El golpe de Estado de 2009 contra Manuel Zelaya, en Honduras, fue un cimbronazo para los países que venían llevando, con éxito, políticas progresistas en América latina. Los golpes militares al viejo estilo volvieron a ser una amenaza posible. Pero aún más: Honduras fue el laboratorio de los futuros “golpes blandos” donde los poderes legislativo y judicial jugarían un rol principal. En Tegucigalpa, el ex presidente Zelaya dialogó sobre ese pasado y reveló los aspectos más oscuros del poder. Entre otras cosas, contó cómo la embajada de Estados Unidos en nuestros países confecciona los gabinetes que los presidentes deberán aceptar; porqué el ejército hondureño decidió a último momento no asesinarlo y porqué él, que toda su vida fue un político de derecha, decidió abandonar a su clase y luchar por un modelo de izquierda para su país.
–El golpe de Estado del 2009 contra Honduras es considerado como el inicio de lo que el presidente Rafael Correa llamó “la restauración conservadora” en América latina, es decir, una ofensiva de Estados Unidos, de los poderes fácticos y de las oligarquías regionales para retomar el poder en toda la región. ¿Qué evaluación hace Ud. ocho años después?
–Sí, la restauración conservadora comenzó con mi derrocamiento. Este retorno de las derechas agresivas y reaccionarias de América Latina no es coyuntural. Es una respuesta planificada desde Washington por fuerzas que sintieron que estaban perdiendo espacios en América Latina. Bolivia, Venezuela, Ecuador, como la propia Argentina, iniciaron un proceso de recuperación de bienes que corresponden a la nación, como los servicios públicos o los recursos naturales y esto irritó a las trasnacionales norteamericanas y europeas. Yo, por ejemplo, toqué intereses de las petroleras. Cuando traje a Petrocaribe, dijeron: “Competencia desleal para las trasnacionales del petróleo”, porque aquí las compañías norteamericanas y europeas estaban acostumbradas a asociarse con el Estado hondureño y formar oligopolios. También toqué intereses de los bancos al traerles competencias como el ALBA, con financiamiento a bajísimos intereses, igual que el Banco Mundial, pero antiimperialista, democrático y de un bloque de países que trabajan por la solidaridad humana, no por el comercio. Esto irritó a Washington. Entonces se asociaron con los militares, con la élite que ha gobernado Honduras durante siglos y me derrocan violentamente.
–¿Es cierto que lo llevaron a la base militar que ocupa el Pentágono en Palmerola?
–Sí. Ellos entraron a mi casa en la madrugada, sin órdenes de allanamiento, sin ninguna demanda. Entraron violentamente, a los balazos, rompiendo todo y me llevaron.
–¿Cuántos soldados eran?
–Por lo menos 250. Yo, siendo presidente, vivía en mi casa. Es pequeña, tres habitaciones y una sala comedor. Unos 180 metros cuadrados con un patio donde estacionamos los vehículos. Bueno, la casa fue inundada por los militares. Se bajaron diez comandos de soldados con ropa de combate, encapuchados, sólo se les veía los ojos. Entraron a los gritos, tirando puertas y sometiendo a la guardia presidencial. Era un escándalo. Me subieron a un avión y la primera escala fue en la base de Palmerola. Ahí se reabasteció de combustible. Yo al principio pensé que íbamos para Cuba o Venezuela pero me bajaron en Costa Rica.
–¿Usted bajó en la base de Palmerola o fue sólo para reabastecimiento?
–Los militares que me tenían cautivo bajaron y se reportaron ante los jefes de la base. Yo miraba por la ventanilla. Hay dos jefes ahí porque es una base mixta hondureña y norteamericana. Se reportan y Era un escándalo. Me subieron a un avión y la primera escala fue en la base de Palmerola. Era un escándalo. Me subieron a un avión y la primera escala fue en la base de Palmerola. De allí me dejaron en un aeropuerto de Costa Rica, no tenía nada, estaba en ropa de dormir. Yo me dije: ¡Qué miseria la de estos países, qué farsa la democracia, qué sistema más oprobioso el de América Latina! Un grupo de militares con una élite perniciosa asociada con los halcones de Washington saca a un presidente electo democráticamente y lo bota en el aeropuerto de un país vecino.
