La primera imagen es un fragmento de un video casero: una Evita vaporosa, entre humos y glitter. María Belén Correa pone en escena a la madre de los descamisados en un cabaret de Hannover, en Alemania. Y es todo un éxito. 

¿Qué hay detrás de ese personaje que brilla con cobertura de strass? Presencia y destrezas forjadas en situaciones que van desde el baile en las comparsas de febrero hasta el destape de las tetas frente al Congreso como gesto político. Y también: las piruetas para escapar del bullying en su pueblo de origen y de la violencia institucional, desde las torturas en comisarías hasta las experiencias que vivió como migrante tras pedir asilo político en Estados Unidos. La historia de María Belén, la de Cinthia Aguilar, la de Edith “La Tajo” Rodríguez y la de Julieta “La Trachyn” González sirven de muestra de las de toda una comunidad, y una generación. Ellas son las protagonistas de los cuatro capítulos que, justamente, toman como pilares a los carnavales, los exilios, los efectos y la organización política, y se titulan “Plumas”, “Valijas”, “Besos” y “Reveladas”. La miniserie documental que dirigieron Agustina Comedi y Mariana Bomba, con la producción de Vanessa Ragone, fue creada a partir de una selección de imágenes del Archivo de la Memoria Trans, un reservorio de más de 10 mil fotos y testimonios, recolectados por la misma María Belén Correa y Cecilia Estalles, quienes llevaron a la práctica un anhelo de recuperación de las historias de la comunidad que empezó con una caja de zapatos.

“Si estas fotos están aquí, es porque sobrevivieron gracias a alguna compañera y fue por eso que llegaron a nuestras manos”, dice María Belén. Todas llevan marcas, las huellas de las mudanzas, las corridas, las inundaciones, los secuestros. Sus manchas y rayones fueron respetados por el trabajo de preservación que llevan adelante en el Archivo: “Nosotras no reconstruimos las fotos. Solo frenamos el proceso de descomposición y la dejamos tal cual nos llegó para mostrar todo lo que le pasó a esa foto y también a la persona… Las familias las quemaban a estas fotos porque había que borrar el testimonio de la oveja negra. Hubo compañeras que mientras las estábamos velando entraba la familia a saquear su casa. Aparecían para vender el terreno y demoler la casa con todas las cosas adentro. O sacaban lo que tenía valor y el resto lo quemaban. A todas estas historias hay que ponerlas en el contexto de la necesidad de una reparación. En un país donde la identidad es tan importante, hasta el 2012 nosotras no teníamos identidad. Ni democracia. Hasta 2012 se puede hablar de una memoria marcada por la heterocisnormatividad”.

¿Cómo sería exactamente “una memoria marcada por la heterocisnormatividad”?

María Belén Correa: El ser expulsadas de nuestras casas y familias hacía que no tuviéramos a nadie que reclamara por nosotras. Tampoco teníamos hijos. Lo único que teníamos eran amigas de las que sabíamos quizás sólo el apodo. Ni siquiera su nombre legal, para poder buscarla, averiguar qué le pasó. Ese lugar, de reparación, hoy lo está ocupando un poco el Archivo de la Memoria Trans mediante fotos, recuerdos y los testimonios de las sobrevivientes.

Justamente en uno de los capítulos aparece una mención a las Madres y a las Abuelas de Plaza de Mayo como modelo...

M.B.C.: Vi un documental sobre las Madres en el que en un momento les preguntan cómo ellas habían hecho para lograr tener el archivo más completo y más importante de la dictadura en el contexto de un Estado que se había encargado de destruir todas las pruebas. Y ellas responden que tenían lo más importante, que era la memoria de los sobrevivientes. Ahí fue que dije: “Tengo que hacer eso, tengo que juntar a las sobrevivientes”. Yo tenía la caja de fotos que la histórica activista Pía Braudacco había juntado y empecé a buscar a las compañeras y a nuclearlas en un grupo cerrado de Facebook.

Es impresionante que los capítulos hayan sido compuestos casi por completo por estas fotos fjas, pero que realmente den una sensación de movimiento, hasta de baile. ¿Por qué es eso?

Agustina Comedi: Por un lado, la temporalidad la da la voz y por otro hay distintas formas de amalgamar el material para que construya escena. Está el criterio de agruparlas por asociación temática, que es el más evidente. Pero también hay otros modos. Por ejemplo, juntábamos dos fotos y nos dábamos cuenta de que conectaban muy bien porque había repeticiones, como un gesto o un color. Pasa lo mismo en el montaje del cine en general: juntás dos escenas y puede pasar que se repelan o que se atraigan.

¿Sería algo así como tratar las fotos como planos?

Mariana Bomba: El relato se da en el movimiento, y acá no lo teníamos. Nosotras las pensamos como planos. Algo muy interesante pasaba en el momento en el que nos deteníamos en una foto: el movimiento producía en otras capas. Podías “transitar” la imagen, es decir, detenerte en algunos detalles. En algunos casos incluso trabajamos detalles de fotos. A otras imágenes las reconstruimos. Fue un trabajo para entrar en la potencia que tiene la imagen fija. Fuimos articulando imágenes fijas para acompañar el relato que iba haciendo la voz, el testimonio. Más allá del trabajo que hicimos con Agustina también hay algo muy especial en esas fotos porque fueron tomadas por ellas mismas y dan cuenta de todas estas historias. Esas fotos tienen algo adentro que es único.

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