algunos casos encontramos gente que no quiere mostrar su película online sino estrenarla en una sala y, en algún futuro, llegar a alguna plataforma. Buscamos no repetir exactamente la experiencia del año pasado, sino ramificarla, pensarla de otra manera, buscar nuevos públicos. Que el cine LGBTIQ+ no esté en un solo lugar, sino que circule, que no se estanque”, dice Trerotola ante Página/12 a la hora de definir la macro estructura de esta edición. Es así que el epicentro físico de las proyecciones estará en el Malba, al tiempo que el café-teatro Hasta Trilce tendrá, como en 2019, una buena cantidad de funciones. A estos espacios se sumarán el Centro Cultural Kirchner, cuya web albergó la competencia de cortos del año pasado, La Manzana de las Luces y el Centro Cultural Conti. La pata virtual descansará en las plataformas CONT.AR, donde podrá verse una selección de películas, y la del MICA (Mercado de Industrias Culturales), que albergará la competencia de Películas en Proceso.

Voces y miradas argentinas

Lo que se mantiene es una programación que intenta desafiar no solo a los espectadores que buscan conocer un poco más sobre la comunidad LGBT+, sino a quienes pertenecen a las alas más radicales de la propia comunidad. Si bien para ningún festival –llámese Bafici, Mar del Plata o Asterisco– es sencillo encontrar un corpus de títulos de calidad capaces de satisfacer los lineamientos artísticos propuestos por los programadores, Trerotola destaca el notable incremento de producciones nacionales que indagan en las distintas artistas de la cultura LGBTIQ+. “Hay un cambio general que ya tiene por lo menos una década y que hace que hoy haya un volumen mayor de películas. Cuando empezamos, hace ocho años, había muy pocos largos que tuvieran a lo LGBTIQ+ no como un tema lateral, como un personaje o un tema menor sin demasiada identidad, sino como algo central en la mirada, en la construcción cinematográfica. Era difícil encontrar material que no propusiera la identidad como algo cerrado o monolítico. En el primer festival tuvimos un solo largo argentino en competencia, y nos había costado encontrarlo”, recuerda.

Es en esa línea que se explica el regreso de Competencia Argentina de largos como sección principal, lugar que en 2020 ocupó la Competencia Latinoamericana. Serán ocho títulos en total, algunos estrenos y otros ya conocidos en el circuito festivalero y/o comercial. Tal es el caso del documental El baldío, de la cordobesa Liliana Paolinelli (Lengua materna, Amar es bendito), que tuvo su presentación en el último Bafici y narra cómo un grupo de voluntarias alimenta y se preocupa por una colonia de gatos salvajes que habita un terreno baldío del barrio porteño de Colegiales, mientras la amenaza de una edificación próxima hecha sombra sobre el futuro de los animales. “Es una película de una actualidad tremenda porque en un punto habla de la relación del hombre con la naturaleza. Es una mirada de la construcción de un espacio público administrado y militado por mujeres, una película muy política y con una mirada sobre el mundo muy queer”, dice el director artístico.

Otro nombre asociado a lo LGBTIQ+ es Marco Berger, “un director al que el festival sigue y que ya participó, pero que ahora tiene una torsión hacia el documental, una alianza con Martín Farina que le da una mirada un poco más mixta donde lo documental se cruza con su manera de hacer ficción”. El resultado de esa mixtura es Gualeguaychú: El país del carnaval, en la que el director de Plan B y Ausente viaja hasta la ciudad del título junto a un grupo de amigos, entre ellos Farina, para registrar los preparativos de dos chicos en vísperas de una noche de carnaval. De un esquema mucho más industrial –tanto como para haber sido elegida por la Academia de Cine local para representar a la Argentina en la carrera por el Oscar a Mejor Film Extranjero– proviene la recientemente estrenada El prófugo, de Natalia Meta, en la que una cantante lírica y actriz de doblaje conoce al hombre de sus sueños y, de pronto, todo se transforma en una pesadilla.