–Con una fuerza de 250 personas.
–Militares, no civiles. Militares armados hasta los dientes, con granadas, chalecos…. Y por el cielo de Honduras empezaron a volar helicópteros, aviones de combate sembrando terror en la población. Fue un golpe de Estado militar a la antigua. Después le entregaron el gobierno a los civiles y ese mismo día fueron al Congreso y dijeron que yo había firmado una renuncia. Como pasó con Salvador Allende en Chile ¿te acuerdas?
–Y también con el presidente Hugo Chávez en 2002, salvo que después se desmintió que él hubiera firmado cualquier renuncia.
–Igual conmigo. La renuncia era falsa. Yo la desmentí desde Costa Rica, pero siguió el proceso igual. EE.UU. al principio condenó el golpe pero a los pocos meses se unió al golpismo para hacer elecciones bajo fuego, lo mismo que hacen en Afganistán, en Iraq, en Libia, en todos los países que invaden. Y desde aquel 2009 para acá, en Honduras se ha instalado una dictadura militar con fachada civil, fachada legal, que la dirigen los dos partidos tradicionales que me sacaron del poder. Por eso afirmo que la restauración conservadora en América Latina es un proceso bien planificado. Pero también digo que no tiene futuro porque surge precisamente como una respuesta reaccionaria de las cúpulas frente a la demanda del pueblo ante el fracaso del modelo neoliberal. El capitalismo patriarcal y patrimonial fracasó en los 90, en 1998 aparece Hugo Chávez, aparece el Socialismo del siglo XXI y hoy están intentando otra vez parar esa demanda del pueblo. Pueden detenerla por un tiempo, pueden ponerle diques y obstáculos, pero los pueblos siguen avanzando. Yo no creo que puedan sostenerse mucho tiempo este retorno de la derecha en Latinoamérica y el Caribe.
–Hay quienes sostienen que esto es posible porque existe además un Plan Cóndor mediático.
–En Paraguay destituyeron a Fernando Lugo por la fuerza, en Honduras a mí, en Brasil a Dilma Rousseff también por la fuerza. Es decir que la restauración conservadora lleva conspiración. Combina ataques mediáticos, fuertes engaños publicitarios y fraudes electorales. La restauración es violenta. No es pacífica, ni es democrática. No conozco las interioridades del proceso político en Argentina, pero creo que el kirchnerismo, representado Cristina Kirchner, está sometido a un ataque mediático salvaje. Esa matriz mediática hace que el pueblo sea engañado. El voto de un pueblo que no tiene información oportuna, objetiva, que no tiene la capacidad de discernir, es un voto falso, engañoso. La elección de Mauricio Macri es un fraude político.
–¿Qué opina de lo que está pasando en Venezuela?
–El objetivo es evidente. La Revolución Bolivariana es un símbolo latinoamericano y caribeño, como lo fue la Revolución Cubana. Cuba nunca se venció ni fue derrotada. Murió Fidel después de sufrir 600 atentados y Cuba sigue manteniendo la dignidad que necesitamos los pueblos para sobrevivir. Ahora han acrecentado la agresión contra Venezuela, contra Nicolás Maduro. Todo latinoamericano que tenga el mínimo de conciencia colectiva, de querer el bien común para estos pueblos, debe de estar al lado de Nicolás Maduro y de la Revolución Bolivariana, acechada, rodeada, cercada, conspirada internamente con columnas que, como caballos de Troya, agreden a su pueblo. Entonces, si nosotros admiramos a Cuba por lo que resistió durante más de 50 años, y sigue resistiendo el bloqueo, debemos de admirar también lo que el pueblo de la Revolución Bolivariana está soportando en condiciones inclusive peores porque Venezuela no es una isla, tiene fronteras con Colombia, con Ecuador, con Brasil. Y luego, Barack Obama hace un decreto diciendo que Venezuela es una amenaza para la seguridad de Estados Unidos. Imagínate, esa potencia que es millones de veces más grande diciendo que Venezuela es un peligro. ¡El peligro son ellos para la humanidad! El Goliat declarando que David es una amenaza con su honda. Venezuela tiene problemas porque el imperio está acechándola y rodeándola. Pidámosle a EEUU que saque sus narices de Venezuela.
