Los poderosos pueden hacerse de riquezas sin tener que producir nada. Uno de los mecanismos para lograrlo es operar con el capital simbólico o financiero. Este capital se representa en divisas, bonos de la deuda soberana, arbitraje de mercados futuros o acciones de compañías. 

En el caso de las empresas, el capital simbólico de las acciones corre por cuerda separada del capital material que posee la firma. Es prácticamente independiente. De no ser así, no podríamos explicar cómo el capital accionario de Amazon, una mega mensajería que aplica una tecnología que puede ser entendida por cualquier estudiante de informática, valga seis veces lo que vale la automotriz Toyota.

La acción de una compañía no representa su materialidad, es decir, las condiciones de infraestructura y tecnología, sino que encarna los derechos a obtener dividendos que se espera que la firma produzca en el futuro. Es un pagaré librado contra ganancias aún no obtenidas. Así, las formas de acumulación de capital usando las finanzas merecerían una nueva calificación más allá de las clásicas acumulación originaria y por reproducción.

Siendo las finanzas instrumentos jurídicos que otorgan la potestad de apropiarse del valor que producirán otros sujetos en el futuro, tal vez sirva la denominación “acumulación por succión jurídico-financiera”. Las personas que producirán el beneficio real en la empresa, administradores y trabajadores, no saben quiénes son los dueños de las acciones que absorberán el beneficio que producirán. Los empleados de la firma no son sujetos de derecho en las transacciones donde se decide su suerte.

Estos manejos financiero-simbólicos reñidos con la materialidad de las cosas también se usan para apropiarse de otras compañías sin hacer inversiones reales. A través del uso de formas societarias, una empresa puede absorber a otra sin poner un peso.

Caso Renova

Renova es la planta extrusora de granos más grande del mundo. Ubicada a la vera del Paraná, tiene una capacidad de molienda de 30 mil toneladas diarias de soja. Se trata de un joint venture, una colaboración empresarial, entre Viterra y Vicentin. Viterra, ex Oleaginosa Moreno, es una empresa transnacional controlada por Glencore. 

Viterra y Vicentin reconocen, en sus respectivas webs, que Renova es su joint venture. Pero como un joint venture no exime de responsabilidad patrimonial a las firmas que lo integran, se revistió a Renova del ropaje de una Sociedad Anónima separada, con Vicentin y Viterra como accionistas en partes iguales.

Sin embargo, la materialidad dice otra cosa. Cuando Vicentin entró en default a fines de 2019, el domicilio legal de Renova era la sede de Vicentin. Los miembros del directorio de Renova eran los directores de Vicentin y de Viterra. Dos días antes de anunciar su cesación de pagos, Vicentin vendió un 16,67 por ciento de sus acciones de Renova a Renaisco “BV”. 

Una “BV” (Besloten Vennootschap) es una forma societaria de los Países Bajos que puede constituirse con un Euro de capital, en pocos días y por personas extranjeras. El dueño de Renaisco BV es Glencore. La entrada en escena de Renaisco se explica porque, si ese 16,67 por ciento de acciones se la hubieran transferido a Viterra, Viterra pasaba a tomar el control formal de Renova, ya que hubiera reunido el 66,67 por ciento de su capital accionario. Y para eso, tenía que haberle pedido primero autorización a la Comisión de Defensa de la Competencia. Esto se evitó usando el artificio Renaisco. También se esquivó que la mayoría de las acciones de Renova queden al alcance de los acreedores de Vicentin.

Las mismas caras

En enero del 2020, Vicentin cedió a Viterra el uso del 33,33 por ciento de Renova que le quedaba. En ese febrero, se presentó en concurso preventivo y declaró a su controlada Renova como a uno de sus acreedores. Vicentin dice que le debe a su propia criatura. En mayo, se modificó el estatuto social de Renova por asamblea de sus accionistas, que son Vicentin, Viterra y el recién llegado Renaisco. Los dos últimos estaban representados en el acto por la misma persona, quien a su vez era también director de Renova y abogado de la firma Curtis, el bufete legal de Glencore. Las mismas personas físicas no solo ambos lados del mostrador, sino arriba, abajo y por las diagonales.

El nuevo estatuto garantiza el dominio de Glencore (a través de sus controladas Viterra y Renaisco) sobre Renova, que entonces queda fuera del alcance de los acreedores de Vicentin. Gracias a estos artilugios jurídicos y simbólicos, Glencore, sin hacer aportes materiales, se hace con el control de la mayor extrusora de soja del mundo.

La judicatura argentina ve estas cosas. Pero sostiene que las sociedades de papel son sujetos sacrosantos con más derechos incluso que las personas físicas. En la antigüedad, el ser humano se compraba y se vendía legalmente. El esclavo era objeto del comercio, no sujeto de derecho. En el presente, se negocia usando ficciones jurídico financieras el producto del trabajo de miles de empleados, los que generarán un beneficio económico que será apropiado por otros, que mandan fronteras fuera.

* Doctor en Derecho Público y Economía de Gobierno. Docente UNdAv.