El contexto político en América latina no es el de años atrás. La Argentina registró un viraje hacia la derecha, mientras que en Brasil y en Venezuela domina la inestabilidad. Sin embargo, en Bolivia el Movimiento al Socialismo (MAS) liderado por Evo Morales sigue firme y se propone nuevos objetivos transformadores hacia adelante. “La cualidad de Bolivia es que sustituyó el concepto de partido político por la realidad del sindicato. Por eso, la fortaleza de nuestro proceso revolucionario es su base orgánica. Vamos a seguir profundizando y transformando nuestro país y consolidando el Estado plurinacional”, afirma César Navarro, ministro de Minería y Metalurgia, quien asistió hace dos semanas en Buenos Aires a la reunión de ministros de Minería de América latina. Navarro es uno de los fundadores del MAS, fue jefe de bancada del partido en la Cámara de Diputados y viceministro de Coordinación con Movimientos Sociales y Sociedad Civil del Ministerio de la Presidencia. En diálogo con Cash, explicó cómo funciona el sector minero en Bolivia y adelantó que el país vecino planea tener para 2020 su propia fundidora de zinc. Admitió algunos errores de gestión en los últimos años que impidieron aprovechar el boom de precios y contó cuáles son las características extraordinarias de Evo.

De entrada, Navarro aclara el rol de la minería en Bolivia: “En nuestro país, la minería no es una actividad productiva más. Está vinculada íntimamente a la historia política, de hecho la minería en el Alto Perú ha sido la motivación de la conquista española. Por su parte, la clase obrera minera ha estado en la vanguardia de los movimientos obreros en la región, con los momentos épicos de la revolución nacional de 1952, la asamblea popular del 71 y la reconquista de la democracia en 1982. Es decir, la clase obrera minera está íntimamente vinculada a la historia política del país”.

¿Cómo se distribuye la renta minera en Bolivia?

–El sector minero es el principal exportador, pero no tiene el mismo nivel de comportamiento tributario, ya que el primer aportante de recursos fiscales al Estado es la explotación hidrocarburífera. En cuanto a la renta minera, en primer lugar tenemos la regalía minera, que llega hasta el 7 por ciento de la exportación según el mineral independientemente de las ganancias de la empresa. No es impuesto sino una compensación por la explotación de un recurso natural no renovable. Luego tenemos el impuesto a las utilidades que es el 25 por ciento y la alícuota adicional que es del 12,5 por ciento. En el departamento de Potosí, de donde yo vengo, la minería representa el 65 por ciento del presupuesto anual.

¿Cuál es el peso del Estado en la producción minera?

–El 33 por ciento de las áreas mineras están en manos del Estado boliviano, pero representan sólo el 10 por ciento de la producción. El sector cooperativo cuenta con el 15 por ciento de las áreas y aporta 20 por ciento de la producción, mientras que el sector privado tiene el 10 por ciento del área concesionada pero el 70 por ciento de la producción.

¿De qué nacionalidad son los capitales que invierten en la minería boliviana?

–La mayor inversión se ubica en el sudoeste potosino, en la frontera con Chile. Allí lo capitales japoneses explotan zinc. En segundo lugar está Panamerican Silver, de Canadá. También está la suiza Glencore y hay capitales chinos.

¿Cuál es su postura en relación a la cuestión medioambiental y de la seguridad industrial en el sector minero?

–La minería en Bolivia es muy heterogénea. Las cooperativas hacen uso intensivo de la mano de obra y concentran cerca de 100 mil trabajadores, mientras que las empresas estatales y el sector privado, con matices, utilizan de forma más intensiva la tecnología. Cada sector tiene códigos de seguridad industrial. La minería es contradictoria. Cuando baja la cotización de los metales hay molestia porque se pierden puestos de trabajo y el Estado deja de percibir recursos, pero cesa la contaminación ambiental. Y cuando sube la cotización, los sectores sociales están tranquilos pero los ambientalistas salen a movilizarse sin tomar en cuenta la dimensión laboral.

¿Qué impacto tuvo en la actividad minera el boom de los precios de los metales y qué perspectivas tiene el sector hacia adelante?

–Las altas cotizaciones de 2011 fueron un boom que nos ha generado un perjuicio muy grande. No hemos planificado, hemos extraído mineral de manera irracional. Es decir, no hemos acompañado los tiempos de altos precios con reinversión en explotación para prepararnos para las ´vacas flacas´. En tiempos de bajos precios, si incrementás la producción bajando tus costos de operación puedes mantenerte como empresa abierta, pero si no has invertido en más áreas ni en capital y tecnología, tus costos de operación no bajan. Ese ha sido un error nuestro que nos golpeó en 2015. Felizmente, en 2016 celebramos un acuerdo con el sector privado para mantener los volúmenes de producción y así evitar despidos. En algunos casos no logramos incrementos salariales, pero mantuvimos las fuentes de trabajo. Las cotizaciones actuales nos permiten tener cierto margen de ganancia, aunque no los de 2011. Creemos que de acá hacia adelante no habrá un incremento sustantivo en los precios, pero tampoco van a bajar. Es el tiempo de ampliar la actividad productiva y sobre todo construir plantas de refinación y fundición, porque el gran problema desde la época de los españoles es que somos proveedores de concentrados de minerales para los hornos de fundición que ahora están en Estados Unidos, Europa y China. Hoy queremos proveer a la industria mundial y la única forma es que tengamos el mineral metálico con fundidoras de zinc. Es el reto que nos hemos propuesto. Industrializar lingotes metálicos del zinc para 2020 o 2021.