Cuídese mucho era el título de la muestra de Sophie Calle que vimos en 2015 en el CCK y que fue visitada por miles de personas. A partir de un ambiguo mail de despedida de su amante de varios años, la artista creó una instalación en la que narraba la historia del desencuentro amoroso en las versiones de 107 mujeres, elegidas por su profesión o habilidad, para brindar una interpretación o un significado de ese texto enigmático. Pero, como siempre, no es el final lo que interesa sino el recorrido y su enunciación. ¿Qué relación se hace visible entre aquel título-consejo y la frase que más oímos en estos días, en estos cientos de días en que la muerte parece haberse hecho más evidente, más cercana, más voraz? Nunca nos imaginamos que nos cuidaríamos tanto. ¿La muerte? ¿Qué es la muerte? El aviso de la certeza de nuestra condición vulnerable, finita, nuestra fragilidad. Estás, ahora no estás. Estoy, ahora no estoy. De pronto, zas. Fui. Fuiste. Fueron.

Pienso en el trabajo de Sophie Calle, una artista (llamada “conceptual” por la crítica) que se dedica a explorar los límites de la intimidad en puestas en abismo de la mirada de otros sobre ella y de la suya sobre los demás. En otra de sus aventuras visuales ella sigue a personas desconocidas por las calles y las fotografía y escribe sobre lo que ve; puede sonar banal pero más bien es inquietante porque esa mirada es la expresión de su interés por el lenguaje poético y por los aspectos más inaccesibles de la interrelación de las personas con el mundo: muestra algo de lo que permanece oculto en las circunstancias vitales del ser humano. ¿Habrá logrado seguir trabajando Sophie Calle en este tiempo de encierro colectivo forzoso? No puedo imaginarlo porque lo que se ha anulado o neutralizado en este tiempo pandémico es el azar. El azar como apertura de posibilidades infinitas en un arco inimaginable. La fuerza vital de lo accidental cae exangüe, oprimida por la programación a la que el miedo y la conciencia vigilante sobre nuestros actos nos obliga, y si lo olvidamos otro nos lo recuerda de inmediato. ¿Cómo es “cuidarnos mucho” en este tiempo? ¿Cuidarnos más? Si el control y la autoobservación no aflojan, no nos dejan descansar, no podemos distraernos.

Creo haber registrado en el segundo año de pandemia que la recomendación reiterada cedió en su intensidad. Intuyo algo referido a lo estético que elude lo obvio y filtra una sensibilidad en defensa de lo sutil no explicitado, encuentra su valor y función en la elusión de una expresión ya vaciada de sentido. Y Calle trabaja sobre lo fortuito pero no lo agota, lo deja ser, lo indaga, lo observa, sin estrujarlo, sin ansiedad, sin quitarle aire. ¿Cómo será registrar y crear algo nuevo sin el elemento vital del azar? La posibilidad es crear la posibilidad, dice Deleuze. En espacios más cerrados, comprimidos, auscultados, cómo se le dejará lugar a lo imprevisible, a la necesaria fábrica viva de la creación.

¿Qué escribiremos lxs escritorxs en este tiempo enrarecido? La nube tóxica se cierne sobre nosotros. Nos vamos intoxicando, hacemos lo posible para negarlo porque no podemos combatirlo; lo sorteamos, lo surfeamos. Las metáforas deportivas y gimnásticas se actualizan para describir las piruetas a las que nos vemos obligados. La opresión se hace más densa, más compacta y el cielo es un telón que baja sobre nosotros, una malla de trama cerrada que va cubriendo la superficie de la Tierra. Mares, continentes, nada queda afuera de su efecto oclusivo.

Pienso en el lenguaje y en su despojamiento, en la imposibilidad de dominarlo o cristalizarlo de ninguna manera: no es un vocabulario ni un diccionario, ni una cantidad insospechada de palabras o ideas afines sino un cuerpo vivo en movimiento constante, alterado de manera muy diversa en su fisonomía verbal según su uso y sus múltiples, inesperadas afecciones. Pienso en el lingüista y crítico Jan Mukarovsky, cuando en los años treinta escribió su teoría sobre la función, la norma y el valor en relación a los hechos sociales y cómo apelaba a la estética para interpelar a la alienación del ser humano y al sistema al que se somete. Aunque aparentemente contraria a la Escuela del Formalismo ruso, el tiempo ha demostrado que son complementarias en una relación dialéctica. El Formalismo descubrió el carácter inmanente de la literatura, la literaturidad; unos años después, las relaciones que Mukarovsky y la Escuela de Praga proponen entre la esfera estética y la extraestética y entre sujeto y objeto son dinámicas y productivas: nos amplían la perspectiva, la posibilidad de nombrar de nuevo, de encontrar otros modos. Ver “el minuto a minuto” de cómo el objeto estético se construye y se resignifica con vitalidad y dinamismo es casi emocionante. La inestabilidad del lenguaje puede generar algunas resistencias, ver cómo caen y caen los intentos de invocar un sentido único o de sujetar el movimiento y tal vez hacer lugar a las transformaciones inevitables que todavía no logramos elaborar. Ya no diremos “Cuídense mucho” -o “Cuidate mucho”- sin sentir el efecto de esta pandemia y el ropaje, el artificio, que disimula la impotencia de ciertas expresiones de deseo, formulaciones que obedecen a cierto orden, a cierta lógica que en estos dos años hemos reconocido como irrelevante. Las interpretaciones, los desciframientos, las valoraciones nunca fueron acciones fáciles, filtradas por las impresiones de la época; nos despojamos del exceso de artificio de las muletillas, las convenciones y los lugares comunes tranquilizadores para pensar a pelo, aunque no esperemos dar con ninguna respuesta.

En la muestra de Sophie Calle, las 107 mujeres elegidas interpretaron la carta de despedida en videos, fotos y textos tan diversos que no solo mostraban la polisemia de una expresión verbal sino que la recomendación del amante tenía en cuenta la enorme cantidad de imponderables de los que él parecía querer protegerla. Hoy el azar parece haberse reducido a una ruleta de solo dos números.