Los datos de la inflación de Estados Unidos publicados la semana pasada siguen alimentando uno de los principales debates de la economía en el mundo desarrollado. Los precios minoristas subieron 7 por ciento interanual, marcando la tasa más elevada de los últimos 40 años y poniendo nueva presión sobre la política económica.

Las autoridades de la Reserva Federal plantearon que posiblemente las tensiones inflacionarias se mantendrán hasta mitad de 2022. Al mismo tiempo, ese organismo comenzó a mostrar un cambio discursivo. Pasó de asegurar que los precios subían en forma transitoria a dar un mensaje de preocupación.

En las últimas declaraciones y conferencias de prensa, los líderes de la Fed dijeron que la prioridad es enfrentar la suba de precios. Hasta hace unos meses, cuando las tasas de inflación todavía se ubicaban por debajo del 5 por ciento interanual, los principales objetivos eran la recuperación de la economía y el mercado laboral.

Ahora, la gran discusión entre los economistas norteamericanos es si el ciclo de subas de los precios puede volverse permanente y cómo debe enfrentarse.

El historiador Adán Tooze lo resumió bien algunas semanas atrás: “no se sabe si estamos viviendo el comienzo de una nueva inflación. Lo que está claro es que estamos viviendo un gran debate sobre la inflación. No puedo pensar en un período así en la memoria reciente, en el que hubo tan poco acuerdo sobre las tendencias futuras probables”.

La suba de la tasa de interés norteamericana figura entre las principales opciones en los debates para atacar el proceso inflacionario. Algunos economistas quieren llevarla rápidamente a niveles cercanos al 3 por ciento mientras que otros aseguran que un aumento exagerado y apresurado podría traer consecuencias impensadas.

Uno de los que participó en esta discusión es el investigador de Harvard Kenneth Rogoff, quien tiene mucha influencia en círculos financieros de Estados Unidos. “Después de argumentar durante mucho tiempo que el fuerte aumento de la tasa de inflación es transitorio, la Reserva Federal enfrenta un dilema. Si no ajusta la política monetaria lo suficiente, la inflación podría arraigarse. Pero si lo hace demasiado rápido, habrá una recesión. La estanflación también es una posibilidad”.

Las preocupaciones en el mundo de las finanzas no son exclusivamente por el impacto de la suba de las tasas de interés sobre la economía real. Muchos consideran que un cambio abrupto en el ciclo de superliquidez de dólares de los últimos años provocaría fuerte caídas para las grandes corporaciones de Wall Street.

Rogoff lo deja planteado de la forma que sigue: “¿Quién va a limpiar el inevitable lío financiero en los mercados si la inflación persistente obliga a la Reserva Federal a aumentar las tasas de interés de manera significativa?”.

El economista Dani Rodrik fue otro de los que participó la semana pasada en el debate sobre qué hacer con la inflación norteamericana. Consideró que “la inflación actual en Estados Unidos y en muchas otras economías avanzadas difiere significativamente de la inflación de fines de la década de 1970. No es crónica (hasta ahora), ni está impulsada por espirales de salarios y precios y la indexación hacia atrás”.

Con esto, el profesor de Harvard planteó algunas preguntas: “¿Deberían pisarse los frenos monetarios y fiscales, reduciendo el gasto y elevando las tasas de interés, bajo un enfoque ortodoxo para combatir la inflación? ¿O intervenir más directamente, a través de controles de precios o tomando medidas drásticas contra las grandes empresas que fijan precios?”.

 “La economía no es una ciencia con reglas fijas. Las condiciones variables exigen políticas diferentes. La única respuesta válida a las preguntas de política en economía es 'depende'”, cerró.