“Nos sacamos la careta”. Así describe Tomás Cortina, uno de los dos frontman de Los Siberianos, su reciente álbum: Melodía y drama. “A pesar de que ampliamos el juego, tratamos de conservar nuestra identidad”. Por eso el músico no coincide con las definiciones estéticas y sonoras que recibió la secuela de Algo tuyo (2018). “Ahora todos joden con que el segundo disco es más pop”, se indigna. “Y no creo que sea tan así”.

Junto con Las Sombras y Knei, el quinteto conforma la piedra angular de la escena independiente de La Pampa. Aunque lo que lo distingue de los otros dos grupos, y de paso supo cautivar al público, es su perspectiva del folk.

Si bien es cierto que la propuesta del flamante repertorio sigue hurgando en las estepas sonoras de su debut, donde también despuntaba su flirteo con la psicodelia californiana, para Cortina en esta ocasión el pop pasa por las letras. “Por una cuestión de maduración compositiva, abrimos el corazón a escribir sin la necesidad de escondernos en personajes o en tercera personas”, revela el cantante y guitarrista. “Uno va creciendo y teniendo diferentes búsquedas”.

Ese autodescubrimiento no es reciente. “La confianza nos la dio el primer disco”, afirma. “Esas canciones rozan con lo oscuro y lo flashero. Mientras que los personajes malandras somos nosotros. Si le buscamos una vuelta de rosca, creo que había un respaldo y por eso nos sentimos cómodos para hacer un disco tan libremente”.

► Un legado algo negado

Desde su aparición, a Los Siberianos se le consideró continuador del legado de Neil Young, The Flying Burritos Brothers y El Kinto. En tanto que en 2021, el Primavera Pro (mercado musical del Primavera Sound), los comparó con Wilco.

Esas analogías dejan de manifiesto la buena acogida que tiene su música.

“Sinceramente, no escuchamos a esos artistas -confiesa-. Y si lo hicimos, nunca pensamos en parecernos. Hacemos lo que pide la canción. El hecho de que haya tres guitarras permite que nos acerquemos a ciertas bandas. Por eso intento no escuchar tanta música, para no sugestionarme. Trato de hacer ese ejercicio, por más que sé que a veces parezca imposible”.

--¿Nunca intentaron averiguar en qué se parecían?

--Una vez nos dijeron que nos parecíamos a los Beach Boys. Todos los conocemos, pero ninguno de nosotros les había seguido la carrera. Luego de lo que nos dicen, los escuchamos y capaz nos parecemos. Nos han dicho que nuestra propuesta es más de “guitarra americana”, y nosotros tratamos de cambiar eso a “guitarra argenta”. Nuestro sonido es más de acá, no sé si hay tanta influencia extranjera. Y si existe, es inconsciente. Queremos hacer canciones argentinas, no estadounidenses ni canadienses.

--Convengamos que no tocan folklore…

--Obviamente que no. Pero queremos seguir la tradición que nos dejaron Los Gatos, Almendra o Arco Iris.

Por si las canciones no son del todo categóricas, el título del disco explicita el entramado de lo nuevo de la banda de Santa Rosa. “Somos dramáticos entre nosotros y para con la vida, y eso lo reflejamos al escribir”, reconoce Cortina.

► Sinceridad ante todo

Furia, amor, desamor, enojo y hasta el gore son los sentimientos que se enaltecieron a lo largo de los 11 temas. “A diferencia del anterior, acá nos abrimos y eso se volvió como una revelación espiritual”, explica.

Amén de esos ingredientes, Melodía y drama está condimentado igualmente por mudanzas y discusiones, así como por el día y la noche. En tanto que la amistad es casi una constante. “Creo que no podríamos funcionar si alguno de nosotros falta”, reflexiona. “Si eso llegase a suceder, me voy de la banda. No me interesa tocar con nadie más que con ellos”.

Según el músico, quien comparte no sólo el liderazgo del grupo sino también el protagonismo compositivo con Joaquín González, estas canciones son más sinceras. “Buscamos la sencillez a la hora de escribir. Que las letras floten en cosas simples y cotidianas. Este disco nos agarró un poco más maduros descargando situaciones que acontecieron en momentos claves de nuestra vida”, dice.

--¿Vos qué descargaste?

--Descargué mucho amor, porque fue una etapa en la que descubrí el amor en general. Sin querer sonar hippie. Y cierta revelación de cómo hay que encarar la vida para no volverse tan loco.

--¿Y cómo cabe la pandemia en este concepto?

--Algunas canciones tienen que ver con eso, la mayoría, no. Es un disco de revelación, de búsqueda y de inconformismo.

Aunque existe la sensación de que la música urbana puso en jaque a la tradición cancionera del rock argentino, al menos entre las audiencias más jóvenes, Los Siberianos le siguen encontrando sentido a lo que hacen. “Hacer lo que hacemos es como ir al psicólogo”, cavila Cortina. “Somos bastante de pensar, y lo descargamos en las canciones. Nos encantaría vivir de la música, pero esto nos sale instantáneamente. Es nuestro estímulo”.

--¿Se conforman sólo con eso?

--No es que no queramos el éxito y tocar en los festivales más importantes. Hasta que eso suceda, nos basta con expresarnos. Si tuviéramos ganas de que nos siga una banda de jóvenes de hoy, tendríamos que ponernos a hacer trap. Pero seguimos haciendo esto porque lo amamos. Me frustraría más hacer una música que no me gusta.

Ramiro Achiary, Roberto Figueroa y Julián Pico completan la formación de una banda que subió su primer material a Bandcamp en 2016, lo que derivó en que se convirtieran rápidamente en una de las sensaciones de la escena argentina. Por el momento disfrutan de un hecho tan reciente como deseado por ellos: ser profetas en su tierra, después de que su auge comenzara en Buenos Aires.

“Hoy en La Pampa somos lo más pop que hay”, asegura Cortina. “La escena local tiene una tradición más punk y metalera, por lo que fuimos pioneros en cuanto al folk y el pop. Hay que animarse a hacer canciones de amor”.