La llave no está en Salónica, como en el poema de Borges. Aquella que, entre otras llaves, los sefardíes conservaron de sus casas cuando los expulsaron de España en 1492. La llave de la celda que mantuvo cautivo a Nelson Mandela en isla Robben durante 18 años será rematada en Nueva York. Es un objeto preciado que la subastadora Guernsey's tiene en su poder. La reclama el gobierno de Sudáfrica que no fue consultado de semejante decisión. Y aunque la llave no es una pieza de arte, su significado cautiva al mercado. Bourdieu lo explicaría mucho mejor, pero el capital simbólico que representa excede con creces su valor pecuniario. De esto saben potencias colonialistas como Inglaterra, Francia, Alemania y Bélgica que expoliaron el acervo cultural africano. El continente hoy reclama que le devuelvan su pasado.

La llave es una parte de esa historia y podría venderse por más de un millón de dólares. El fundador y presidente de Guernsey’s, Arlan Ettinger, dijo que se liquidarán 33 artículos que pertenecían al expresidente. El ministro de Arte y Cultura sudafricano Nathi Mthethwa le respondió: “La llave tiene que devolverse a nuestro pueblo con efecto inmediato y esta subasta debe detenerse”. Considera que el dueño es el Estado y que solo puede quedar al cuidado del museo de la isla donde estuvo detenido el más célebre militante anti-Apartheid.

A Christo Brand, el carcelero que lo custodiaba y con los años trabó amistad con él, se le atribuye la venta de la llave. Pero la hija mayor, Pumla Makaziwe Mandela, aportó el resto de los objetos que se rematarán. En la lista hay una constitución sudafricana de 1996 firmada por su padre, sus lentes, una camisa florida de esas que solía vestir Madiba, un molde de bronce de su puño que le regaló la Universidad de Harvard, un dibujo original, una manta que le regalaron Barack y Michelle Obama y la bicicleta de ejercicios que utilizó en Pollsmoor, otra de las prisiones en que lo mantuvieron encarcelado. Se la permitieron usar cuando aflojaron un poco sus draconianas condiciones de detención.

El fundador y presidente de Guernsey’s, Arlan Ettinger, comentó: “La idea de que una llave ordinaria que vale unos centavos sea tan importante es extraordinaria. Pero representa lo mejor y lo peor de la humanidad…” Las críticas del ministro Mthethwa lo obligaron a dar una explicación basada en un proyecto de la familia Mandela. Su objetivo es construir un espacio de nueve hectáreas donde convivirán un museo y un jardín vecinos a la tumba donde descansa el líder sudafricano. “Estamos honrados de vender muchos artículos de la familia Mandela para ayudarles a crearlo” agregó el rematador en diálogo con AP. La subasta está prevista para el próximo 28 de enero y permitiría recaudar los fondos necesarios.

La decisión tomada, con el aparente respaldo de Pumla Makaziwe Mandela, provocó el enojo del gobierno de Cyril Ramaphosa. “Es incomprensible como Guernsey's, que es claramente consciente de la dolorosa historia de nuestro país y el simbolismo de la llave, considere subastarla sin consultar a las autoridades de Sudáfrica y al Museo de isla Robben” declaró Mthethwa. El ministro anunció que mantiene conversaciones con su colega de Justicia y Servicios Correccionales, Ronald Lamola, con el Consejo del Patrimonio Nacional y con el propio museo para “detener la subasta y asegurar la devolución de la llave a Sudáfrica”.

La noticia del remate había sido publicada por el diario británico Daily Mail. Sus organizadores invitaron a registrarse para hacer ofertas en las páginas Liveauctioneers.com o Invaluable.com. En la primera se lee “vayamos a buscar tesoros” y se insta a unirse “a las mejores subastas del mundo del arte, antigüedades y artículos de lujo únicos” donde figura el catálogo sobre Mandela. La llave de isla Robben está en ese lote que mantiene en vilo al gobierno sudafricano.

El referente histórico de la lucha contra el régimen de segregación racial nació el 18 de julio de 1918 en Mvezo, provincia oriental del Cabo. Rolihlahla Mandela – tal el nombre que le dieron sus padres – se agregó “Nelson” porque en la escuela primaria de Qunu donde estudió lo obligaron a adoptar un nombre occidental y cristiano. Desde muy joven sufrió la discriminación racial y el sistema de dominación de la minoría blanca y se rebeló contra el Apartheid creado en 1948 por el Partido Nacional. Cuando lo condenaron por primera vez en 1952, empezó su recorrido por diferentes cárceles hasta que lo sentenciaron a prisión perpetua el 12 de junio de 1964. Conducido a isla Robben, no saldría durante 18 años de la celda custodiada por Brand.

La llave que la abría o cerraba en un mes será subastada. Se transformó en un objeto de colección que Sudáfrica quiere recuperar. En los últimos tres años ha estado en una exposición oficial que se presentaba en el Southbank Centre de Londres. Ubicado frente al río Támesis, es uno de los espacios de arte más emblemáticos de Europa. En él conviven la galería Hayward, el Royal Festival Hall y el Queen Elizabeth Hall, entre otras áreas destacadas. El complejo se remonta a los años 50 cuando se inauguró el llamado Festival de Gran Bretaña. Como explica su página oficial “el evento fue diseñado para exponer la recuperación del país, tras la Segunda Guerra Mundial”.

En 2018 se inauguró la exposición sobre Mandela en coincidencia con el centenario de su nacimiento. “Esta experiencia no se puede reservar por ahora” dice hoy un cartel en el sitio que la promocionaba. La llave de isla Robben ya no se encuentra allí. Guernsey’s piensa sacar una suma millonaria por ese objeto cargado de historia. Para Sudáfrica es un sacrilegio. Para Inglaterra fue un curioso privilegio ser sede de esa muestra.

Cuando llegó al poder, Margaret Thatcher mantuvo una posición contraria a las presiones contra Pretoria para desmantelar el Apartheid. “El ANC es una típica organización terrorista… cualquiera que piense que ellos pueden gobernar Sudáfrica vive en una fantasía”, dijo en 1987 la ex primer ministra británica. La historia le demostró que no. Mandela saldría de prisión tres años después, el 11 de febrero de 1990. Para el conservadurismo británico era un personaje de temer. Para el gobierno de Estados Unidos también. Hasta que en julio de 2008 su expresidente, George W. Bush, lo sacó de la lista de terroristas que confecciona anualmente EE.UU. El premio Nobel de la Paz tenía 89 años. Había recibido la distinción en 1993.

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