“Para mí, en mi cabeza, ese vehículo podía estar transportando droga o podían estar armados”, dijo textualmente el inspector Gabriel Isassi en su indagatoria. “Dentro del vehículo especulamos que ese auto podía estar trasladando drogas o que podía estar llevándose armas”, sostuvo el oficial Fabián López. “Yo no sabía quiénes eran, si tenían armas, si tenían drogas, la verdad no lo sé”, argumentó a su vez el oficial José Nievas. Todas estas frases son textuales de las declaraciones de los tres policías. Los tres dispararon y los tres repiten las insólitas frases: “siento que”, “era imposible saber”, “nuestra cabeza estaba en que podían tener droga”. Y en base a esas especulaciones, dispararon, no a los neumáticos ni siquiera al auto de los chicos, sino a la cabeza: la autopsia consigna que Lucas González recibió un balazo en plena cabeza y el otro le rozó el pómulo.

Pacto

Las tres declaraciones parece pactadas porque tienen un esquema exactamente igual: Isassi, Nievas y López, los tres, arrancaron diciendo que su accionar se justifica porque la zona es peligrosa por estar la villa. “La comuna 4 es una de las más complejas, la que tiene más delitos“, inaugura Isassi. Pero Nievas se extiende un poco más: “que quede en claro, sin estigmatizar esa zona, yo trabajé en la comisaría 45, pero es diferente la problemática y los delitos que hay en esa comisaría. Tal vez en esa comisaría la detención de un vehículo, es una persona que detenía la marcha y acataba las órdenes. Pero en esta zona es diferente, se trata de un lugar complejo en el que ante una detención pueden exhibir armas de fuego, y hay que estar muy atento." O sea, los jóvenes eran sospechosos porque venían de la villa, aunque de la cancha de entrenamiento de Barracas Central.

El punto en el que parecen haberse puesto más de acuerdo --tuvieron bastante tiempo para hacerlo-- es en declarar que hicieron sonar la sirena dos o tres veces y que se pusieron los chalecos identificatorios. Dicen que no pusieron la “licuadora”, que es la baliza móvil que tenían y que se pone arriba del techo. Obviamente no podían decir otra cosa, porque hay imágenes de la persecución y no tenían la baliza en el techo. Algunos expertos policiales dicen que igual debieron poner la baliza, aunque no hiciera luces: no importaba, eran las 9.30 de la mañana. Todo eso deja la sensación de declaraciones pactadas, armadas. Los amigos de Lucas son categóricos: los policías nunca se identificaron, no pusieron la sirena ni la baliza, ni les dieron el alto. Habrá que ver qué dicen los testigos, uno de los cuales declaraba en la tarde de este martes.

Disparos

"En allanamientos me ha tocado secuestrar ametralladoras, escopetas --declaró Nievas--. Entonces estas cosas hacen que uno sienta un riesgo inminente en estos lugares. Al bajar del vehículo y gritar 'policía, policía, apagá el motor', ver al Inspector Issasi gritando a mi izquierda 'policía policía', 'apagá el motor'. No apagan el motor y avanzan, me agreden con el vehículo, me choca, y cuando yo noto que el conductor viene hacia mí (yo estaba a un metro y medio), hace el volantazo en primera contra mí. Cuando me choca repelo la agresión. Yo disparé, me choca a mí, choca la puerta del auto y se va. Me dolía la pierna, lo veo a mi compañero, el inspector tirado, y bueno es eso". Esta es la explicación que los tres dan por los disparos. Admiten que nadie les disparó, admiten que nadie exhibió un arma amenazante, todo lo cual hicieron circular el primer día para justificar el asesinato de Lucas. En ninguna de las tres declaraciones se menciona siquiera el arma de juguete. El único argumento es que el auto se les vino encima, justamente porque los chicos se escaparon porque pensaban que los robaban. 

Pero en las tres declaraciones, en las 45 páginas de textos, no dicen, sobre todo, por qué dispararon a la cabeza, por qué tiraron a matar.

Fugas

Una inconsistencia que al menos llama la atención es que en las tres declaraciones se supone que los jóvenes llevaban armas o drogas, pero resultó que Lucas y sus compañeros pararon en la ochava a comprar y tomarse jugos. Los tres policías esbozan un argumento que parece insostenible: no explican cómo se compadece una salida con un cargamento caliente, como pueden ser drogas o armas, con la decisión de parar a tomar jugo. Y esgrimen que “lo sospechoso es que estacionaron en la ochava, que no está permitido, cuando había otro lugar para estacionar”.

Datos

Como sucede con toda indagatoria, al principio, ante el juez Martín Del Viso y los fiscales Leonel Gómez Barbella y Andrés Heim, los tres efectivos dejaron sus datos. Issasi tiene 40 años, fue miembro de la Policía Federal y luego de la porteña. Como parte de esta última hizo procedimientos a pedido de Claudio Bonadío. Hizo uno en Santa Cruz, para la causa sobre Hotesur, y luego tareas de espionaje, de civil, sobre Los Sauces, casos que luego terminaro unificados y donde el fallecido juez incriminó a Cristina Fernández de Kirchner y sus hijos. Tiene 40 años y gana 170.000 pesos. José Nievas tiene 36 años, es policía desde 2014 y gana 101.000 pesos. Fabián López tiene 46 años, gana 150.000 pesos.

Como ninguno aceptó contestar preguntas, las inconsistencias quedaron planteadas, pero sin respuestas. ¿Por qué dispararon si nadie les disparó? ¿Por qué dispararon a la cabeza y no a las ruedas? ¿Por qué en lugar de interceptar a los jóvenes no los siguieron mientras pedían refuerzos? Y, por supuesto, queda averiguar el verdadero modus operandi de la patota policial: ¿se dedicaban a extorsionar, como señaló Página/12 el primer día? ¿Paraban a los que salían de la villa para sacarles plata para no armarles causas? ¿Qué hacía esa patota de civil y las demás patotas de civil de la Policía de la Ciudad?