El apartado competitivo incluye también a Diario de las tormentas solares, de Patricio Tarazona, presentada como un relato múltiple como invocación de poetas queer que van desde Alfonsina Storni hasta Néstor Perlongher, pasando por Alejandra Pizarnik y Federico García Lorca, con las presencias de Susy Shock y Fernando Noy. En El cisne equivocado, las directoras Lucila Frank y Andrea Morasso proponen un retrato íntimo del artista tucumano Bernardo Kehoe, que a sus 70 años indaga en su pasado actoral y su intimidad, la persecución en su provincia por homosexual, su exilio en Buenos Aires y las influencias de una obra que mezcla performace y pintura. Otro documental sobre un personaje magnético es Ilse Fuskova, en el que las realizadoras Liliana Furió y Lucas Santa Ana retratan la vida de esa mujer que hoy tiene 92 años y supo ser un de las activistas históricas del feminismo y del lesbianismo en la Argentina. Por su parte, Transkultural, de Sofía Victoria Díaz, es una experiencia colectiva de creación artística de personas travesti-trans en contexto de pandemia por Covid-19 en la provincia de Chaco. La Competencia se completa con la road movie LGBTIQ+ Hékate, de Nadia Benedicto.

Otra muestra del crecimiento de la producción nacional es el hecho de que por segunda vez habrá una competencia de cortos argentinos, cuya proyección se realizará en el CCK. Varios de ellos fueron filmados durante la pandemia e investigan el país desde ángulos muchas veces inéditos, liberándose de ataduras y represiones para activar formas de ser y estar. Los títulos elegidos son A todos los pibes que amé, de Franco Ariel Malizia; Carta a Maia T, de Alex Del Río; El nombre del hijo, de Martina Matzkin; Habitar(nos), de Milagros Pasquini; La confesión, de Facundo Rodríguez Alonso; No hay lugar, de Daniel Katz; Noviembre, 6, de Camilx Adaro Liloff; Ob Scena, de Paloma Orlandini Castro; y Rojo Fuerte, de Dia Luna Soraires.

Ob Scena

Una bolsa de gatos

Trerotola define a La piel que habito como “una bolsa de gatos”, “una sección más monstruosa de lo habitual” que mezcla un panorama actual con una selección de obras del pasado muchas veces olvidadas. “El festival siempre le puso tanto empeño a la búsqueda del presente como a la del pasado. Siempre tratamos de abarcar casi toda la historia del cine, porque todavía nos atraviesa. Siempre tuvimos cine mudo, películas de las primeras décadas del cine, muchas veces con música en vivo, como ocurrirá este año con El pan nuestro de cada día, de F. W. Murnau, uno de los primeros directores cuya orientación sexual fue pública”, cuenta el director artístico, y sigue: “Es muy bueno volver a esas películas con un sentido contemporáneo. Desde el cine mudo hasta películas de los '60 o los '80, todo mezclado entre cortos y largos de los últimos años. Asterisco es un festival que no distingue entre pasado, presente y futuro, sino que lo mixtura. No creemos en modas impostadas, en lo último que es obligatorio ver, en tener que hacer un festival de una manera. Por eso pasamos mucho fílmico, porque la diversidad de formas del cine es tan sustancial como la diversidad sexual y de identidad de género”.

Uno de los puntos fuertes de esta sección es la serie de cuatro episodios Archivo de la Memoria Trans. Disponible en la plataforma Cont.ar, y dirigida por Agustina Comedi (El silencio es un cuerpo que cae) y Mariana Bomba, la serie reúne imágenes y relatos de mujeres trans de más de 50 años con el objetivo de preservar la memoria de quienes que sufrieron violencia policial, abandono del Estado y hostilidad por parte de la sociedad. Vale destacar también a Todo a la vez, en la que el escritor y realizador chileno Alberto Fuguet reflexiona sobre los retratos homoeróticos a través de una investigación sobre el trabajo y las decisiones estéticas y conceptuales de la pareja creativa integrada por Paco y Manolo, quienes durante años fotografiaron a hombres desnudos para su revista Kink. No pueden faltar, desde ya, un puñado nada despreciable de producciones nacionales, como los cortos Bosques sombríos (autorretrato); Rumbos ocultos, de Guido Depaoli; Superm, de Belén Cerdá, Emilio López y Pablo Sabando; y Would you realize that I'm a survivor?, de Carlos Ledesma. Y los largos En voz alta, de Teresa Martino; Nosotros nunca moriremos, de Eduardo Crespo, y la coproducción con Colombia y Uruguay Dopamina, de Natalia Imery Almario.

