La adicción a los analgésicos y sus terribles consecuencias a la salud de la población empieza romper las barreras del siempre negacionista e interesado de-eso-no-se-habla. Pandemia silenciosa pero potencialmente mortal, la automedicación y/o la prescripción de medicamentos cuyos efectos adversos son peores que los dolores que pretenden calmar, es uno de los grandes problemas de la sociedad actual. El uso y abuso crónico de calmantes es una realidad que la ficción empieza a abordar con Dopesick, la miniserie que cuenta la crisis por el consumo de opoides que afecta principalmente a Estados Unidos, a través del caso real de OxyContin, un medicamento que se masificó a mediados de los noventa bajo la falacia de ser inofensivo y que provocó una adicción que hoy es la principal causa de muerte entre los estadounidenses mayores de 50 años.

Protagonizada y producida por Michael Keaton (Batman, Birdman, Spotlight), Dopesick no es una serie médica al estilo de ER Emergencias, Dr. House o The good Doctor. En realidad, la ficción que desde este fin de semana se puede ver en la plataforma Star+ se aleja del espíritu de aquellas series posicionándose como un drama de denuncia, que busca entretener con una gran calidad de realización e interpretaciones, sin dejar de iluminar el lado oscuro que se esconde detrás del cada vez más cotidiano consumo de medicamentos. A lo largo de ocho episodios, la miniserie cuenta en clave dramática una historia real que está a la vista de todos los estadounidenses pero que el lobby farmacéutico invisibiliza y narcotiza en los grandes medios. Dopesick está escrita por el ganador del Premio Emmy Danny Strong (Empire, Recount, Game Change) y dirigida en sus primeros episodios por el ganador del Premio Oscar Barry Levinson (Rain Man).

Basada en el libro Dopesick: Dealers, Doctors and the Drug Company that Addicted America, escrito por Beth Macy, la serie narra el inicio de esa epidemia a partir de la adicción que causó la popularidad de OxyContin, la droga que el laboratorio Purdue Pharma distribuyó en el mercado estadounidense sin advertir las consecuencias letales que traía su consumo. De hecho, el uso de opiáceos en los Estados Unidos fue declarado "emergencia nacional" en 2017, cuando el Centro para el Control de Enfermedades (CDC) determinó que más de 47 mil estadounidenses habían muerto solo ese año por sobredosis de opiáceos. En la actualidad, se calcula que solo en los Estados Unidos mueren 130 personas al día por la epidemia de opiáceos.

“La serie se mete de lleno contra una de las familias más poderosas de los Estados Unidos (los Sackler, dueños del laboratorio que comercializó OxyContin) y contra las farmacéuticas. Me da mucho gusto que Disney se haya animado a contar esta historia. Se hizo una investigación exhaustiva en la que cada cosa que se ve en la serie está investigada y probada. Se revisó cada palabra, cada gráfica y cada dato que se da sobre cómo la farmaceútica engañó a los Estados Unidos, está todo chequeado con pruebas. Por eso es casi como un docudrama”, detalla a Página/12 Patricia Riggen, la cineasta que dirigió dos episodios de Dopesick. “Por eso -agrega la directora mexicana- una de las decisiones que se tomó al principio fue no hacer cine sofisticado, sino tratar de contar la historia del modo más natural y realista posible. La decisión estética fue hacerla desde el realismo, porque no estamos contando una historia solo para entretener, sino lo que pasó y pasa en la realidad”.

El centro de una trama que va y viene en el tiempo recae en el cuerpo y las cavilaciones de Samuel Finnix (estupenda actuación de Michael Keaton), un típico doctor de pueblo, viudo y preocupado por su pacientes, que comienza a recetar el opioide que calma el dolor y supuestamente no tiene ningún efecto adverso de gravedad. Una de quienes reciben el “calmante mágico” es Betsy (Kaitklyn Dever), una minera del pueblo que empieza a consumir el fármaco para aliviar el dolor de espalda que le provocó un accidente laboral y que en su adicción se comienzan a hacer visibles las peligrosas consecuencias del opioide. En paralelo, Dopesick muestra no solo la investigación judicial en la que derivó esa “estafa” ética del laboratorio (hoy con un litigio judicial millonario) y los esfuerzos de la poderosa industria farmacéutica para silenciar cualquier avance, sino también la engañosa estrategia comercial detrás del OxyContin, representado en un vendedor del laboratorio que convence al doctor Finnix de que recete sin problemas el opioide.

“Keaton es un genio de la actuación, uno se queda con la boca abierta al verlo trabajar, es muy especial. En Dopesick hace un trabajo impresionante, con ese doctor que va transformando su personalidad. Su actuación es espectacular de principio a fin”, cuenta Riggen sobre el actor ganador de un Globo de Oro por Birdman. “A Michael no le gusta hacer muchas tomas, estar mucho tiempo en el set. Rápidamente me di cuenta de eso y ajusté mi manera de filmar a su manera. Me preparaba muy bien y ensayaba las tomas con otro actor para, recién cuando la tenía perfectamente lista, lo llamábamos a él para hacerla una o dos veces, porque no le gusta repetir mucho. Me di cuenta que filmar rápido era una manera de mantenerlo feliz. Y lo vale, porque Michael lo trae y lo da todo”, subraya Riggen.

Dopesick es una ficción desgarradora, plagada de humanidad y empatía, que aborda la problemática desde todas las perspectivas posibles: la angustia que padece una pequeña comunidad minera de Virginia y las contradicciones de un simple doctor hasta las reuniones directivas de los grandes laboratorios, pasando por la investigación de la DEA y el trabajo de la Administración para el Control de Drogas del Departamento de Justicia norteamericano. Una trama que visibiliza la epidemia pero que no se limita a contar las historias mínimas de las víctimas, sino que profundiza en el manejo corporativo, económico y político detrás de un problema estadounidense pero que puede proyectarse al resto del mundo.

“Había escuchado hablar del tema pero no tenía absolutamente idea de la manera brutal y criminal con la que actuó esta farmacéutica”, reconoce Riggen, que señala los motivos por lo cuales desea fervientemente que Dopesick se vea en América Latina. “Es importante que se enteren de lo que pasó en los Estados Unidos porque luego nos puede a pasar a nosotros. Porque cuando las farmacéuticas dejen de vender allí, ¿a dónde se van a ir a vender? No van a parar. Van a entrar por Mexico y van a llegar a la Argentina. Por eso tenemos que estar muy al tanto de esta crisis que provocó en Estados Unidos más muertes que la que causó la Covid: más de 500 mil personas murieron por la crisis del opioide. En las audiciones, cuando preguntábamos cuál era la conexión con el tema, todos los actores decían que tenían un primo, un hermano o un hijo o un padre adicto. Es la crisis más importante en los Estados Unidos y de eso no se habla. Sigue sucediendo y nada ha cambiado”, se lamenta la directora de la primera serie que cuenta la epidemia.

-¿Cree que la ficción tiene la potencia necesaria para crear conciencia sobre este flagelo que desde hace un tiempo afecta a Estados Unidos?

Patricia Riggen: -Una serie buena, que le llegue a la gente, es capaz de crear más conciencia, conversación y cambio que una nota periodística. En los Estados Unidos, el tema estuvo en las noticias, pero allí las noticias no hacen cambiar mucho a la gente. En cambio, el entretenimiento, sí. La esperanza es que la serie provoque la posibilidad de cambio. Mientras la filmamos, durante la pandemia, todos sentíamos que nuestra misión no era hacer algo entretenido y ganar dinero, sino la importancia de contar esta historia real.