–El actual presidente Donald Trump ha dado un giro de 180 grados respecto de lo que prometió durante su campaña en relación a China y Rusia. ¿Qué cree que pasó?
–Yo siempre lo dije: el imperio es más fuerte que sus presidentes. Los pueblos eligen a sus presidentes pensando que esos presidentes son los que mandan. Yo que estuve sentado en la silla presidencial sé que te dejan gobernar y mandar únicamente si obedeces las órdenes tanto del imperio de turno, como de la oligarquía mediática, económica y militar que gobiernan nuestros países. Si estás en contra de ellos, tienes a los medios nacionales y a las principales cadenas de radio, televisión del mundo encima, a los bancos y a las transnacionales encima. Inclusive las iglesias, las ONGs, los sectores reaccionarios en las universidades, todos se te vienen en contra cuando tú estás realmente queriendo hacer reformas sociales en pro del bien común. A mí, en este pequeñito país, siendo presidente, me derrocó la élite de aquí asociada con los norteamericanos y los militares. Y a Trump lo está venciendo el complejo militar industrial de su país. El es un empresario. Llegó a la Casa Blanca con sus ideas de cómo gobernar el país y el mundo. Pero cuando le empiezan a explicar los réditos económicos que logran invadiendo, haciendo la guerra, sometiendo países para apropiarse de sus recursos naturales, entonces él empieza a comportarse como cualquier presidente de una potencia que conspira contra la paz. Pensar que Trump puede sobreponerse al imperio es una quimera. Tiene de espaldas el imperio. A él lo pueden aplastar el día que quieran. El imperio lo está venciendo.
–Usted era un dirigente de derecha. ¿Por qué razón cuando ganó la presidencia adoptó políticas de izquierda? ¿Su clase social, la de la derecha, le perdonó ese vuelco?
–No. No me lo van a perdonar nunca, aunque yo ya les perdoné a ellos el daño que nos han hecho. Y me vine de la derecha, donde estuve muchos años, a la izquierda porque la razón histórica, inteligente, sensible, humana, está de este lado. La historia la construyen los pueblos, no las élites. Yo tenía un sueño, una esperanza, una quimera. Me metí en política a los 30 años, cuando vino la democracia después de gobiernos militares. Pasé desde una aldea en una zona rural y después de 25 años de una lucha titánica llegué al punto de ser presidente de Honduras. Luché 25 años. Todos los días. Abandoné todo: empresa, familia, todo para irme a la lucha política y llegué a la presidencia. Y ahí me senté con la cúpula militar, con las élites económicas, las mediáticas, las empresariales, con las iglesias y con el imperio.
–Con la embajada.
–Más que la embajada: con el Departamento de Estado, el Departamento de Comercio, el Comando Sur, la Unión Europea, que fueron parte de todo ese proceso. Yo me senté con los organismos internacionales de tú a tú. Con el Vaticano. Me senté pues a hablar y a ver las cosas en la realidad. Entonces un amigo que estaba presidiendo las compañías petroleras en Honduras me dijo la verdad: “¡Ni un penique, presidente! Es nuestro dinero, nos ha costado demasiados años ganarlo en nuestras compañías trasnacionales. Corresponde a concesiones, a contratos que hemos hecho y ni un penique le vamos a ceder al gobierno.” Yo les demostraba que esas ganancias eran fruto de precios indebidos, que sus actividades económicas no respetaban ni siquiera las reglas del sistema capitalista. Y les dije: “Ustedes están aquí con políticas económicas fraudulentas, con monopolios, poniendo precios injustos, sacrificando a este país, ¿cómo es que no podemos llegar a acuerdo?” Ellos me apoyaron para llegar a presidente, pero cuando llegué querían que fuera su gendarme, su operador, querían que les autorizara absolutamente todo. ¿Cómo podía permanecer de ese lado de la historia? Si allí lo único que se busca es el poder por sí mismo, ni siquiera el dinero. Lo único que se busca es el beneficio para quienes ya les sobra absolutamente todo, donde yo siempre estuve, pero creí que tenía en ese momento la capacidad de convencerlos. Y no. ¿Sabes cuál fue la primera petición que me hizo la Casa Blanca? Que le diera una visa de asilo diplomático a Posada Carriles, al terrorista. ¿Cuál fue la primera petición aquí en Honduras? Que nombrara el gabinete de gobierno que ellos habían diseñado en la embajada.
