Trabado en combate cuerpo a cuerpo con esta tuberculosis moral, atosigado de encíclicas que predican que tanto enfermedad como salud son estados intermedios del mismo negocio, yo ejerzo mi propia tormenta al amparo de intemperies salvajes. La inmediatez ejecuta su imprecisión en los contornos de los relámpagos. Exacerbación onírica, pulsión de irrealidad que ramifica en matices metálicos. El cielo en su vastedad evidencia falta de desenlace, representación dos grados por debajo de la línea de eternidad. Enjambres de carencias sobre las necesidades de cualquiera. Joyas que al roce con la verba contrarrestan toda profundidad. El vacío refulge años luz que establecen contacto con mi presente. Un sinnúmero de especies extintas aúllan al tronar. La mala intención y la plausibilidad, excitadas, huelen la entrepierna de la próxima víctima. Las rías de la coerción nunca están demasiado lejos. Lo sé. Descreo que la luz sea a partir de un foco emisor. Adelante y atrás han sufrido un accidente en los reveses del hueco, una caverna exterior los ha capturado en sus fauces. Pobrecitos. Pobrecitos leucocitos, hematíes y crisopacios, sedentarios o trashumantes, de cristal o arpillera, bípedos o alados, condenados a la velocidad o coronados de lentitud. Pobrecitos sobre horizontes tan crispados.

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Un 0800 envía por WhatsApp recetas por triplicado. Más remedio y menos pan. Anélidos y camélidos inoculados con Sinopharm, Pfizer de faisán. Sputnik de Siberia y Astrazeneca para primates privados de glam.

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Estimados pasajeros, gracias por elegirnos como aerolínea de navegación. Tener el porcentaje más alto de unidades estrelladas en tierra y aire nos colma de orgullo. Quedamos a vuestra entera disposición y recuerden que sus deseos son la prioridad. ¡Buen viaje!

En menos de lo que canta el gallo estaremos aterrizando en el aeropuerto “De La Antigua Influenza” de la Ciudad Farmacológica de Omicron. Descontamos que sus correspondientes estancias en la capital medicamentosa del planeta les resultará fascinante. Déjense contagiar, es dulce y simple. No hay consejo más sano que podemos dar.

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Negadores de la gravedad que conlleva cada manzana argumentan en sintonía con cualquier cosa estúpida mientras amenazan con sepultarnos en una edad de piedra adaptada a sus necesidades de mercado.

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Una joven diseñadora triunfa con su audaz línea de barbijos. Un curandero vende baba divina. Dos antivacunas, en camino a manifestarse dentro del margen que da la ley, reciben heridas de consideración al ser atropellados por una ambulancia que lleva a un moribundo con sus pulmones vueltos uranio. El economista tiene autoridad moral para refutar al médico clínico.

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Auspició Hisopados Yolly, llegamos donde otros no llegan…

@dr.homs