“Festejo la ruta, los abrazos, los fogones, toda la gente que me apareció en el camino”. De quince años de periplo musical está hablando Sofía Viola. De media vida, al menos, entregada de cuerpo y alma a un devenir que la encontró en festivales, cruzadas y juntes “en países insospechados”, y en sospechados logros como esos cuatro discos publicados que la posicionaron como una ecléctica y prolífica cantautora en el marco de la música popular latinoamericana de hoy. Todo, más el flamante trabajo La de la luna, es la argamasa de sentidos que da sentido -precisamente- al concierto que brindará este domingo a las 20 en el Xirgu Espacio Untref (Chacabuco 875). “Festejo también los ritmos, los cuerpos que danzan y las almas que cantan. Festejo, en definitiva, porque estoy acá, elegí el arte y llegué a entender que la música me tiene en sus brazos. Después de 15 años miro hacia atrás y no hay más que bendiciones y aprendizaje”, insiste la trovadora.

-¿Nunca un giro extraño, una mala piedra en el camino durante esta década y media?

-No. No he tenido muchas complicaciones en estos años. Sí, hubo un momento muy feo hace unos años, cuando perdí la voz por dos meses. La verdad es que no sé bien qué me pasó, pero para curarme tuve que soltar algunas sogas y lanzarme a la providencia. En otro orden de cosas, es complicado hacer arte, relajarse y ser feliz viendo cómo prenden fuego los bosques nativos, y atentan contra nuestra tierra con negocios que solo perjudican el agua, el aire y nuestro futuro. Es feo el contexto en el que vivimos, además, con tanta desigualdad. Con todo, en lo personal me siento privilegiada de llevar tantos años en los escenarios y ver cómo el arte nos conecta con otra cosa que está más allá de este plano.

-¿Con qué te conecta a vos, específicamente?

-Me saca de esas pantallas horrorosas, me hace sentir distinta por un rato, o para siempre.

Bajo el apoyo del MICA (el Mercado de Industrias Culturales Argentinas, dependiente del Ministerio de Cultura de la Nación), el concierto aniversario de Viola opera como broche de oro de una gira que la paseó lindo por el noreste argentino -Formosa, Chaco y Corrientes-, más una parada brasilera en Santos, San Pablo. “Pasé por Santo Tomé, una pequeña ciudad que limita con Brasil, donde la tierra es colorada y su gente bien bonita… Sus aplausos se sentían como gotas lluvia después de una larga sequía. También pasé por Formosa, esa provincia que se siente tan tropical, y por último Santos, una ciudad del Brasil que tiene mar, una rambla hermosa y construcciones setentosas”, describe.

En su parada porteña, en tanto, la también guitarrista se presentará junto a su banda de “gente linda de la vida”, llamada El Combo Ají, además de recrear in situ el acervo cancionero de Las Huevas Son Estas, dúo folk-punk que tuvo con Barbarita Palacios. “Habrá también canciones de mi último disco, temas inéditos y otros que la gente vaya pidiendo”, promete. “Y todo esto con la intención de pasarla hermoso, de que baje la magia a ese teatro tan ceremonial para mí como es el Xirgu”. 

-Vas a mostrar parte de La de la luna ¿Qué entrada subjetiva se te ocurre sobre tu nuevo disco?

-Es un disco que se hizo en el camino. Tenía un montón de canciones y un montón de aliadxs y lo que comenzó como una producción de cuatro videos en un estudio en México, terminó siendo un disco con voces de Colombia, Venezuela, Chile, la Argentina y México.

Otra arista importante del nuevo disco de Viola ancla en la desclasificación de canciones que habían quedado semiocultas durante quince años de incesante andar. “Más de un tema salió de un archivo de canciones olvidadas”, refrenda ella. “Respecto del sonido del disco, es lo que es, no le dimos muchas vueltas. No busqué un sonido refinado sino todo lo contrario: una estética algo rústica. Además, se grabó casi todo sin editar: el momento mágico, las voces, los instrumentos y el ambiente del estudio”, cuenta.

Los aliados y aliadas con que Viola contó para el disco fueron muchos. Tantos que da para un gran abrazo musical de patria grande. Conviven, por caso, la todoterreno mexicana Flor Amargo y su par mexica David Aguilar; con los colombianos de Puerto Candelaria; el cantautor chileno Tata Barahona, y sus colegas de la Plaza del Puma y Juana Fe; el enigmático venezolano Augusto Bracho, y la pata argentina encarnada en Perotá Chingó, Luciana Jury, Lautaro Matute y Loli Molina. “Para mí es todo presente, sobre el futuro no tengo planes”, dice la cantora. “Es más, ¡le tengo algo de fobia a los planes! En medio de un contexto pandémico, ya nos comimos unos cuantos amagues a la hora de proyectar (risas). Pero sí planeo hacer un cancionero ilustrado para colorear y tocar, con la dibujante Delia Montanha. Otra cosa que me gustaría hacer es ponerme a trabajar en un disco, o en pequeñas e infinitas producciones, porque siguen saliendo canciones de mi guitarra… queda mucho por hacer”.