–Así directo.
–Así directo. Me dijeron: “Aquí está la lista de las personas que Usted va a nombrar en su gabinete, para que la analice”. Así dominan nuestros países. Entonces cuando tú llegas y ves esa realidad, ¿cómo puedes permanecer en un lugar que sabes que es la desgracia de la humanidad? Tienes que cambiar. Entonces, lo primero que hice fue hablarle a Chávez para que me ayudara con petróleo. Hablé con Cristina Kirchner, con Lula. Honduras no tenía relaciones con los países de la región. Nunca había venido un presidente de Brasil a este país hasta que yo traje a Lula. Me uní al bloque antiimperialista del ALBA, escuché las demandas populares, empecé a trabajar con los sindicatos, los obreros, los maestros, los campesinos pero también con los agricultores, los ganaderos y los empresarios. Empecé a trabajar en una óptica eminentemente pluralista ideológicamente y democrática. Pero es mentira que ellos quieran la democracia. Lo que quieren son concesiones para sus privilegios económicos y llevarse todo.
–Pero usted no se opuso al modelo capitalista.
–Yo no me opongo a que haya grupos empresariales económicos fuertes. ¡Que hagan el dinero que quieran! Como presidente me opuse a que les nieguen a los demás la posibilidad de tener una oportunidad, de sentirse seres dignos, con libertad de tomar decisiones. Denuncié la forma farisea y falsa de los discursos que hacen las potencias sobre la democracia en nuestros países. Yo les decía: “¿Cómo es que como presidente no puedo subirle los derechos al pueblo porque se oponen los principales poderes fácticos?” Ahí empezó mi cambio. No pensaba en izquierda o derecha, sino en cómo hacer el bien común. No quise llegar a la presidencia para pasar sin pena ni gloria, sino someterme a cualquier sacrificio para decir la verdad. El día del golpe de Estado, los militares dijeron que la orden era matarme. ¿Me dejaron vivo? Pues que me aguanten, porque cada segundo desde que me dejaron vivo les he demostrado que siguen estando equivocados, y la conciencia que se crea en todos estos pueblos cada día es mayor. Nadie nos va a regalar a nosotros ni libertad, ni independencia, ni soberanía, ni estado de derecho, ni república, ni derechos de solidaridad con los pueblos. Eso se gana luchando y hay que estar dispuesto, en ese sentido, al sacrificio.
–¿Sabe por qué no cumplieron la orden de matarlo?
–No me mataron porque los militares hondureños se opusieron a mi muerte. Hubo dos sesiones en la que ellos deliberaron y votaron. Ahí el ejército decidió que me iban a sacar pero no me iban a asesinar.
–¿La orden de matarlo vino del sector civil?
–Un civil no le ordena a un militar. No sé de dónde vino la orden pero puedo suponerlo: a un militar le ordena otro de mayor jerarquía. Para mí la orden vino de los rangos de estrellas que gobiernan el mundo. Y aquí estoy, diciéndole la verdad para que los pueblos abran los ojos, como decía nuestra luchadora Berta Cáceres, “¡Despierta, humanidad!”.
* Puede escuchar la entrevista completa en Sputniknews.com (Voces del Mundo).