“Esta película trata sobre algunas personas a las que la guerra de Malvinas no les dio de lleno, pero logró sacudir y modificar sus vida para siempre”. Casi de arranque en Falklinas, tercer documental de Santiago García Isler, se escucha esta declaración de principios, el ojo y la narración puestos sobre actores secundarios, personajes laterales en la descomunal tragedia que fue Malvinas. Una breve puesta en contexto: la dictadura resquebrajándose, el paro masivo de la CGT del 30 de marzo de 1982, la también masiva celebración en Plaza de Mayo con la noticia de las islas recuperadas, la criatura Leopoldo Fortunato Galtieri en el balcón. “Fue el año en el que empecé la secundaria”, se sitúa en off el director, con la abominable “Aurora” de fondo. “Lo que más me importaba era Gatti atajando en Boca, el disco Peperina y que Quico se presentó en Obras”. Casi cuarenta años pasaron para aquel chico, que aquí entrevera cinco historias signadas por la guerra.

La primera es la Andrew Graham-Yooll, el periodista argentino-británico que para la época estaba exiliado: se fue del país en 1976, amenazado por ser el único que publicaba, en el Buenos Aires Herald, las denuncias por secuestros y desapariciones forzadas. Estaba en Londres cuando el desembarco y le propusieron hacer una cobertura: a pesar de que tenía pedido de captura se mandó, porque estaba desesperado por volver. La segunda es la de otro periodista, Simon Winchester, enviado por el Sunday Times tras el desembarco argentino en las Georgias, previo a Malvinas: Winchester ya estaba en Puerto Stanley el 2 de abril. En ese momento también estaba allá el fotógrafo argentino Rafael Wollmann, corresponsal de la agencia Gamma, que había llegado unos días antes para hacer un trabajo de campo: ambos asistieron en detalle a los primeros tiroteos, y Wollmann hizo unas fotografías que pronto serían publicadas en todo el mundo. La cuarta protagonista, Laura McCoy, es una muchacha malvinense que trabajó en un taller de embarcaciones y se fijó un objetivo: replicar la hazaña de Krystyna Chojnowska, la primera mujer que, sola en un velero, dio la vuelta al mundo; narrada por completo en off, su historia habla también de un tironeo amoroso (su amante, que se encargaba de los ocho faros de las islas, desapareció al comienzo del conflicto) y bien podría ser un cuento. El quinteto se completa con Osvaldo Ardiles, que para entonces era ídolo en el Tottenham y vio de repente cómo se le transformaba el panorama, porque aunque los hinchas de su equipo lo siguieron bancando, el ambiente se le volvió hostil, tanto que pidió ser transferido. “Me sentía mal en Argentina y en Inglaterra, fue para mí un período absolutamente triste”. Un primo suyo, piloto de la Fuerza Aérea, fue derribado y se perdió en el Atlántico.

García Isler piensa que la idea de lateralidad que campea en la película “es algo que fue apareciendo solo, de a poco, y después lo copó todo”, se adueñó de la película. “La idea original tenía poco que ver con esto en lo que se convirtió”, cuenta. “Quería contar historias de habitantes de Malvinas que encontré en fotos en un archivo, muchos años después. Y en eso apareció la historia de Wollmann, que estaba por casualidad en las islas el día del desembarco argentino y logró sacar las fotos de los Royal Marine rindiéndose. Ahí cambió el eje del proyecto y empecé a trabajar sobre la idea de estar en el lugar correcto en el momento justo, o todo lo contrario. Y cómo eso puede cambiar tu vida para siempre”.

Esa impronta de deriva del proyecto tiene su correspondencia con las de las historias que el documental va desgranando: arma una poética preciosa, con eso, García Isler. Poco después de que Galtieri le asegurara a Winchester que podría circular por todo el país sin inconvenientes, el periodista fue detenido en Ushuaia, acusado de espionaje. “Cuando hundieron el Belgrano quisieron prender fuego la cárcel”, cuenta, pero en ese momento lo protegieron; en algún otro lo golpearon, lo interrogaron, pensó que lo matarían. “Estar preso 77 días fue probablemente la experiencia más importante de mi vida”, dice este hombre, que se movió como corresponsal por todo el mundo. “No quiero empezar con la psicología barata, pero creo que me enseñó mucho de mí mismo”. Graham-Yooll cuenta que dos matones se bajaron una noche de un Falcon y le dieron una paliza sistemática: “Eran expertos, lo único que dijeron fue ‘a vos te conocemos, hijo de puta’. Una patada me dejó orinando azul, celeste, violeta, durante mucho tiempo”.

García Isler es hijo del enorme Rogelio García Lupo: en su padre, justamente, enfocó su primer documental, A vuelo de Pajarito (2014). Tres años después estrenó el segundo, Algo Fayó, un historietista adorado por sus colegas que abandonó el dibujo, y ahora canta tangos en bares. ¿Puntos de contacto entre los tres? “Puede ser el amateurismo y lo artesanal”, dice García Isler. “Ciertas dosis de humor, aunque en este último flota algo trágico todo el tiempo. La combinación de materiales y texturas. Y estructuras clásicas, en capítulos. Hay algo entre las personas involucradas en las tres, son como hojas en el viento, en cierto punto”. ¿Y en cuanto a parentescos creativos con otros documentales? “Me gustan mucho Alan Berliner y Adam Curtis”, dice. “De Curtis la parte periodística, cómo escribe, el ritmo y el trabajo con el archivo que hace; y de Berliner el humor que le pone a cualquier tema del que esté hablando. Y cómo arma las historias, el montaje”.

Conocía a Graham-Yooll de “la mesa de los martes”, unos almuerzos en los que se juntaban viejos periodistas a intercambiar información. “Tenía un espíritu muy joven”, cuenta García Isler. “Le conté algo de lo que quería hacer, nos encontramos en un bar de Avenida de Mayo. El plan original era que él sería el narrador de todas las historias. Incluso pensamos en viajar a Malvinas con Winchester y Wollmann. El proyecto le interesaba, creo que sobre todo porque íbamos a contar historias de personas, no de soldados, gobiernos o decisiones políticas. Civiles a los que les pasaron diferentes cosas por el estallido de la guerra”. Graham-Yooll murió en 2019; lo cita, García Isler, al cierre: “Como en gran parte del periodismo, los temas no tienen un final. Malvinas tampoco. Lo mejor aquí es recordar con sinceridad a los jóvenes que fueron enviados a las islas a combatir, con un homenaje especial a los que no pudieron regresar. E insistir en la necesidad de no olvidar a los que sí volvieron”. 


Falklinas se estrena el 16 de diciembre en el cine Gaumont. También se lo podrá ver por Cine.Ar TV el jueves 16 y sábado 18 a las 20 horas.