Después de una pandemia que marcó a fuego a la cultura argentina, y la pandemia del macrismo (tal como el ministro de Cultura Tristán Bauer calificó el clima de época), el 2021 representó un intento de reactivación del sector. O al menos ese fue uno de los objetivos que se propusieron lograr desde el gobierno. Según expresaron desde la gestión, durante el 2020 y el 2021 el presupuesto en Cultura fue el más importante en la historia del ministerio. Sin embargo, el área fue una de las más golpeadas durante la pandemia y la actividad gubernamental debió hacer fundamentalmente un giro hacia la contención y la asistencia.

En este sentido, impulsaron políticas públicas destinadas a las y los trabajadores de la cultura que vieron interrumpidas sus fuentes de ingresos. Algunas de las más relevantes fueron la del Fondo Desarrollar para la sostenibilidad de cientos de espacios culturales, el Fomento Solidario para los músicos y el Plan Podestá destinado a elencos, salas y teatristas. También se apoyaron a más de seis mil espacios y organizaciones culturales con programas como Puntos de Cultura, Apoyos Conabip y más de siete mil empresas culturales a través de ATPs y Repro II. Además, impulsaron Cultura Solidaria, a través de la cual brindaron una ayuda para al menos cincuenta mil artistas, trabajadoras y trabajadores de la cultura. Por otra parte, mediante Impulsar, otorgaron un aporte excepcional y extraordinario para el sostenimiento de salas, predios y espectáculos en vivo. Por el lado del público, la reactivación se buscó a través del Plan Más Cultura, una iniciativa que junto a la Anses y el Banco de la Nación Argentina, benefició a 595.000 jóvenes de todos el país con un monto para acceder a bienes, servicios y prácticas culturales.

Como gran símbolo de la voluntad política por acercar el arte al público, en octubre Tecnópolis reabrió sus puertas y volvió a convertirse en lo que supo ser: un espacio para todas y todos los argentinos. Diez años pasaron de su inauguración por la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner. “Después de los momentos duros que nos ha tocado vivir, nuevamente decimos que este parque está al servicio todos los argentinos y argentinas”, expresaba Bauer en el acto inaugural de la megamuestra, tras cuatro años de declinación durante el gobierno macrista, su posterior conversión en un centro sanitario, primero, y en vacunatorio después.

A nivel local, a partir del segundo semestre y gracias a la campaña de vacunación nacional, podría decirse que comenzó cierta movilidad del sector y las actividades culturales fueron retomando su ritmo habitual. Sin dudas, el gran protagonista del año fueron las ayudas del estado nacional, que apuntaron a reactivar a uno de los sectores más golpeados de la pandemia. Aún así, el 2021 dejó una etapa atravesada por expectativas, resistencias y, sobre todo, muchas heridas.

Música en vivo

“Celebro los programas del ministerio de Cultura de la Nación como Impulsar, que hicieron que no quedaran salas libres porque fomentaron activamente la presencia de muchos shows en los últimos meses del año”, expresa Ana Poluyan, vicepresidenta de Asociación de Managers Musicales Argentinos (ACMMA). Sin embargo, con respecto a la actividad de la música en vivo considera que se trata de una industria que ya viene golpeada desde antes. “Hay que destacar que toda esta reactivación fue luego de muchos meses de inactividad, que la industria de la música en vivo fue la primera en cerrar sus puertas, la última en abrirlas y siempre es la primera en caer ante situaciones de Covid”, manifiesta. En cuanto a las necesidades más urgentes que tiene hoy en día el sector, la manager de Miranda, Turf, Los Pericos y María Campos, enfatiza la importancia de que el Congreso de la Nación trate la Ley de Fomento de la Música en vivo, “que le daría a la música en vivo las mismas posibilidades que tienen el teatro, el cine o el libro”.

Teatro

De acuerdo a datos de la Asociación Argentina de Empresarios Teatrales y Musicales (AADET), la comparación entre el bimestre del 1 de octubre al 30 de noviembre con respecto al 2019 arroja un resultado llamativo en relación a lo teatral y lo musical. Al teatro volvió un 72% de espectadores, pero con un 28 % menos de espectáculos, por lo que para Carlos Rottemberg, es posible hablar de "un empate técnico" entre los dos años. “Creo que el balance 2021 termina con una recuperación de público mayor a la que suponíamos un año atrás”, afirma el empresario. En el caso de la música “la recuperación es un poco más lenta porque recién pudo abrirse en noviembre con un 37% menos de espectadores”, asegura.

Capítulo aparte para el teatro independiente, que fue de los más golpeados por los efectos de una pandemia que sigue vigente. Si bien Alejandra Carpineti, vicepresidenta de ARTEI, celebra el conjunto de políticas del estado nacional que permitió acompañar el proceso de reapertura de algunas salas -no todas-, a la vez manifiesta que “sería muy interesante que este tipo de políticas públicas queden fijas para apoyar al sector más allá de un contexto de pandemia”.

