La ciudad se modifica en la tarde del 8M. Colectivos repletos, miles de personas caminando en la misma dirección. Rosario latió la marcha más multitudinaria de su historia desde temprano: adolescentes, niñas, mujeres grandes encontraron su lugar, su bandera para surcar unas pocas cuadras de la ciudad, que mutliplicaron varias veces su extensión. Las huellas de los pasos de una marcha tienen su propia musicalidad: consignas, pancartas hechas a mano, tambores, intervenciones artísticas. La marcha del 8M se hace de abrazos, de reconocerse en las miradas, de saberse parte de una Revolución, y qué mejor que Flor Croci para acompañar este recorrido. La rockera rosarina, integrante de la pionera Cambio de Hábito, comparte la atención sonora con las consignas. “La sangre de las mujeres se rebeló”, arengan desde la cabecera de la marcha, con megáfono. Allí están algunas de las que tejen todo lo necesario durante semanas: trajinan reuniones, unifican consignas, liman asperezas, piden los cortes de tránsito, organizan el festival y la feria. Algunas empezaron a marchar hace décadas, al ritmo de Amparo Ochoa, con su canción Mujer. Y hoy forman parte de los transfeminismos que llaman a un Paro plurinacional Feminista de mujeres, lesbianas, travestis, trans, no binaries, intersex.

La marcha explota de sentidos, no hay forma de abarcar su diversidad, su polisemia. El cuerpo siente la conmoción. La playlist interna trae Perversa Minoría, en la versión que hizo Ana Prada en su disco por el 8 para el 8M (de 2021).

Mujeres, travas, niñes de los barrios, organizadxs, fueron multitud. Llegaron organizadas, con sus referencias, y marcharon con pancartas que identificaban el barrio. “Humildes de pie”, se lee con letras verdes en una pechera. Con les hijes en brazos, llevan sus pancartas. La música es, en este caso, una inspiración, porque arrullan los cantos, los aplausos, las consignas que se suceden. El corazón se llena de Canción sin Miedo, de Vivir Quintana, estrenada el 7 de marzo de 2020 en el Zócalo de México.

En un edificio céntrico, sobre calle San Lorenzo, una chica deja el balde a un costado, toma el celular y graba la marcha. ¿Te gustaría estar? “Claro que sí, pero no puedo dejar mi trabajo”, dice mientras no deja de grabar.

Alma mestiza, de Rebeca Lane, viene a la memoria. Lxs marrones, lxs de pueblos originarios, las HIJAS, lxs pibxs que fueron por la suya, con amigas, con carteles hechos a mano, las que llevaban a sus hijes en brazo, la que se abrió paso por la marcha con el cochecito de su hija al grito de "primera marcha, primera marcha", lxs que cantaron, lxs que saltaron, lxs que fueron a las asambleas, lxs travas con su enorme bandera del arco iris, Sana -una niña trans de 10 años- con su cartel en alto: "Dónde está Tehuel". Su mamá Natalia la acompaña. Un poco más allá, dos chicas llevan remeras que dicen: "Muy politizada". Se pueden ver carteles hechos a mano, que dicen “Los aliados también violan”. Con las dos manos levanta una chica su cartulina. “Encubrir a un abusador no te hace buen amigo, te hace cómplice”. Y resuena “El violador eres tú”, el himno de Las tesis.

Noah, compañere no binarie, es agredida con una taza de café desde una planta alta cuando se dispone a dejar un graffity en la pared. No la lastiman porque cae sobre la mochila. La reacción hostil es repudiada más tarde por el Comité.

Las nietas de todas las brujas que nunca pudiste quemar se canta en algunos tramos, y es inevitable que resuene Brujas, de Eli Almic. "¿A qué mujer de tu vida tendrán que matar para que te preocupe la violencia de género?", una pancarta sobre cartulina rosa que llevaba una piba con glitter en la cara; una remera pupera escrita en fibrón negro: "Me llama feminazi porque un ‘no’ destruyó su masculinidad frágil". La cumbia feminazi de Renée Goust se abre paso en la playlist mental, la que acompañará los días siguientes, con la agitación en todo el cuerpo.

La dispersión se concentra en la energía para hacer crecer a los transfeminismos, en las diferencias. En los esfuerzos para unificar una proclama.

Otrx manifestante que llevaba un cartel de cartón, con un tip: "Si te acosan por la calle, prendé un porro así viene la policía"; "Feliz el día que dejen de matarnos", escrito con fibra sobre una espalda. Imágenes, palabras. Abrazos, la alegría de los cuerpos al volver a encontrarse. "Pensar que éramos unas pocas y nos tiraban agua desde los edificios", dice Norma, que marcha el 8 de Marzo desde los años 80. Y se alegra: "Algo habremos hecho bien, eso pienso al ver todas estas pibas". Algo está cambiando, de Bomba Stéreo, se abre paso en los oídos.

El Parque Nacional a la Bandera, desde arriba, parece un hormiguero. Caminar entre las pibas ofrece los detalles de las rondas con mate o cerveza, de las charlas compartidas, de las que eligen pararse para ver mejor el escenario, donde la activista sindical Irma López y la locutora travesti Rubí del Mar arengan para cantar “Abajo el patriarcado que va a caer, arriba el feminismo que va a vencer”. Se demora la lectura de la proclama porque quedan muchas columnas por llegar. Son más de sesenta mil personas, setenta mil arriesgan las integrantes del Comité Feminista para la Emergencia Sanitaria. La ciudad se transforma al ritmo de esos pasos. La pancarta dice: “Hoy somos noticia, mañana seremos historia”, y el corazón trae a Sara Hebe con su Historika.

El Festival comienza, las columnas siguen llegando, por mucho tiempo. Suben al escenario las afrodescendientes, quienes claman que “la historia negra debe ser contada con nosotres. Sin nosotres no hay feminismo”. Habla Noelia Naporichi, de la comunidad qom, también enfrenta el racismo. Es de noche cuando la proclama rechaza el pago de la deuda, exige una reforma judicial lesbotransfeminista, reclama el reconocimiento del valor económico de las tareas de cuidado, entre muchos otros puntos. Es de noche. Siguen llegando las columnas.

Gaby Segovia es una de las artistas que actúa en el festival, con un homenaje a Rosario Bléfari. Empieza con El regalo, mientras la pantalla muestra fotos de la artista. Al lado del río, en el Parque, me tiento con Río Paraná. Cada vez llegan más. La fiesta está ahí, en el encuentro después de tanto tiempo, en la alegría de conocer el espesor histórico de esta noche: salimos a la calle para cambiar un sistema, y se hizo más allá de las diferencias. Además de los graffities y las pegatinas de la Cuadrilla Feminista, la ciudad quedará impregnada de este hito. La vuelta a casa lleva en el aire una canción de Anita Tijoux, Antipatriarca.

Este recorrido tiene playlist.