La feria arteba enfrentaba varios desafíos para la realización de su trigésima edición. 2020 y la pandemia habían sido una retahila de malas noticias para el evento. El parate obligado por motivos sanitarios, quejas de los expositores ante el manejo administrativo de la suspensión de la edición anterior y reclamos varios se habían acumulado. Pero hasta el momento, la feria de artes visuales más importante del país parece haber salido airosa del trance. Con la dirección ahora a cargo de Lucrecia Palacios, el clima que pudo percibir Página/12 durante la preapertura del jueves era de celebración. En los pabellones y las calles de Arenas Studios (Av. Pedro de Mendoza 965) se respiraba cierto alivio por el regreso, pero también un esfuerzo de los participantes por aparentar aplomo y normalidad.

En el ambiente de las artes visuales ya se comentaba que este año la feria apuntaba a recuperar su brillo y que se esperaba que las galerías más importantes del circuito aportaran la presencia de trabajos de grandes nombres del arte local. En eso cumplieron. Los Berni saltan a la vista, lo mismo que Yuyo Noé, Stupia, Marta Minujín, Schvartz, Pombo, Liliana Maresca, Julio Le Parc o Nicola Constantino. Son, desde luego, los hitos más cotizados de una feria que, salvo el sector editorial y el bar, tasa sus ventas en dólares.

Pero arteba no consiste sólo de grandes nombres. Los consagrados conviven con artistas emergentes y las galerías decanas del sector (la mayoría de ellas en los pabellones 1 y 2) coexisten con Factor, el espacio que la feria reservó a las galerías que intentan hacerse un lugar dentro del ambiente a fuerza de propuestas con ánimo rupturista.

Para cuando el viernes la feria abrió al público general, los visitantes pudieron ver los famosos puntitos rojos en los cartelitos explicativos de las obras: coleccionistas privados e instituciones hicieron sus adquisiciones en la previa. Pero los visitantes podrán disfrutarlas hasta el domingo. Luego, esas obras se incorporarán a los patrimonios de particulares o museos.

Para visitar la feria conviene acercarse hasta la Usina del Arte y luego caminar algunas cuadras por el Paseo del Arte (arteba coincide con la realización de la Semana del Arte, organizada por la Ciudad). Ya atravesada la puerta, es inevitable ver “Pardes, by Nicola, el jardín donde el tiempo se detiene”, la instalación de flores de Nicola Constantino. La rosarina disfruta de un lugar privilegiado, destacado por fuera de los pabellones y las galerías.

Esta edición de arteba auna distintas etapas del arte contemporáneo argentino, pero también tiene espacio para propuestas retrospectivas muy valiosas, como el trabajo de investigación de la galería Rolf Art en torno a los 30 años de La conquista, la exposición fotográfica que en 1991 realizaron Liliana Maresca, Marcia Schvartz y Elba Bairon junto a una multitud de artistas, y cuya experiencia se recupera a través de fotografías de Marcos López, de la propia Maresca y de material de archivo (que incluye el artículo a doble página que en su momento escribió Fabián Lebenglik para Página/12).

Si los pabellones más tradicionales con las galerías del circuito mantienen su cuota de solemnidad, esa sensación se desarma un poco en los stands que vienen de las provincias (sobre todo, Rosario y Córdoba), en la isla editorial (donde hay algunas joyitas a precios razonables para bibliómanos) y, sobre todo, a medida que uno se acerca a Factor. En los alrededores circula con naturalidad un hombre-cono plateado, y ya adentro las exposiciones y las performances guardan límites difusos: una artista sopla y hace flotar un papelito metalizado aquí, alguien anima un karaoke con un clásico ochentoso más allá y las galerías más jóvenes buscan presentaciones llamativas, como PM (de Buenos Aires) que montó una suerte de carpa de las maravillas, atestada de obras para que los visitantes entraran, rodearan y rebuscaran.

Pero más allá de perfiles estéticos y comerciales, la recorrida por los pasillos de arteba deja en evidencia que el circuito anhelaba el regreso. Un poco por los reencuentros y otro mucho para terminar de reactivar el mercado. Que no sólo de muestras virtuales vive el arte.