Una parte del sueño se cumplió. La juegoteca de la autogestionada Madygraf, ex imprenta Donnelley, estará abierta todos los días, de seis de la mañana a diez de la noche, y así las familias que ahora están separadas por trabajar en diferentes turnos tendrán un lugar de reunión. Tras consolidar los casi tres años de producción sin patrones --luego de que los gerentes locales de la multinacional cerraran los portones y declararan una quiebra que los trabajadores y la propia ex presidenta Cristina Kirchner denunciaron como fraudulenta--, la primera juegoteca del gremio gráfico ampliará su horario, con docentes rentados. Si mañana la Cámara de Diputados bonaerense aprueba la ley de expropiación de la planta habrá festejo, con la esperanza de que la cooperativa Madygraf no corra la misma suerte que el resto de las empresas recuperadas, cuya expropiación fue vetada por la gobernadora María Eugenia Vidal. 

Luli Borge trabaja en el sector encuadernación de revistas. Tiene 30 años y un nene de 7. Nació en el Delta y vivió en las islas hasta que se casó y se mudó a Escobar. Poco después de que los trabajadores de la ex Donnelley ocuparan la planta de Garín, en agosto de 2014, y pusieran en marcha las rotativas, la asamblea de la nueva empresa aceptó que las esposas y los familiares directos ingresaran a la producción. Algunas de las mujeres que formaron parte de la comisión contra los despidos dispuestos por los antiguos patrones, comenzaron a trabajar en la planta en febrero de 2015.

“Tomaron la decisión porque necesitaban entregar los trabajos a tiempo. Me anoté y empecé embolsando Billiken. No somos sólo las esposas, somos las compañeras obreras”, dice la joven, cuyo marido, Carlos Lescano, está en el sector despacho. Su hijo Esteban va al colegio en Garín, y entra a la juegoteca a las cinco. “Nos va a cambiar la vida, por fin vamos a poder hacer los mismos turnos con Carlos. Es un espacio que disfrutan, se conocen con los amigos. Luchamos mucho para ponerla en pie, a puro fondo de lucha, es un gran orgullo. Nos da independencia para trabajar y los tenemos cerca”, agrega Luli a Página/12. “Esteban tiene Síndrome de Asperger, y en la escuela le cuesta sociabilizar pero acá hizo más progresos, hay contención. Cuando tu nene sale contento y quiere volver, ya está todo dicho”, subraya.

La ampliación del horario de funcionamiento de la juegoteca fue posible a partir de un subsidio del ministerio de Desarrollo Social de la Nación, que permitirá continuar los talleres de deportes y juegos recreativos, literario, de arte, folklore, ajedrez y yoga infantil. Al principio las docentes, estudiantes y profesionales trabajaron ad honorem, dos días a la semana y en un solo turno. El espacio, con capacidad para cien niños, fue diseñado por una arquitecta solidaria, quien previó todas las medidas de seguridad e higiene vigentes. Solo otras dos fábricas del cordón industrial de zona norte cuentan con instalaciones similares, Unilever y Kraft.

Jugar, aprender, divertirse

En un rincón de la enorme gráfica, una de las más grandes de América latina, la juegoteca funcionará también como guardería, con un proyecto que combinará educación no formal, basada en el juego, y la tradicional. “Pueden venir chicos de entre 45 días y 15 años, pero no para ser ‘guardados’ sino educados, en una propuesta que gira en torno de la reflexión, la experimentación, el destierro de estereotipos y prejuicios, talleres de música, teatro, literatura y de educación sexual integral”, describe Ingrid Hirsch, abogada del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (Ceprodh). “Todo lo que conquistaron se podría asentar si sale la expropiación. La justicia comercial les dio un año más de alquiler pero eso no alcanza para muchos de sus clientes, que pretenden mayor proyección a futuro. Y, además, la justicia ya no les retendría el 10 por ciento de la producción que ahora se queda para las indemnizaciones de los acreedores de la quiebra, que en tres años ya se llevaron 10 millones de pesos. Si el Ejecutivo bonaerense vetara la ley, como hizo con casi todas las recuperadas, a excepción de Artex de Quilmes, todo esto quedaría en la nada”, advirtió Hirsch, a pesar de que la empresa autogestionada contó con el apoyo económico de Desarrollo Social y el ministerio de Trabajo elogiara plan de negocios. “Explicaron por qué son viables, los costos, las entradas y salidas, el mantenimiento de las máquinas y de la planta, algo que Donnelley no hacía. Y fueron elogiados por economistas”, agregó Hirsch.

“Cuando la multinacional yanqui cerró sus puertas y nuestros maridos entraron a la fábrica para ponerla a producir, nosotras armamos una carpa en la puerta, y nos turnábamos para mantener una guardia permanente de mujeres. Armamos nuestra primera guardería en el acampe. Mientras algunas mujeres salían a difundir nuestra lucha en defensa de los puestos de trabajo, otras cuidábamos a los niños”, relata Erica Gramajo.

Las prácticas de la Carrera de Trabajo Social de la UNLU se realizan allí. Maria Inés, estudiante de Taller 2, da apoyo escolar y dice con una sonrisa: “Los chicos tienen un cuidado integral, algo fundamental para estos trabajadores que se ponen al frente de la fábrica. Para eso necesitan tiempo, pero tienen la tranquilidad de dejar a sus hijos acá”.

La experiencia autogestiva de Madygraf fue apoyada por un amplio espectro de organizaciones y personalidades de diversos ámbitos. Los “cuadernazos” que hicieron en el centro porteño son un clásico. Todavía hoy siguen donando cuadernos a las escuelas de la zona y podrían hacer mucho más si la planta resulta finalmente expropiada. Así lo entendieron, entre otros,  Adolfo Perez Esquivel, Osvaldo Bayer, Nora Cortiñas, Elia Espen, Norma Díaz, Alejandrina Barry y Victoria Moyano Artigas, como también Diana Conti, Hector Recalde, Víctor De Gennaro, Margarita Stolbizer, Fernando Pino Solanas, Myriam Bregman, Nicolás del Caño, Nestor Pitrola, Christian Castillo, Alejandro Bodart, Patricia Walsh, Vilma Ripoll, Julio Piumato, Laura Vilches, Luis Zamora y Hector Bidonde.

“Mientras los grandes empresarios se niegan a resolver este problema de las familias trabajadoras, la cooperativa está poniendo todo su esfuerzo en resolverlo del mejor modo, que los niños puedan jugar y aprender cerca de sus mamás y papás. Por eso Madygraf es un gran ejemplo de solidaridad, y ahora con la juegoteca dan una muestra de preocupación por las trabajadoras y trabajadores que pueden dejar a sus hijitos en un lugar confortable”, celebró Bregman.