Según un relevamiento hecho por Asociación Argentina del Teatro Independiente (ARTEI), hasta julio de este año, apenas el 50% de las salas que nuclea la entidad había logrado abrir con alguna actividad. A pesar de que algunas salas pudieron sostenerse con las ayudas del Ministerio de Cultura de la Nación y el Instituto Nacional de Teatro, el teatro independiente quedó en una situación vulnerable. Muchos espacios no sobrevivieron y para gran parte de los trabajadores todo fue cuesta arriba. Espacios como Buenas Artes, El Arenal, Onírico y Espacio Sísmico, entre otros, debieron cerrar sus puertas.

A nivel del ámbito oficial se celebró una buena noticia: después de más de 50 años, una mujer se convirtió en directora del único teatro nacional de Argentina. En su momento fue Luisa Vehil, quien estuvo al frente de la institución entre 1964 y 1966. Hoy, ese lugar lo ocupa la productora teatral y gestora cultural santafesina Gladis Contreras. Ella, junto al subdirector Jorge Dubatti, asumieron en octubre de este año la tarea de afrontar una nueva etapa del teatro.

Sin embargo, dentro de lo público, no todo fueron buenos augurios y se presentaros varios conflictos. A pesar de que el CTBA fue el primer teatro público porteño en volver a la actividad, a comienzos del año, una serie de destratos por parte de las autoridades porteñas generaron que en marzo desde las artes escénicas se declararan en estado de asamblea permanente. “Contratos basura, uso discrecional de salas públicas, financiamiento de espectáculos en teatros y festivales con el dinero de las compañías y la inexplicable y supuesta falta de presupuesto”, eran los múltiples problemas que advertían. Este mismo destrato por parte de las autoridades fue denunciado a principios de marzo por alrededor de 30 elencos, cuando se llevó a cabo el Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA), al manifestar que financiaban el festival desde sus bolsillos “pagando escenografías, vestuarios y salas de ensayo".

En septiembre, y como respuesta a la compleja situación generada por la pandemia, el CTBA puso en marcha el Premio CTBA a la Creación y Producción de Artes Escénicas en Salas del Circuito Independiente 2021, que distinguió a diez proyectos con 500 mil pesos para cada uno. Ideada junto con el Ministerio de Cultura de la Ciudad, la iniciativa se inscribió en el programa Cultura Abierta, un plan de más de 80 convocatorias dirigido a los hacedores culturales de la Ciudad. La propuesta se sumó a la del Premio Banco Ciudad a las Artes Escénicas, una acción destinada al financiamiento de la creación y la producción de espectáculos, que el CTBA había lanzado a principios de año junto al Banco Ciudad.

Pero para terminar el año, se sumó una nueva disputa: la de los Premios Municipales. El ministro de Cultura de la Ciudad, Enrique Avogadro, presentó en la legislatura un proyecto de ley de concursos y premios anuales a la actividad artística, que intentaba “hacer sostenible” lo que se conoce como Premios Municipales, sin consultar con las distintas entidades. Entre otros aspectos del proyecto se objetaban el descuento del subsidio mensual y vitalicio de cualquier tipo de jubilación que tuviese el beneficiario. También se eliminaban varios premios en distintas disciplinas. Sin embargo, los artistas movilizados contra el ajuste lograron que el proyecto de ley, que modificaba estos reconocimientos, finalmente no se trate en la legislatura porteña.

Nuevos espacios

Contra toda probabilidad (y como contracara de la realidad de muchos) se abrieron nuevos espacios culturales como el Complejo Teatral Ítaca y se reinauguró el mítico lugar donde funcionó el Teatro del Pueblo Experimental Leónidas Barletta. También, gracias a subsidios del Instituto Nacional del Teatro, abrieron salas como la de TKQ, ubicada en Santa Rosa (La Pampa) y la Red Mote, en Tilcara (Jujuy).

En el ámbito oficial, el CTBA sumó el Cine Teatro El Plata a su red de espacios. De esta manera, la histórica sala de Mataderos que desde hacía 14 años los vecinos venían reclamando su puesta en funcionamiento volvió a la actividad. Mientras tanto, desde hace ya 7 años, el Teatro Alvear continúa cerrado. El 24 de mayo de 2014 se realizó la última función ahí del espectáculo Mireya, un musical de tango, que dirigió Pepe Cibrián Campoy.

La industria editorial

La actividad transitó la pandemia con una gran caída. Según expresa Martín Gremmelspacher, presidente de la Cámara Argentina del Libro, “el sector se tuvo que repensar”. Las librerías se enfocaron fundamentalmente en la venta online, lo que permitió ser un salvavidas del momento. Las editoriales también hicieron lo mismo “y eso permitió ir transitando el período como se pudo”. En el medio hubo bastante asistencia por parte del Estado, con los ATPs, los Repro y con créditos de Banco Nación “sumamente favorables”. Además, “la Conabip compró libros y el ministerio de Educación también hizo compras muy grandes”, celebra Gremmelspacher, quien mantiene expectativas de que 2022 sea un mejor año. 

