Desde Lima 

La ultraderecha que había activado un golpe parlamentario contra el presidente Pedro Castillo recibió una dura derrota. No alcanzó en el Congreso los votos necesarios para poner a debate su pedido para destituir al maestro rural y sindicalista de izquierda que asumió la presidencia hace cuatro meses y días. Por seis votos Castillo se libró de ser sometido a un proceso sumario de destitución en el Congreso bajo la ambigua figura de la “incapacidad moral permanente”, que no está regulada y da para sacar a un presidente sin necesidad de presentar pruebas de algún delito. Castillo ha zafado del proceso de destitución, pero a solo cuatro meses de haber asumido el gobierno aparece debilitado, por los ataques y el complot golpista de la derecha, pero también por sus errores, nombramientos cuestionados, la demora en tomar decisiones en momentos de crisis y las divisiones en su frente interno. El oficialismo celebró el resultado de la votación con el clásico “el pueblo unido, jamás será vencido”.

Se necesitaban 52 votos de los 130 del Congreso unicameral para llevar a Castillo a un proceso sumario de destitución y los golpistas obtuvieron 46 votos. Las tres bancadas de extrema derecha, con el fujimorismo como la más numerosa, que promovieron el golpe parlamentario, objetivo en el que están empeñados desde el primer día del gobierno, tienen 43 legisladores. Solo pudieron sumar tres votos a su empeño golpista, de congresistas de dos bancadas de derecha, quienes votaron en contra de la decisión de sus bancadas de no respaldar el pedido de destitución del presidente. Una votación que deja al bloque de extrema derecha aislado en el Congreso. Días atrás estaban seguros que obtendrían los 52 votos que necesitaban para poner a Castillo como acusado ante el Congreso, una jornada que esperaban con entusiasmo para atacar con todo al presidente, pero la realidad los dejó sin piso. Su plan golpista naufragó en la falta de respaldo. Sin embargo, esta no es una derrota definitiva de la ultraderecha. Pocos dudan que volverán a lanzar una nueva ofensiva golpista. Tienen importante apoyo mediático en ese empeño.

Rechazos 

Diversas bancadas de la oposición de derecha, que es mayoría, no respaldaron al gobierno, pero se distanciaron del golpismo. Fueron 76 los congresistas que rechazaron el intento de golpe. Hubo cuatro abstenciones. En los días previos se especuló mucho que un sector del partido oficialista Perú Libre (PL), dividido entre el respaldo y la crítica al gobierno, podría aportar votos al proceso de destitución del mandatario. La derecha esperaba eso. Pero al momento de la votación los 37 legisladores de PL votaron en bloque contra el golpismo. Hacer lo contrario habría sido un suicidio. Pero las divisiones en el oficialismo no se han superado. El secretario general de PL, el marxista Vladimir Cerrón, cuestiona a Castillo por supuestamente haberse moderado y ha señalado que mantiene “profundas diferencias” con su gobierno, pero ha dicho que no se iba a prestar al golpismo de la ultraderecha.

Este pedido de destitución del mandatario, que no llegó a prosperar, es la culminación de una ofensiva de la ultraderecha iniciada el día que Castillo le ganó las elecciones a Keiko Fujimori, la hija del encarcelado exdictador que era la candidata de los grupos de poder y de la defensa del statu quo neoliberal. El pliego acusatorio contra Castillo se destaca por la debilidad de sus argumentos. Se le acusaba de haber presionado para obtener el ascenso de cinco militares, los que no se dieron, un caso que está en investigación; por las gestiones de su exsecretario a favor de algunas empresas ante las autoridades tributarias; por el supuesto financiamiento ilegal de su campaña, una denuncia también en investigación, que no incluye a Castillo. A esto se sumaban acusaciones tan absurdas como calificar de “incapacidad moral” el haber restablecido relaciones diplomáticas con Venezuela, y otras típicamente macartistas como relacionarlo con el “terrorismo”, una recurrente acusación que sin pruebas suele hacer la derecha contra la izquierda, o apelar a un voto “contra el comunismo” para justificar una destitución.

Al presidente también se le cuestiona el haber tenido reuniones fuera de Palacio de Gobierno y de la agenda oficial, una de ellas con una empresaria relacionada con un consorcio que ganó una licitación. Una denuncia que complica a Castillo. Este caso, sin embargo, no formaba parte de la acusación contra el jefe de Estado, la que fue aprobada antes que estallara este escándalo, pero igual el tema fue utilizado recurrentemente en el debate para argumentar a favor de la aprobación del proceso de destitución.

El discurso de la corrupción

Los golpistas, en una exhibición de hipocresía, de atentado contra la memoria, hablaron de luchar contra la corrupción, cuando muchos de ellos, como los fujimoristas, tienen una larga relación con la corrupción. El discurso fue la lucha contra la corrupción y la incapacidad de Castillo en el manejo del gobierno, pero el objetivo de la derecha golpista era derrocar al gobierno de izquierda y recuperar el poder perdido para bloquear toda opción de cambio. Y también para asegurar impunidad en los varios procesos de corrupción que tienen dirigentes de esa derecha golpista, como Keiko Fujimori que en los próximos meses debe enfrentar un juicio por lavado de dinero con un pedido de 30 años de prisión. Las elites, donde hay un profundo racismo, no aceptan perder el poder y menos a manos de un campesino andino que viene de los sectores más pobres y marginados, y que habla de exclusión, desigualdad y cambios en las estructuras de poder.

Partidos de izquierda han cuestionado duramente el intento de golpe y defendido los cambios ofrecidos por Castillo, pero han criticado al presidente por errores de gestión, por no tener una estrategia clara que movilice a la población para impulsar las reformas estructurales y por su cercanía con oscuros personajes relacionados con actos de corrupción.

 “El riesgo de un golpe no queda conjurado con este resultado en el Congreso. La derecha va a seguir en su intento de destituir al presidente. La situación en los próximos meses va a ser difícil, la derecha no va a bajar la guardia, es un error pensar eso. Castillo le está facilitando las cosas a la derecha que lo quiere sacar por su manejo poco transparente de la presidencia y un entorno en el que hay personas investigadas por corrupción. Lo que debe hacer Castillo es enfrentar políticamente a la derecha, denunciar quiénes son los golpistas, movilizar a la gente en la calle y librarse de ese entorno,” afirmó el sociólogo Alberto Adrianzén en declaraciones a Página/12 .