Querida,

Mañana es el día de tu operación, me gustaría preguntarte cómo te sentís pero sería tan absurdo como intentar escuchar el latido de los pájaros en mi ventana. Hace tres meses que decidiste sacarte las tetas y el tiempo pasó muy rápido. Primero andabas como niño con chiche nuevo jugando con el binder de acá para allá, te dejaba unas marcas enormes a la altura de las costillas. Hacías como que si no te doliera, igual que cuando en el Parque Pereyra te caías de los árboles y disimulabas el dolor de la caída para que no te prohibieran jugar en las alturas.

Ya que estoy por estos tiempos, muchos años más tarde, aprovecho esta carta para decirte que estoy muy contenta con este cuerpo que compartimos. Que de las horas dentro del quirófano ni te vas a dar cuenta. Durante los segundos antes de que la anestesia haga efecto, vas a hacerte una pregunta muy concreta ¿qué pasa si me muero? Pero te vas a quedar dormida antes de pensar en la respuesta. Te vas a levantar 4 horas más tarde con mucho frío y con ganas de ver a tu mamá. Sí, tenés 35 años, pero cerca de tu mamá es el lugar más parecido que conocés a estar a salvo. Esa noche vas a dormir acompañada y a hacer pis diez veces. A la tarde, en el jardín de tu casa de la infancia, justo debajo del ciruelo al que trepabas cuando eras una niña que quería ser niño, estarás brindando con cerveza rodeada de amigues. Harán chistes sobre tus nuevos pectorales envueltos en vendas llenas de pervinox. Para ese momento vos ya te viste, llena de hilos, con pezones negros como carbón y una hinchazón verde que se irán deshaciendo a medida que pasen los días.

Sobre tus aventuras sexuales no te voy a decir mucho. Se te va a hacer costumbre rogar para que te toquen las cicatrices noches enteras. Los días de humedad te harás festines entre los dedos yendo de una punta a la otra, del lado derecho y del izquierdo. Tocando la costura a veces fuerte y a veces suave. Se te van a poner rojas y coloradas. Lo vas a disfrutar mucho.

Volverás al protector factor 50, como cuando corretebas por la orilla con las tetitas al aire, las mejillas blancas y la huella con crema del dedo de tu abuela en la frente. Con el pecho bien pringado, pondrás la mirada fija en el horizonte para no tener que andar cotejando quienes te miran para saber que sos. Con una de las mallas que te regalaron para navidad sentirás un frescor mentolado en la primera zambullida. Pezones erectos y el latido de tu corazón un poco más cerca de la sal que antes.

Las cosas irán bien y mal. Una pandemia mundial detendrá el mundo, los gobiernos no sabrán muy bien qué hacer y morirá mucha gente. Por un tiempo el encuentro, la fiesta y el roce quedarán rezagados. Será tu deseo y el de muchxs volver a encontrarse a transpirar juntxs, despilfarrar el cuerpo, acarrear babas y abrazarse por largos ratos. Pero sucederá. Por eso te escribo. Mañana es 6 de noviembre y en Buenos Aires vamos a festejar el orgullo del año 2021. A encontrarnos después de un montón de tiempo. Tengo ganas de que me abracen mucho y que me llenen los pectorales de besos las lesbianas, ella, las mostras, las travas, mis amigos trans, la loca, elle y quien sea. Tengo ganas de marchar con un cartel que diga “¿Dónde está Tehuel?”.

No te voy a mentir, estamos cada vez más a la intemperie en un presente muy denso. Con un olor rancio que nos deja de cama. Igual intentamos inventar, construir lugares tranquilos y darnos tregua.

Te quiero agradecer por lo que hiciste con nuestro cuerpo, fue un alivio.