Desde Santiago

En exactamente una semana Chile tendrá un nuevo gobierno encabezado por Gabriel Boric, representante de una izquierda progresista que ha sabido tender puentes con la centroizquierda, esa que bajo el nombre de Concertación de Partidos Por la Democracia gobernó durante veinte años tras el retorno a la Democracia en 1990. Una decisión estratégica, traducida en su gabinete, anunciado en enero pasado, que ha permitido generar un bloque sólido para dejar muy atrás el sello del actual presidente, derechista Sebastián Piñera, pero al mismo tiempo para mandar señales de calma tanto a la oposición y elite empresarial como a los adultos desconfiados de este presidente de 36 años, que opina compulsivamente en redes sociales y se deja fotografiar en remera y short comprando comida para llevar.

Pero Boric es disciplinado y ha sabido enviar mensajes todo el tiempo. Por ejemplo, al salir prácticamente todos los días a saludar a quienes peregrinaban a la llamada “Moneda Chica”, una casona patrimonial de la U. de Chile ubicada a pasos de Plaza Baquedano —el ya histórico centro del Estallido Social de 2019— donde funciona el Instituto de Estudios Internacionales que, aprovechando el receso de verano, fue ofrecida por la casa de estudio como lugar de reuniones y centro de operaciones para el nuevo gobierno. También eligió vivir en una casona del Barrio Yungay, a menos de media hora caminado de La Moneda, en el sector de Santiago Poniente, literalmente al otro lado de donde vive la elite y la clase alta chilena. Un sector de arquitectura diversa, con centros culturales, población migrante y tiendas de barrio que representan un Chile popular, que no siempre es considerado. De hecho el barrio —y posiblemente es parte del mensaje del futuro presidente— ha estado muy descuidado, a pesar de ser clave en el desarrollo de la ciudad.

UN AJUSTE HACIA LA CENTROIZQUIERDA

Por eso fue un hito la designación del economista y ex presidente del Banco Central, Mario Marcel como ministro de Hacienda, ya que él justamente representa ese mundo de la Concertación capaz de lograr consensos con la derecha. De hecho, trabajó durante todo ese periodo para los gobiernos de Patricio Aylwin (DC), Eduardo Frei (DC), Ricardo Lagos (PS) y Michelle Bachelet (PS), cuando Chile se autoimpuso el relato de ser el “jaguar de Latinoamérica” y de avanzar a las puertas del desarrollo. Algo que fue cuestionado por el propio Boric en sus tiempos de dirigente estudiantil y luego formando el Frente Amplio tras las grandes protestas de 2011 que se centraban en las desigualdades y brechas que dejaba ese modelo, que mantuvo —con modificaciones— la Constitución de 1980 elaborada por la Dictadura, con miles de estudiantes endeudados, mala calidad de la salud, corrupción y trabajos mal pagados.

Pero la realidad siempre se impone y para tener mayorías en el Congreso —donde la derecha concentra la mitad del poder— era necesario llegar a entendimientos y acuerdos, cosa que, por cierto, sólo ha molestado al Partido Comunista, laotra formación que empujó la candidatura de Boric bajo la nomenclatura de “Apruebo Dignidad” tras la caída de Daniel Jadue, quien durante toda la pandemia dominó las encuestas pero que perdió frente a Boric en las primarias. Por otro lado, hay un factor interesante y generacionalmente entendible: muchos cercanos a Boric son familiares de personeros de la Concertación. Por ejemplo Nicolás Grau, futuro Ministro de Economía, es hijo de la ex ministra de Bachelet Paulina Veloso; el nuevo subsecretario de desarrollo Regional Migue Crispi lo es de Claudia Serrano, también ex ministra de la presidenta chilena. La misma Bachelet señaló en 2017 que estos chicos que protestan eran “los hijos” de sus propios camaradas.

LA NUEVA CONSTITUCIÓN

Si bien las personas involucradas, sean parte de la Convención Constituyente (CC), asesores o investigadores señalen que toda la información está disponible, que es solo cosa de revisar internet, ciertamente es difícil seguir el vertiginoso ritmo con que se está discutiendo y redactando la nueva Carta Magna. De hecho la encargada de prensa renunció por desavenencias (y presupuestos) para enfrentar la labor de mediar entre los ciudadanos y la CC, uno de los puntos donde se ha fallado según algunos de sus propios integrantes. El peligro no es tanto la redacción del texto, cuyos puntos se discuten y las sesiones se extienden hasta los sábados desde esta semana, sino que ya están empezando a sonar por parte de sectores derechistas el votar “rechazo” en el plebiscito de salida que debería programarse para este semestre.

Aunque no puede —ni debe— intervenir en el proceso, el gobierno de Boric depende también de estos resultados. Dos de las ideas más polémicas de estas semanas han sido, el terminar con el Senado tal como lo conocemos y por otro lado legalizar un “pluralismo jurídico”, es decir una justicia diferenciada para los pueblos originarios como el mapuche que permitiría llevar a otro nivel el tema de la restitución de las tierras.

Lamentablemente, lo más mediático y que empaña el trabajo de la CC ha sido el caso de Rodrigo Rojas Vade, quien se hizo célebre por ir a protestar en 2019 mostrando los efectos del cáncer en su cuerpo. Ya electo como constituyente, se descubrió que no tenía esa enfermedad. Al no existir un mecanismo que permitiera su renuncia y reemplazo, sigue recibiendo su sueldo, aunque dejó de ir a las sesiones. Lo impresionante, a pesar del bombardeo mediático, es que el proceso sigue avanzando.

Boric sigue definiendo su “relato”, ese que marcará este nuevo ciclo en la historia de Chile, mientras Piñera ha estado virtulamente desaparecido tras una severa crisis en el norte producto de las migraciones, donde el embajador estaba de vacaciones y sólo los ecos de la invasión rusa en Ucrania han ayudado a dejar la crisis propia en en segundo plano. Esta crisis migratoria es una de las herencias que el nuevo presidente deberá enfrentar apenas asuma este 11 de marzo.