A cada paso en la provincia de Salta se extienden canchas, potreros, arcos improvisados y partidos que se organizan como rayos en cada barriada.

Una sociedad regada de fútbol que lo juega, lo vive y lo palpita, pero que hace muchos años se ve privada de competir, con algunos de sus equipos históricos, en los torneos grandes de la argentina.

Es por esto que el partido de ayer entre Gimnasia y Tiro y Central Norte por la semifinal, que posibilita un ascenso al Nacional B, se vivió de manera diferente a otros partidos clásicos.

La provincia no transita una final por el ascenso al Nacional desde que Juventud Antoniana dio el batacazo en Cipoletti superando al local y logrando la plaza. Pero esto fue 25 años atrás.

Central Norte desde 1986 no participa de aquel torneo cuando solo logró mantenerse un año en la categoría. Por el lado de Gimnasia y Tiro el recorrido fue más extenso. Sin embargo desde el 2000 no transita la divisional, descendiendo desde aquel momento a torneos inferiores que nada tenían que ver con su historia y jerarquía.

Es por esto que la importancia del espacio en el segunda división del fútbol grande, se lee en clave de un espaldarazo anímico para el deporte y para el pueblo salteño que lo vive de sol a sol.

Un partido muy esperado

Desde el domingo pasado en que los pitazos finales se escucharon, el clásico que tuvo lugar ayer en el Estadio Padre Martearena, comenzó a jugarse.

Un partido que prometía público de ambos lados, situación poco frecuente para el fútbol argentino desde que comenzó la pandemia del covid. Sumado a esto, al ser equipos de la misma ciudad se multiplicaba la ansiedad, el nerviosismo, así como también el folclore citadino.

Durante la semana hubo idas y venidas por cuestiones de localía y otras pujas propias de un partido de tal magnitud. Nadie quería ceder un centímetro al rival.

Unos 14 mil espectadores repartidos equitativamente a cada parcialidad fue el acuerdo, y desde aquel anuncio, las boleterías se abarrotaron de la noche a la mañana como hacía mucho tiempo no vivenciaba el fútbol salteño.

Inéditas colas para sacar entradas, teléfonos que no paraban de sonar pidiendo reservas de tickets que, en esta oportunidad, no iban a poder llegar.

En los barrios la fiesta fue día tras día. En los comercios, en el trabajo, en los grupos de whatsapp. Chicanas, cargadas y mucho pronóstico por uno u otro. Dicen que las apuestas por asado y cerveza estuvieron a la orden del día.

También cuentan que muchos no pudieron pegar un ojo la noche anterior… hubo varios que amanecieron el día del partido desvelados de tanto pensar y soñar con la pelota acariciando la red.

El gran día

Los simpatizantes cuervos desfilarían por la Avenida Paraguay para ocupar la cabecera Norte del estadio. En tanto los albos tomarían la Avenida Tavella para llegar en caravana hasta su ubicación.

Desde temprano humeaban las parrillas, descansaban bombos y redoblantes en las veredas que cada tanto se los calentaba con alguna batucada.

En el barrio Mosconi se veía una bandera de la Filial Puerto San Julian de Central Norte, 3200 kilómetros recorridos con una ilusión a cuestas.

En tanto el pueblo albo se arrimaba hasta su estadio, el Gigante del Norte, y comenzaba un peregrinar hasta el Martearena .

Camiones rebozantes de fanáticos, familias enteras, grupo de amigos. El gorro, la vincha y la bandera que no pierden vigencia y menos a la hora de grandes eventos. La ilusión se palpaba intacta desde todos los puntos cardinales.

En la cabecera Norte se leían bien grandes las banderas de: “La Mayor” “La Banda de Central” y “El más grande de Salta”. Por el lado sur: “La Torcida” “Limache La3” y “La dale albo”.

A las 17, una hora antes del comienzo, las tribunas estaban calmas, sin embargo pasados 15 minutos se asoma Central Norte a comenzar sus movimientos precompetitivos. El clima comienza a tomar temperatura. Diez minutos mas tarde aparece Gimnasia y, ya con el grueso de hinchas sobre las tribunas, se vuelve un hervidero el estadio. 17:55, los equipos salen a la cancha y el Martearena es una fiesta. Se escucha el pitazo inicial minutos después de las 18... varios corazones dejan de latir por un instante. La suerte estaba echada.

Un partido de menor a mayor

Un primer tiempo que navegó entre la imprecisión y el nerviosismo no lograba convencer para nada en lo estrictamente futbolístico. Las tribunas eran una fiesta y parecían pedir a gritos un poco de contagio a esta pasión.

El duelo que sobresalió en la primera parte lo protagonizaron Diego Magno, el número 7 del equipo azabache, y Guido Milan, un gigante de 1.94 que sirve de muralla para la defensa de Gimnasia. El emparejamiento entre gigante y pequeño, avivó la llama en un partido apagado.

Sin embargo, en el momento en que mejor parado se encontraba Central Norte, Ivo Chaves marcó a los 41 minutos para sorpresa de propios y ajenos. Eso fue todo. Cierre de la primera parte y a pensar un nuevo esquema para la segunda mitad.

El equipo “Cuervo” dirigido por Ezequiel Medrán, pisó el campo para los segundos 45 minutos con otra actitud. Un planteo que logró terminar de plasmar cuando a los 20’ del segundo tiempo German Lesman conecta un cabezazo en plena área rival y empareja en uno el marcador.

Desde ese momento Central Norte se apoderó del partido y creció en juego e inteligencia táctica. Sin embargo, como en el fútbol las formulas lineales no siempre funcionan, a los 36 minutos, y en el momento de menor merecimiento deportivo, el equipo del Yagui Forestello coloca el 2 a 1 en los pies de Luciano Herrera.

Mas de uno creía que el partido estaba listo. Pero tampoco. Central volvió a resurgir y siguió empujando. Tal es así que faltando segundos para el final del tiempo adicionado, malogró una chance clarísima de gol bajo los tres palos.

Ahora sí, no había tiempo para más. El arbitro cordobés Ceballos dió el pitazo final y Gimnasia se llevó la victoria. Ambos equipos se fueron ovacionados y la pelota se llenó de alegría al sentir que podía volver a rodar en un marco repleto de pasión.

Epílogo de un partido histórico

Ganó Gimnasia y Tiro. Esa es la noticia. Un partidazo en las tribunas que logró contagiar a los 22 jugadores quienes terminaron dejando todo en la cancha, así como ofreciendo un espectáculo maravilloso tal como lo merecía el pueblo salteño.

El albo cenó un triunfo en las vísperas de su cumpleaños 119, colocándose en la final por el codiciado ascenso. Un partido que se disputará el domingo próximo en el estadio “Madre de ciudades” de Santiago del Estero, ni mas ni menos que contra el histórico Chaco For Ever.

Se acerca una final bien norteña, acorde al esfuerzo que significa para muchos de estos equipos sostenerse económica y deportivamente lejos de la centralidad y las luces del teatro mayor.

Festeja Gimnasia, celebra Salta. El norte dice presente y quiere volver a ser protagonista.