La ilustración sobre el fondo negro de la tapa podría ser un rayo color plata –una descarga de energía vivificante- o también la de una poderosa raíz expandiéndose bajo la tierra. Es la reedición de El cuerpo lesbiano, con traducción de Natalia Ortiz Maldonado para Heckt. El libro, que fue publicado en 1973 y versionado al español en 1977, retorna en un momento singular porque podríamos decir que la teoría de Monique Wittig -adelantada a su propio tiempo y fundacional respecto a mucho de lo que se dijo después en materia de género- se hizo carne en la forma actual de lenguaje inclusivo. Esta teoría resulta indiscernible de la propuesta estética y de sentido de El cuerpo… por la disidencia lingüística que propone. Según nos cuenta en el prólogo del libro Ortiz Maldonado, val flores aseguró que es en este libro donde la autora hizo su apuesta más fuerte.

Para la erradicación del binarismo en el lenguaje, veamos, sintetizado, el impulso dado por esta autorx frances nacida en 1935 y fallecida en 2003, en "La marca del género", un artículo publicado el 25 de octubre de 1998 en el diario La Jornada de México: “Para cerrar mi discusión de la noción de género en el lenguaje, diré que es una marca única en su especie, el único símbolo léxico que hace referencia a un grupo oprimido. Ningún otro ha dejado su huella en el lenguaje a grado tal que erradicarlo no solo modificaría el lenguaje a nivel de léxico, sino que transformaría la propia estructura y su funcionamiento, cambiaría las relaciones de las palabras metafóricamente y transformaría nuestra realidad filosófica”.



La escritura de El cuerpo lesbiano alterna cada cierta cantidad de páginas un texto escrito en mayúsculas que se continúa en todos los apartados donde aparece la misma tipografía, que no lleva comas y que va enumerando las partes que componen todo organismo como también sus humores y secreciones (LA BABA LA SALIVA EL MOCO EL SUDOR LAS LAGRIMAS EL CERUMEN LA ORINA LAS NALGAS). El resto, el gran colchón textual, es una suerte de alud lírico que va creando microescenas que se transforman por efecto de la escritura, que convierte el adentro en el afuera, la pasión erótica en horror y viceversa, lo posible para la percepción condicionada en lo imposible, todo en una operatoria lingüística alternativa y simultánea, como una cinta de moebius.

En su intención de desafiar la fijeza de los géneros El cuerpo lesbiano se desmarca de lo definible por la literatura y por la industria. ¿Este libro es prosa poética? ¿es novela, como dicen las sinopsis de los sitios web que comercializan la primera edición al español? ¿qué es? Es, seguro, la puesta en arte de un pensamiento acerca de la deserción del dispositivo heterosexual, del binarismo. Que las lesbianas no somos mujeres es una afirmación de Wittig que propone una ruptura con los roles de dominación y sumisión y va en igual dirección a que esta escritura permanentemente viva e inquietante se desligue del dispositivo literario. 

Un soltar radical de amarras es, probablemente, lo que exuda El cuerpo lesbiano al apostar a construcciones originales que no reproducen en ningún momento imágenes arquetípicas: “M/e despierta una gran agitación en la plaza principal. Regresás con noticias. Las que despertaron primero anunciaron la desaparición pura y simple de las vocales. Reina la consternación. Se escuchan muchísimos lamentos. Es necesario que m/e escribas lo que está pasando para que pueda comprender. Tus labios tu lengua modelan el nuevo lenguaje para sonidos guturales, las consonantes pronunciadas unas contra otras atropelladamente producen gruñidos ronquidos crujidos de las cuerdas vocales, tu voz inexperta en esa pronunciación se acelera o se enlentece y sin embargo no podés dejar de hablar”.

Como puede verse, una barra corta en dos los pronombres posesivos y personales, señalando esos instersticios por donde es posible para Wittig intervenir lesbianizando el lenguaje: Y/o, M/i, T/u: “El je con una diagonal en The lesbian body, no es un yo destruido. Es un yo que se ha vuelto tan poderoso que puede atacar el orden de la heterosexualidad en textos y asaltar al así llamado amor, a los héroes del amor, y lesbianizarlos, lesbianizar a los símbolos , lesbianizar a dioses y diosas, lesbianizar a hombres y mujeres. Este yo puede ser destruido en el intento y resucitar. Nada resiste a este yo, este tú que es su semejante, su amor, que se extiende en todo el mundo del libro como un río de lava que nada puede detener”, escribió en “La marca del género”.

Por El cuerpo lesbiano discurre una libido amatoria, erigida por fuera de todos los cánones, de todos los modelos opresivos: “Lamo cada una de tus partes manchadas de tierra. Y/o te hablo. Un vómito m/e domina, m/e ahogo, grito, te hablo más (…) Entonces m/e pongo a soplar en tu boca entreabierta en tu nariz en tus oídos en tu vulva, te soplo sin cesar ahí tirada sobre vos desnuda en la tierra negra. Flores de cerezo te caen encima, y/o las parto”, dice. La sustancia poética es lenguaje en desobediencia, en rebelión. Y seguramente, habrá mucho que pensar a cerca de porqué tantas poetas son lesbianas o tantas lesbianas poetas (podemos pensar ese lesbianismo como una adscripción política más allá del objeto de deseo), cuando se trata de encontrar una lengua que resista a la aplanadora del dispositivo heterosexual. Dice Diana Bellessi: “Pura visibilidad de todas nosotras. Eso trajo El cuerpo lesbiano. Recuerdo haberlo adorado en aquellos tiempos lejanos. El feminismo norteamericano de los 70 y sus traducciones, cambió mi vida”.