“Y después te escrachamos en tu casa Graciela. Por terrorista y atentar contra el gobierno de Macri. Te tenemos en la lista de los que tiran bombas.” La escritora cordobesa Graciela Bialet recibió esta amenaza en Facebook. Fue tras compartir una nota de este diario que mencionaba a Luis Muiña, el represor beneficiado por el fallo de la Corte que, a esta altura, ya lleva el rótulo de la vergüenza del “2x1”. Bialet es la autora de Los sapos de la memoria, todo un clásico de las escuelas secundarias, el primer libro que abordó el tema de la apropiación de niños durante la dictadura para lectores jóvenes, y por el que fue citada a declarar en la megacausa de La Perla. La escritora se presentó ante la Fiscalía Federal 3 de Córdoba y denunció la amenaza y anteriores intimidaciones. Las numerosas expresiones de solidaridad y de repudio a lo sucedido, que partieron de colegas pero pronto se extendieron a todos los ámbitos, le dieron a la escritora –según cuenta a PáginaI12– “el abrigo de saber que el camino sigue siendo el colectivo, y que somos muchos para cuidarnos”.
Bialet es reconocida tanto por su trabajo como escritora como por una extensa labor de formación docente, como la que llevó adelante con el Plan Nacional de Lectura. Fue con Los sapos de la memoria, que narra la historia ficcional de Camilo Juárez en busca de su verdadera identidad, que fue ganando innumerables lectores jóvenes (el libro lleva ya veintidós reimpresiones, y se editó también en México) y abriendo puertas, cuenta también, a otras historias a partir de las preguntas que esos lectores hacían en sus familias. “Fue editado ‘formalmente’ en 1995, pero mucho antes ya lo repartíamos con mi marido en fotocopias. Porque sentíamos que en ese momento del país había que hablar de eso, y había que hablarles a los jóvenes. El libro tuvo consecuencias tan inesperadas como llevarme a ser citada a declarar en el juicio de La Perla, en 2014, ¡por la defensa de los acusados!”, recuerda la autora. Los abogados de los genocidas querían probar que, si esa historia era ficcional, las que se escuchaban en el juicio también podían serlo. Su testimonio terminó comprometiéndolos aún más.
La reciente amenaza puede verse en Facebook: se realiza desde la cuenta de quien dice ser Alfredo Vega, militar del Ejército, integrante de fuerzas especiales e instructor de taekwondo, radicado en la localidad de La Calera, a cuarenta kilómetros de donde vive Bialet. El libro y su trabajo sobre literatura y memoria ya le habían valido a la escritora anteriores intimidaciones (calificadas así porque las recibió por mensaje privado, y no de forma pública en una red social, como ocurrió ahora). “Ladrona. Andá a vender tu libro a Kristina en Tecnópolis”; “¿Es su literatura para niños enseñarles verdades a medias o mentiras enteras? ¿Está conciente que una gran parte de la población no comparte sus ideas? Ud. censura mentes nuevas, vírgenes”, decía una de aquellas intimidaciones, firmada por un “educador y militar que participó de operativos de secuestros”, y que actualmente trabaja en el Ministerio de Educación de Merlo (esa persona ya fue identificada y su nombre figura en el expediente de la denuncia para su investigación). Ante la Justicia, Bialet es representada por Claudio Orosz, abogado querellante en causas por delitos de lesa humanidad.
Los mensajes comenzaron el año pasado. La escritora los enmarca en un “clima de época”: “Están empoderados”, dice. “Hay un permiso que se abre, un aval implícito, cuando el secretario de Derechos Humanos recibe a organizaciones que defienden a genocidas. Cuando desde el Gobierno se vuelve a levantar la teoría de los dos demonios. Hay una parte de la sociedad, que es mínima, a la que no le importa lo que haya sancionado la Justicia, que necesita dar vuelta todo, y que no soporta la diversidad de opiniones. Que un tipo como Menéndez pida el 2x1 nos habla del retroceso alarmante que estamos viviendo. A un tipo que tiene doce condenas a perpetua, ¿le van a dar seis cadenas perpetuas y delivery a domicilio?”, cuestiona.
El Centro Pen Argentina (rama local de la más grande y antigua asociación de escritores mundial) encabezó la denuncia pública por las amenazas contra Bialet, destacando su condición de escritora pero también de testigo en una causa de delitos de lesa humanidad, con la firma de su presidenta, Luisa Valenzuela, y de escritores como Ana María Shua, Silvia Shujer, María Teresa Andruetto, Laura Devetach y Ricardo Mariño, entre más de seiscientos escritores. “No se han acallado las voces en las plazas en defensa de la justicia y en contra de la liberación de los genocidas condenados, y nuevas amenazas se repiten contra escritores comprometidos con la defensa de los derechos humanos”, advierten en una carta, resaltando la “curiosa sincronía luego del fallo del 2x1”. “En un país que ha sufrido la persecución, encarcelamiento, exilio y asesinato de más de un centenar de escritores, una amenaza nunca es aislada o menor”, argumentan, y exigen a las autoridades “el máximo esfuerzo para identificar y castigar a los responsables”. Otras entidades, como el Colectivo LIJ y la Asociación Cultural Israelita de Córdoba (en cuyo muro Bialet recibió la amenaza), también sumaron firmas y adhesiones. “Nuestra única defensa sigue siendo la movilización y la marcha, lo colectivo. Y a este apoyo lo siento como un abrigo”, agradece la escritora, que mañana está citada a declarar.