En la misma línea, Daniel González, director de Editorial Octubre, afirma que “la pandemia fue durísima para el sector cultural”. Sin embargo, subraya que “las políticas públicas que venían implementándose a partir de la asunción del nuevo gobierno, tales como las compras estatales, hacía muchos años que no se hacían”. A su vez, remarca como algo positivo la reapertura de las librerías que estuvieron cerradas la mayoría del 2020. “Da la impresión de que mejoró un poco la recuperación en las ventas en este segundo semestre. Se notó una mayor participación de las librerías más chicas y medianas”, expresa.

En cuanto al Grupo Octubre, se destaca que a la librería Caras y Caretas (ubicada en Junín 365) se le agregó este año una nueva sede en Av. Libertador 1105. En pleno Vicente López y a pocos metros del río se ofrece un catálogo muy amplio que incluye sellos como Editorial Octubre, Eterna Cadencia, Siglo XXI y Corregidor, entre otros.

Sobre los dos espacios creados para la cultura y el encuentro, González celebra que “tanto en la de Junín como en la de Libertador se han hecho presentaciones de libros y actividades, que incluyeron talleres y clubes de lectura”.

Danza

Con la disciplina de la danza, el Estado todavía tiene una deuda. No existe un Instituto Nacional de Danza que promueva políticas públicas específicas. Desde hace una década, bailarines, coreógrafos y maestros luchan por una ley nacional para el fomento y la promoción, que propone, entre otras cosas, la creación de un instituto análogo a los que ya existen para el cine y el teatro. Desde el Frente de Emergencia de la Danza, colectivo de colectivos que nació en medio de la pandemia, todavía exigen “una Ley Nacional de Danza que sea representativa, federal, con presupuesto, y que garantice una ampliación de derechos para les trabajadores/as de las danzas”.

También, como respuesta al vacío legislativo y para desarrollar acciones de fomento que históricamente se adeudan con el sector, este año distintas asociaciones del área del tango presentaron dos proyectos para la creación de un Instituto Federal que fomente el género en todo el país. Si bien ambos proyectos se presentaron con sus diferencias, la falta de instrumentos legislativos, que se manifestó claramente cuando estalló la pandemia, movilizó la lucha de todos los sectores.

Audiovisual

La industria audiovisual no permaneció ajena al complejo contexto económico, tanto local como exterior. Por eso, en busca de reactivar un sector deprimido primero por la crisis macrista y luego por la pandemia, el Estado puso en marcha ambiciosos programas. El principal fue Plan de Contenidos Argentinos, con el que buscó impulsar la producción, venta de servicios, y la generación de nuevos puestos de trabajo en todas las regiones del país.

En el ámbito cinematográfico, el panorama ya era difícil tras los resabios que dejó la anterior gestión del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), que desmanteló buena parte del sector. Con la asunción de Luis Puenzo en 2019, apenas se estaban acomodando las nuevas autoridades al frente del Incaa cuando los sorprendió la magnitud de la crisis, lo que dejó en veremos la implementación de un proyecto renovador.

Carmen Guarini, miembro DAC (Directores Argentinos Cinematográficos) afirma que “han sido dos años de mucha pelea ante el Estado para que se desbloquearan fondos y se reactivara una actividad que venía de la gestión anterior ya ralentizada y en algunos casos parada, con costos que no se actualizaron y que se reflejó en la calidad de las pocas producciones que desde el llamado del cine independiente lograron terminarse”.

Por otro lado, queda pendiente solucionar el tema de la caducidad de los fondos para el fomento que, si bien se vencen a fines de 2022, mantiene en vilo a gran parte de la industria. “Aún estamos esperando que se destrabe esa ley, se corra el tiempo de vencimiento para asegurarnos que en el 2022 tanto el Instituto de Cine como los fondos sigan existiendo”.

También vio la luz el debate por una nueva ley de cine, cuyo principal impulsor fue el Espacio Audiovisual Nacional para actualizar y sustituir a la Ley Nº 24.377 (actualmente vigente) y estructurarla de acuerdo a los tiempos actuales y por venir.

Lo cierto es que a pesar de las particularidades de cada área y de que el ámbito de la cultura es muy amplio, el año comenzó con una pausa en buena parte de la actividad. Eso no sólo demandó estrategias rápidas, sino que también dejó en evidencia la histórica precarización de los trabajadores y trabajadoras de la cultura, así como también la necesidad de un Estado presente para afrontar -de la manera menos desigual posible- las grandes crisis.