El MNBA, junto con el Instituto Italiano de Cultura, presenta la exposición “Dante x Alonso”, que incluye 47 obras en papel -entre dibujos, grabados, collages, acuarelas y tintas- de Carlos Alonso, sobre la obra de Dante Alighieri, de quien se cumplen siete siglos de su muerte.

Las piezas que integran la exposición pertenecen a dos etapas de la obra de Alonso: la primera es de los años sesenta, e incluye trabajos realizados en Florencia en 1968, cuando el artista pasó una temporada en aquella ciudad para imbuirse del mundo dantesco in situ. La segunda mitad de la muestra exhibe piezas fechadas entre el año 2000 y 2012. Como explica el director del museo y curador de la exhibición, Andrés Duprat. “Alonso coloca a Dante, al igual que sucede en la Divina Comedia, como testigo de situaciones críticas, cruzadas por la estética pop y la efervescencia que en esos años se vivía en Europa -por el Mayo francés-, plena de reclamos, consignas y protestas”.

El infierno de Dante, reinterpretado por Alonso, seguía sucediendo. Durante aquella estadía, Alonso realizó unos 250 dibujos y collages varios de los cuales fueron comprados por la empresa Olivetti, con los que imprimió ediciones limitadas, con prólogo de Ernesto Sabato. También se presentaron varias exposiciones en Italia y Buenos Aires.

Como el interés de Alonso por Dante es permanente, en 2004 hizo una serie de obras sobre papel con el título “Carlos Alonso en el infierno”, algunas de las cuales integran la muestra del Museo. Así como Dante se presentaba como testigo de un momento histórico del cual el Infierno es la culminación de su Divina comedia, Alonso también es y ha sido un testigo, porque resulta sintomática la relación entre la obra anticipatoria realizada por Alonso en los años setenta -ya fuera de la serie dantesca-, respecto de la violencia económica y política que se avecinaba en nuestro país.

Entre una y otra etapa, las dictaduras se sucedían en nuestro país y Alonso padeció el desgarramiento familiar y personal: fue atravesado por todas las tragedias sociales, políticas y personales que intuyó en su obra: la censura, las amenazas, el exilio y, la peor de todas las tragedias, la que aún sigue esperando justicia y por lo tanto sigue siendo presente: la desaparición su hija Paloma.

Desde 1971 y durante casi toda la década del setenta, el pintor, dibujante y grabador vivió en Europa, primero por compromisos profesionales y exposiciones aquí y allá y luego obligado a vivir en el exilio. La mayor parte del tiempo la pasó en Roma y en 1978 se mudó a Madrid, como un lugar de transición hacia la Argentina.

En su obra, Alonso interroga las formas, experimenta con la lógica de los acontecimientos y con el modo en que deben ser llevados al plano; engaña el ojo del espectador, evoca movimientos y texturas, juega con la noción de espacio y con el color o el blanco y negro, genera notorios contrastes visuales, tensa la figuración... es decir que, gracias a un evidente virtuosismo y a un marcado dominio técnico, su obra va pidiéndole al espectador que entre en un juego visual en el que se debaten categorías formales ambiguas, que inmediatamente desatan preguntas. Para Carlos Alonso, el arte se transformó en el lugar en el que se fijan las heridas que deja la realidad sobre el mundo.

Según escribe Duprat, “al igual que en otros momentos de su producción, Carlos Alonso opera sobre un clásico para desplegar su descarnada mirada crítica, dando visibilidad a múltiples problemáticas e injusticias que ocurren en nuestros días”.

* En el Museo Nacional de Bellas Artes, Avenida del Libertador 1473, hasta el 27 de febrero.