Durante gran parte de su fructífera carrera Juan Martín Del Potro reflejó un mensaje resiliente que hasta trascendió los límites del deporte: todo es posible siempre que haya una lucha pendiente. El último genio del tenis que nació en territorio argentino llegó a lo más alto, peleó mano a mano con los mejores y sobresalió en la era que reunió a los tenistas más destacados de todas las épocas. Les ganó a todos, cultivó su particular carisma en cada rincón del mundo y siempre habló con su raqueta, incluso a pesar de la infinidad de obstáculos físicos y los cien ingresos al quirófano.

La última pelea, sin embargo, lo agobió. No le dio respiro. Fueron más de dos años y medio repletos de sufrimiento y dolor. Motivo suficiente para decir basta incluso hasta para un hombre como Del Potro, dueño de uno y mil regresos milagrosos. El regreso del ex número tres del mundo en el Argentina Open, pautado para este martes en la jornada nocturna ante su amigo Federico Delbonis, no será el puntapié para encarar otro resurgir. Será, salvo la aparición de un milagro, el inicio de una despedida como debe ser: en la cancha, con su gente y en su país.

"Esta vuelta al tenis posiblemente no sea así. Quizá sea una despedida más que un regreso. Hice mucho esfuerzo pero la rodilla me llevó a vivir una pesadilla", inició Del Potro, de gala, entre lágrimas, en una conmocionada sala de conferencias del Buenos Aires Lawn Tennis, recinto en el que sólo jugó el torneo de Buenos Aires en el año 2006 -recibió un wild card con 17 años-.

Del Potro se fracturó la rótula en octubre de 2018, en Shanghai. Regresó al circuito luego de un tratamiento conservador con Jorge Batista, el subdirector médico de Boca, pero se resintió en Queen's 2019. Desde entonces afrontó diversos tratamientos conservadores y cuatro cirugías: en junio de 2019 lo operó Ángel Ruiz Cotorro, el médico de Rafael Nadal, en Barcelona; en enero del año pasado lo hizo Lee Kaplan, en Miami; en agosto el encargado fue Roland Biedert, el hombre de confianza de Roger Federer, en Berna; y en marzo volvió al quirófano con el tucumano Jorge Chahla, un cirujano ortopédico especializado en lesiones complejas de rodilla y cadera. Se atendió con los mejores del mundo.

Las palabras de Del Potro, después de todo el sufrimiento, hablan por sí solas: "Nunca imaginé retirarme del tenis si no era jugando. Y no encontré un mejor torneo que no fuera el de Buenos Aires para poder hacerlo. Hoy tengo que elegir vivir como una persona de 33 años tratando de no tener dolores. Voy a jugar el torneo, por supuesto, y no veo la hora de entrar a la cancha el martes. La última vez me operé para vivir esto". En plena emoción también confirmó que jugará el ATP 500 de Río de Janeiro, la semana siguiente de Buenos Aires.

Campeón del Abierto de Estados Unidos en 2009, ganador de la Copa Davis en 2016 y doble medallista olímpico, el tenista argentino más destacado de la última década planeó su vuelta en Buenos Aires en octubre pasado. Un día habló con su preparador físico Leonardo Jorge y le dijo: "Desde el 1° de noviembre preparame para Buenos Aires". Y lo explicó con la expresión a flor de piel: "Trabajé tres meses para jugar en Buenos Aires. Tal vez lo que me frustra es el dolor de la pierna. Me gustaría que fuera menor para encarar todo de manera distinta. Pero es lo que me toca".

Durante los últimos tres meses Del Potro se entrenó con una continuidad desconocida desde hace casi tres años, con el apoyo de Jorge, de su ex entrenador Sebastián Prieto -lo acompaña en el Buenos Aires- y de su nuevo fisioterapeuta Bernardo Kuszej. Estuvo en Tandil, en su tierra y con su formador y primer entrenador Marcelo Gómez, antes de encarar las semanas más recientes en las canchas de ladrillo del Tenis Club Argentino.

Tuvo días buenos y otros no tanto, porque los dolores persisten y lo persiguen desde el inicio de la pesadilla. Dos semanas atrás trabajó con Juan Ignacio Londero, en una práctica cerrada de la que Página/12 fue testigo, con golpes intactos y los primeros puntos sueltos en juego. Aquella jornada le dijeron a este medio, desde su entorno, que no había plan después de Buenos Aires y Río. Dos días después jugó su primer set con el Topo: lo perdió, sufrió por los dolores. Pero esos días el timing estuvo pulido como siempre. "Es de otro nivel; la tocaba de derecha, después de jugar el revés cruzado chiquito, y tiraba winner", contaron. Días después se entrenó con Diego Schwartzman y con Sebastián Báez, por caso, y hasta debió infiltrarse por las molestias.

El testimonio del tandilense, ganador de 22 títulos del circuito, estuvo cargado de crudeza: "Ya van dos años y medio que duermo con dolor. Yo a Tandil manejaba tres horas y media en auto y ahora tengo que parar para estirar la pierna. Mi lucha pasa por la salud y por ganar calidad de vida. Tal vez no tenga una vuelta al tenis milagrosa como siempre tuve. Con esta lesión siempre dije que no bajaría los brazos. La despedida tenía que ser en una cancha y no en una conferencia. Más allá del tenis busco vivir en paz, no tener más los dolores horribles que tengo en la rodilla".

De todas maneras, en medio de la tristeza, Del Potro fidelizó con su esencia: dejó la puerta abierta para una maravilla más en su carrera. "Siempre me sobrepuse a todo pero no puedo decir que voy por el milagro porque no es verdad. Conozco la capacidad que tengo con el tenis pero también las limitaciones de mi físico. Mantengo la ilusión de que alguien se ilumine para cambiar el rumbo de la pierna pero será con otro enfoque, sin tanta presión y sin tanto tenis por delante. Decidí jugar porque era el torneo de Buenos Aires y posiblemente no iba a poder hacerlo en otro momento", expresó.

El sufrimiento llegó a tal punto que ex 3° del ranking, transparente, hasta se atrevió a hacer un pedido público: "Había que hacer un corte ahora que podía ser de dos maneras: con el micrófono para después irme a mi casa o con la vincha, en la cancha, con la raqueta, en busca de ese milagro o ese médico que me pueda estar escuchando ahora".

Se puso en marcha El Último Baile para Del Potro. The Last Dance. Sin certezas de que pueda surgir el milagro final, el tandilense tendrá su propia noche mágica este martes en un desbordado Court Central Guillermo Vilas, contra un amigo como Delbonis, con quien comparte un privilegio: ambos aportaron los tres puntos que ganó el equipo argentino de Daniel Orsanic en la histórica final de la Copa Davis ante Croacia. "Estoy feliz de sentirme jugador al menos por unos días más. Más allá de mis emociones el foco lo tengo en el torneo. Quiero sentir ese fuego interno que siempre apliqué desde chiquito. Mi esencia será ganar hasta el último punto. Voy a querer ganar. No podía pedir otra cosa que jugar el martes con un amigo como Fede, porque con él vivimos los días más inolvidables como tenistas. Y el martes será otro día así".

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