Dos de los proyectos más interesantes de la actualidad lo tienen como protagonista. Por un lado, Martin Haselböck viene realizando en Viena algo a lo que llamó Resound Beethoven. La vuelta de tuerca que le faltaba al movimiento historicista. Y una vuelta que, por añadidura, suena excepcionalmente bien: las obras sinfónicas de Beethoven en las salas de donde fue estrenada y con orquestas de las dimensiones utilizadas en aquellas oportunidades. Lo que, en su caso, significa no sólo grupos chicos sino organismos excepcionalmente grandes y, como en el caso de La victoria de Wellington, con notables refuerzos una sección de percusión casi monstruosa.

El otro emprendimiento también lleva el sonido en su título, The Sound of Weimar, y está dedicado a la obra para orquesta de Franz Liszt, o sea lo que bien podría considerarse el caldo de cultivo del Wagner más revolucionario. Y también ha grabado la obra para órgano de Liszt en instrumentos históricos alemanes. Hijo de uno de los más destacados profesores de órgano de Viena, Haselböck se formó, sin embargo, con Anton Heiller y con uno de sus discípulos, Michael Radulescu, algo así como los mejores representantes de la escuela rival de la de su padre. “Mi estilo se encuentra en el medio de ambos”, dice. Y en parte ese punto equidistante algo tiene que ver con el hecho de que también se haya formado como organista en Francia. Tanto como director –usualmente conduce la Wiener Akademie, fundada por él– como en su papel de organista, sus interpretaciones son referencias obligadas. Y está en Buenos Aires para actuar en sus dos facetas. Este domingo, a las 18, lo hará en el Centro Cultural Kirchner, interpretando el magnífico órgano Klais instalado en su Sala Sinfónica. Y el próximo martes 6 de junio subirá al podio del Teatro Colón, como director musical de la ópera Giulio Cesare en Egitto, de Georg Friedrich Händel, con puesta de Pablo Maritano y el notable contratenor Franco Fagioli en el papel principal.

“Vivimos en un mundo extraño, donde todo está al alcance y, al mismo tiempo, esa aparente facilidad oculta el hecho de que algunas cosas no son lo que parecen en una primera instancia”, reflexiona. “No tengo manera de preguntarle a Bach cómo quiere que su obra sea interpretada, pero sé dónde obtener información acerca de las maneras de interpretar la música en su época. Creo que al empezar a utilizarse orquestas mayores se perdió precisión en las articulaciones de los sonidos, y las frases se hicieron más largas y más aterciopeladas. Pero lo que sucedió después no fue ‘la verdad’ sino, posiblemente, una reacción a aquello, con las exageraciones del caso. Las tendencias interpretativas responden inevitablemente a modas y surgen en oleadas. Hay un cierto desarrollo y luego una reacción en su contra. Por eso es que me parece que las informaciones acerca de los estilos deben tomarse como lo que son: informaciones para ser utilizadas. Esa no es la interpretación sino, apenas, un cierto vocabulario. La interpretación vendrá después.”

En su concierto de este domingo, Haselböck hará obras de estéticas y obras diversas e, incluso, con fidelidad a una de las tradiciones usuales entre los organistas, también improvisará sobre el instrumento. El programa incluirá Battaglia, Passacaglia y Capriccio Cucu del barroco Johann Kaspar Kerll, la transcripción para órgano realizada por Johann Sebastian Bach del Concierto en la menor, op. 3 Nº8 de Antonio Vivaldi, la célebre Toccata y fuga en re menor, BWV 565, de Bach, las Variaciones sobre “Weinen, Klagen, Sorgen, Zagen” (un motivo de Bach), de Liszt, Volumina de György Ligeti y Tanz-Toccata de su maestro Anton Heiller.