Desde Brasilia

#BolsonaroVago. Con ese hashtag en la lista de los más populares de la última semana de diciembre en Twitter los internautas despidieron un año finalizado del mismo modo como empezó: con el jefe de Estado sin trabajar.

El capitán presidente terminó 2021 a pura carcajada en una playa de la sureña provincia de Santa Catarina, ajeno a los 25 muertos y más de noventa mil desplazados por las inundaciones ocurridas en Bahía, el estado nordestino cuyo gobernador es Rui Costa, del Partido de los Trabajadores (PT), correligionario de Luiz Inácio Lula da Silva.

Hasta el más incauto sabe que la indiferencia del gobierno nacional hacia la tragedia bahiana es una maniobra para escarmentar a una administración petista en el contexto de la campaña hacia las elecciones presidenciales del 2 de octubre, en las que Lula se perfila como favorito.

Frívolo, el titular del Palacio del Planalto en lugar de viajar a la zona del desastre que afectó directa a indirectamente a unas setecientas mil personas el jueves prefirió visitar un parque de diversiones catarinense donde se divirtió a bordo de un kart ante el aplauso de sus seguidores de ultraderecha. Ese mismo día rechazó la ayuda para los inundados ofrecida por el gobierno argentino, la cual había sido recibida de buen grado por el gobernador petista Costa.

Largas vacaciones

El desapego por las responsabilidades que supone un cargo público es una constante que ha caracterizado a este exmilitar desde su llegada al Palacio del Planalto en 2019 y antes de ello durante sus tres décadas como diputado federal cuando presentó pocos proyectos de ley y contrató como asesores a una legión de policías y familiares que cobraron sin haber pasado prácticamente ni un día por el Congreso.

"Bolsonaro nunca trabajó en su vida", suele decir el extornero mecánico Lula.

Cuando está en Brasilia Bolsonaro suele dedicar menos tiempo a cuestiones de Estado que a recorrer la ciudad en moto, organizar churrascos en la residencia oficial, el Palacio de Alvorada o visitar templos evangélicos.

Hay quien dice que tampoco trabajaría mucho en su despacho del tercer piso del Planalto - a donde suele llegar tarde y de donde se va temprano – junto al cual se habría montado un cómodo dormitorio.

No existen pruebas sobre esa presunta pieza preparada para las siestas de Estado, de la que hablan los periodistas acá en Brasilia, pero lo que todo el mundo ve son sus frecuentes vacaciones.

Negacionista

Poco días antes de visitar las playas de Santa Catarina donde festejó el Año Nuevo, Bolsonaro había viajado a la costa del estado de San Pablo donde pasó unas largas navidades, período que dedicó a criticar la vacunación de niños contra el coronavirus sin importarle que la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria recomendara inmunizar a los menores de doce años ante la inminencia de un nuevo brote causado por la variante Omicron.

En enero de 2020 había hecho lo mismo durante las también largas vacaciones en la costa haciendo proselitismo contra el aislamiento social, el barbijo y poniendo en duda la eficacia de la inmunización.

Meses más tarde, en octubre pasado, una comisión del Senado descubrió y probó que además de hacer propaganda negacionista saboteó la compra de los antídotos lo cual pudo haber costado cientos de miles de víctimas fatales.

A partir de esas y otras pruebas ese organismo del Senado denunció al gobernante por crimen contra la humanidad y se espera que la acusación sea presentada próximamente ante el Tribunal Penal Internacional de La Haya.

Lujos árabes

Sin agenda internacional debido al aislamiento diplomático del que es objeto por parte de gobiernos de izquierda e incluso de derecha, en 2021 Bolsonaro viajó al exterior sin mucho que hacer. Dedicando buena parte del tiempo al "dolce far niente".

Entre 2019 y 2020 Bolsonaro se concentró en fortalecer sus vínculos con Donald Trump con quien tuvo varias reuniones. Pero desde que el republicano dejó la Casa Blanca el brasileño se convirtió en una suerte de zombie global, al que prácticamente nadie está interesado en recibir.