Anarquismo marica

Así como La piel que habito mixtura temporalidades, los focos descubren distintas miradas disidentes en la historia del cine. Uno de ellos alumbra, a través de cinco cortos y un largometraje, la obra del colectivo catalán ELS 5 QK'S, que realizó una serie de películas en la transición democrática española, desde mediados de los 70 hasta la primera parte de los 80. El grupo circuló como un secreto a través de los años, hasta que el cineasta Ricardo González lo visibilizó en el documental Maricones, visto en la edición 2019. “González encontró sobrevivientes de ese colectivo e investigó todas las trasgresiones que hacían en su cine, que tenían mucho que ver con el anarquismo marica que había en Cataluña en la transición democrática. De hecho, Pedro Almodóvar dice siempre que creía que la movida española iba a desarrollarse en Barcelona porque ahí estaba lo más subversivo culturalmente de la diversidad sexual”, cuenta el director artístico.

Comiéndose a Raúl

El segundo foco tiene como objeto a Paul Bartel, a quien Trerotola define como “un director gay que nunca hizo una película gay”. Explica: “Es una frase de la historiadora Maitland McDonagh en el libro Filmmaking on the Fringe. Ella dice que su excentricidad es que es un director que nunca hizo una película gay. Ella pone "gay" entre comillas, porque no hacía lo que entendemos por cine gay, pero sí tenía una impronta muy queer. Hizo la única película protagonizada por Devine fuera del cine de John Waters, y es un western. Un western con Divine: más queer que eso no existe. Es un cineasta que por lo general no se lo recupera de los festivales LGBTQ+. Vamos a pasar tres películas, entre ellas la que lo hizo más célebre, Comiéndose a Raúl, que es eminentemente queer y donde la sexualidad y el fetichismo están pensados desde la comedia negra. En todas sus películas hay una alianza con la actriz warholiana Mary Woronov, que está relacionada con el lugar de donde venía Bartel, que es el underground neoyorquino”.

¡Libertad, libertad, libertad!

El último foco se verá dentro de la sección Pioneres Queer y estará dedicado a Libertad Leblanc, una figura muy vinculada al erotismo, pero no tanto a lo LGBTIQ+. ¿O sí? Responde Trerotola: “Ella fue, como Isabel Sarli, una contraseña de la cultura queer. Si uno ve sus películas, y esto es algo que se relaciona con las películas de Bo y Sarli, siempre está traficando diversidad sexual. Ella era queer, y entonces atraía otras expresiones de eso. Vamos a pasar Testigo para un crimen, de 1963, que tiene la primera aparición travesti del cine argentino, y está protagonizada por ella. También El derecho de gozar, de 1968, que no fue estrenada comercialmente y es un thriller erótico que tiene algo de erotismo silvestre, como decía Jorge Acha. Ese erotismo es una forma de ser queer. En la tercera película, Furia en la isla, hay una lesbiana marginal y delincuente, un arquetipo pensado de una manera más estrafalaria. Muchas veces se deja de lado de las rebeldías o desobediencias sexuales la figura de la vedette, la diva o la pin-up erótica. El festival siempre la reivindicó, pero últimamente hay otros discursos que resaltan esa figura transgresora dentro de géneros menores como el cine erótico o el teatro de la revista. Hay que empezar a pensar que había una transgresión en esas personalidades que construyeron una forma de ser, una forma de erotismo”.