Desde Londres, Gran Bretaña

En las encuestas para las elecciones del 8 de junio los británicos apoyan mayoritariamente la plataforma política del laborismo y la prefieren al vacío programático conservador. En las mismas encuestas la líder de los conservadores Theresa May duplica al laborista Jeremy Corbyn como el mejor candidato a primer ministro. Según los sondeos los conservadores lideran con un 45% de la intención de voto contra un 32% por los laboristas.

¿Cómo entender esta discrepancia entre el apoyo masivo a Theresa May a pesar de que llevará adelante una plataforma política opuesta a la que prefieren los votantes? ¿Se equivocan los encuestadores de la misma manera que fallaron en las elecciones británicas de 2015, en el referéndum por el Brexit y en la victoria de Donald Trump en Estados Unidos?

Si hay error de los encuestadores, Corbyn tiene más chances de las que le otorgan los sondeos y Theresa May puede terminar arrepintiéndose de haber convocado a elecciones de modo anticipado.

Cabe una segunda posibilidad, es decir, que el pueblo británico esté tan confundido que no va a votar por propuestas que lo representan porque no les gusta el principal emisor de las mismas y, en cambio, se inclinarán por un programa que no quieren porque los cautiva su emisora. En este caso la demolición mediática de Jeremy Corbyn desde que asumió como líder laborista hace casi dos años, acompañada de errores propios y sectarismos de su movimiento, serían la explicación de este paradójico estado de cosas.

Pero existe una tercera posibilidad. La plataforma política laborista, anunciada la semana pasada junto a la conservadora, puede ser el punto de inflexión de unas elecciones que parecían un paseo para Theresa May cuando las convocó sorpresivamente el 18 de abril. En este caso el laborismo tendría todavía chances de arrancarle la primera minoría parlamentaria o formar un gobierno de coalición con otras fuerzas o reducir y hasta anular la exigua mayoría parlamentaria de los conservadores.

La filtración de la plataforma política laborista días antes del anuncio formal el pasado martes generó un intenso debate que dio un resultado que pocos esperaban en el Reino Unido. Los sondeos mostraron que lejos de ser una plataforma del pasado, la nacionalización del servicio ferroviario, el energético y el de agua, el impuesto a las transacciones financieras, el combate contra la evasión fiscal y la inversión masiva en vivienda, educación y salud propuesta por Corbyn representan la voluntad mayoritaria de los votantes.

Los laboristas están todavía a 13 puntos de los conservadores, pero han aumentado 5 puntos en las dos últimas semanas y cosechan ahora más un 32% de la intención de votos, su mejor marca en 18 meses, superior a la que consiguió en las elecciones de 2015 su anterior líder, Ed Miliband (31,2%).

La plataforma política laborista parece tener mucho que ver con esto. Una encuesta del The independent halló que más de la mitad estaba a favor de la nacionalización del servicio ferroviario y Correos (52 y 50%) mientras que casi la mitad (49%) apoyaba aplicar esa medida al mercado energético. Menos de un 25% de los votantes se mostraban en contra de esas políticas.

Otro sondeo, del ultraconservador Daily Mail, halló que un 71% estaba a favor de eliminar los contratos laborales ultraflexibles de cero horas mientras que solo el 16% estaba en contra. El mismo matutino reportaba que el 65% de los encuestados estaba a favor de otra propuesta laborista, el aumento impositivo a los ingresos superiores a las 80 mil libras: solo 24% se oponía a esta medida.

El gran problema de todas las mediciones es Jeremy Corbyn. En los sondeos un 56% decía que sería un “desastre” como primer ministro mientras que un 30% opinaba que merecía que le dieran una oportunidad de ejercer el liderazgo.

Los estrategas electorales conservadores han identificado a Corbyn como el talón de Aquiles del laborismo y desde un principio de la campaña han insistido que los británicos tienen que elegir quién se hará cargo del país en el duro período que se viene con las negociaciones del Brexit. Solo hay dos opciones, insisten los Torys: May o Corbyn.

La confianza en este factor es tal que los conservadores presentaron el jueves último una plataforma con un ajuste sobre el ingreso de los jubilados para equilibrar el presupuesto. La medida es un cachetazo contra este sector etario que vota mayoritariamente por los conservadores y ha sido duramente criticada por los expertos que los mismos Torys nombraron en 2011 para hacer una revisión del tema. “No atacan el principal problema que tiene este sector que se encuentra en una posición de vulnerabilidad extrema y no va a poder lidiar con los costos de la vejez”, dijo Sir Andrew Dilnot a cargo de la revisión de 2011.

Nadie sabe el impacto electoral de esta medida que afecta a unos 10 millones de votos. A este interrogante se le añade el de los menores de 30 años, tradicionalmente el sector etario de mayor abstencionismo. El plazo para registrarse vence el lunes 22 de mayo, pero todo parece indicar que por primera vez en más de dos décadas habría un importante voto juvenil, mayoritariamente pro-europeo y bastante pro-laborista.

El sistema electoral es el mayor impredecible de todos. Los británicos votan en 650 distritos electorales. Cada distrito elige un representante. El cálculo es que solo en unos 150 distritos hay dudas sobre el ganador. El voto juvenil sería decisivo en 57 distritos en que los laboristas defienden mayorías marginales. El voto gris es igualmente clave en unos 40 distritos que los conservadores podrían perder a manos de los liberal demócratas o los laboristas. Ninguna encuesta ha logrado capturar esta dinámica que será decisiva el 8 de junio.