No cabe ninguna duda que el sentido común instalado por el poder real en estos días se manifiesta descaradamente ante cada acontecimiento político que se produce.

A pesar de la incredulidad de muchos y el desconocimiento de otros, diariamente observamos cómo cuesta entender y explicar determinadas acciones debido a que hay instalada una matriz perversa de mirar y analizar, que solo permite hacerlo con el cristal que el poder dominante ha instalado por años y sostiene a través de sus distintos mecanismos para influenciar a las sociedades.

En general los medios de comunicación concentrados, sectores del periodismo “independiente”, determinadas acciones de la política y judiciales, consignas diversas, costumbres, etc., van generando un discurso que aparece como intocable e indiscutible. Y particularmente sucede que siempre va en detrimento de amplios sectores sociales castigados por el sistema y más postergados socialmente.

De tal forma que enfrentar, debatir, esclarecer, decir la verdad (tan simple como eso) parece un objetivo inalcanzable, o al menos muy difícil para poder confrontar. Sea por la cantidad, por el volumen, por los recursos con que cuentan, en general siempre terminan imponiendo sus objetivos, su relato.

Del lado de la mayoría, de esa opinión pública silenciada, de los sectores postergados de la sociedad y del propio gobierno hay escasas respuestas, a veces solo algunas defensivas, otras ingenuas y en otros casos teñidas de un neoliberalismo populista mediante un discurso copiado en las formas al que se quiere contrarrestar. No hay un discurso claro, concreto y atractivo en la defensa de un proyecto nacional y popular, o de los objetivos políticos que se persiguen desde el gobierno y el Frente de Todos.

¿Será porque no tenemos proyecto claro y lo único que importa es lo electoral?

¿Será porque no vamos a fondo con medidas que debieron haberse tomado hace tiempo?

¿Será que no tenemos respuesta a los planteos de la derecha oligárquica porque no hay decisión política de hacerlo?

La movilización popular y la definición de “hacia dónde vamos”, el proyecto del campo nacional y popular, es lo que falta y hay que definirlo sin más pérdida de tiempo. Tenemos que reconstruir una fuerza política que se haga cargo en serio del rumbo del proceso. De lo contrario se hará realidad eso que dice la derecha acerca de la alternancia en el gobierno (que gobierne alternadamente cada cuatro años un sector y otro) y así la posibilidad de la construcción de una sociedad distinta será inalcanzable.

Héctor Marinangeli