En el marco de esa falta de agenda externa, en noviembre pasado visitó Qatar, Emiratos Arabes y Bahrein, una gira de la que no trajo ningún acuerdo oficial de importancia salvo la promesa, vaga, de que capitales árabes estarían interesados en comprar a los clubes Flamengo y Palmeiras. Un logro minúsculo para semejante viaje del que participó medio gabinete, la familia presidencial y decenas de empresarios.

En general los jefes de Estado planifican con antelación sus compromisos internacionales a fin de aprovechar cada hora en el extranjero.

En el caso brasileño ocurre lo contrario, Bolsonaro con frecuencia organiza sus viajes de buenas a primeras (a veces para no quedar muy en desventaja ante Lula que en 2021 fue recibido por varios presidentes ) y más de una vez ha pasado días fuera de su país sin tener en que ocupar el tiempo.

En noviembre en Qatar, por ejemplo, dedicó toda una mañana a pasear en moto junto a sus guardaespaldas para después subir las imágenes en un canal de Youtube como lo hace cualquier turista que quiere darse corte ante sus amigos. Un mes antes, en octubre, fue a Roma para participar en la cumbre del G20 donde tuvo tanto tiempo libre , debido a que ningún presidente le dio una audiencia oficial, que se dedicó a pasear por las calles empedradas de la capital italiana, degustar salames y hablar con los mozos.

Como la información de los gastos es retaceada alegándose razones de seguridad nacional u otros pretextos, no se conoce el monto de estos viajes en los que se observa el despilfarro de dinero estatal. El presidente se alojó en Dubai en un hotel donde una suit cuesta hasta 81 mil reales por día, algo así como 15 mil dólares.

Elecciones 2022

Una diputada de oficialista, Bia Kicis, justificó las prolongadas vacaciones de Bolsonaro con el argumento de que este 2022 será ajetreado.

En efecto, deberá trabajar a destajo para crecer en las encuestas que le dan el 22 por ciento de intenciones de voto frente al 48 por ciento de Lula de cara a los comicios del 2 de octubre. Esos sondeos, de la agencias Datafolha e Ipespe, estiman que el líder del PT hasta podría ser electo en primera vuelta.

Tomar al pie de la letra, o al pie de los números, lo que indican las encuestas a diez meses de las elecciones puede ser precipitado porque éstas pueden reflejar el humor de la sociedad pero no son capaces de captar cual será la verdadera actitud electoral de los ciudadanos luego de asistir a las campañas.

En estos diez meses Bolsonaro podrá usar la poderosa máquina estatal para mejorar su imagen a través del Auxilio Brasil, el programa que acaba de lanzar con un subsidio de 400 reales (80 dólares) destinados a 17 millones de familias humildes. Además contará con cuantiosos recursos para gastar en publicidad oficial y llevar adelante programas de alto impacto como financiar las deudas de los estudiantes pobres con las universidades privadas.

Alianzas

Echando mano de una expresión futbolística, a las que Lula es afecto, el partido se gana sólo cuando terminó, y para eso falta un buen tiempo y saber con qué equipo entrará cada candidato a la cancha.

Por lo pronto el líder petista parece encaminado a un entendimiento con el ex gobernador de San Pablo, Geraldo Alckmin, un político conservador que podría garantizar interlocución con la burguesía paulista y sectores del establishment que apoyaron el golpe contra Dilma Rousseff en 2016 y el cuasi golpe de 2018 cuando se impidió la candidatura de Lula.

En cambio Bolsonaro aún parece lejos de definir el vice que lo acompañará en octubre.

Su compañero de fórmula podría ser un político procedente de los partidos derechistas que integran la coalición oficialista llamada "Centrao" o un militar, como el ministro de Defensa, general Walter Souza Braga Netto.

Pero si su popularidad no remonta, y para que ello ocurra deberá trabajar mucho, no se puede descartr que el líder ultraderechista opte por una salida a lo Trump, y ensaye una suerte de "toma del Capitolio" a la brasileña.