Desde Mendoza

En su 32ª edición, la Fiesta Nacional del Teatro, evento anual que organiza el Instituto Nacional del Teatro que arrancó en esta ciudad el 19 y cerró el domingo (28/05), dio cuenta del panorama federal del teatro independiente. Con producciones provenientes de las 6 regiones en las que el INT divide el país teatral, el encuentro ofreció al público (los organizadores calculaban hacia el final unos 13.000 espectadores) producciones de características estéticas y temáticas diversas. La muestra, resultado de la selección en dos instancias previas (provincial y regional), permite a los participantes ponerse en contacto con la obra tanto de los grupos y directores consagrados como los que recién se inician, pudiendo así evaluar actitudes artísticas de cambio o continuidad respecto de la producción teatral de cada provincia. Como siempre sucede, algunos espectáculos perduraron en la memoria de los que los vieron durante un tiempo más prolongado que otros, pero todos por igual fueron objeto de análisis en la mañana siguiente a su presentación en el espacio de devoluciones coordinado por miembros del Jurado Nacional de Calificación de Proyectos, periodistas e investigadores.

Así, durante los primeros días, la concurrencia destacó El cruce, obra del grupo entrerriano Teatro del Bardo, con dirección de Gabriela Trevisani, construída a partir del cuento del misionero Sebastían Borkoski, en cuya trama fueron incluídos algunos pasajes de cuentos de Horacio Quiroga; Volver a Madryn, del cordobés Rodrigo Cuesta, con dirección propia, comedia de humor negro ubicada en la era pos corralito, centrada en un registro de actuación de vertiginoso ritmo, y Las hijas de Bernarda, una versión del clásico de García Lorca  que representó al Chaco aunque fue dirigida por el santafesino Edgardo Dib. Otra producción destacada de las primeras jornadas fue también producto del cruce interprovincial: fue el caso de Quiero decir te amo, del porteño Mariano Tenconi Blanco, en una elogiada puesta del entrerriano Juan Parodi, interpretada por dos actrices de Humo Negro, grupo de San Martín de los Andes, Neuquén.

Con su Barroco americano, obra escrita y dirigida por Alberto Moreno, los catamarqueños del grupo La corredera sorprendieron al público con un espectáculo de tono bizarro, pleno de referencias a íconos del pop y el rock que, entre súper héroes y juguetes a pilas planteó interrogantes acerca de los modos de hacer teatro en un medio signado por la tradición. Por su parte, sobre textos poéticos de su comprovinciana Rosa Machado, el director salteño Diego López ofreció Akllasumaq: la elegida por su belleza, un espectáculo que cuestiona aquello que configura la violencia implícita entre hombres y mujeres, tal como definió el propio artista. De la Ciudad Autónoma de Buenos Aires fue muy elogiada Gurisa, creación de Toto Castiñeiras sobre los amores de una joven perteneciente a una familia patricia en el medio de la pampa, espectáculo muy centrado en la imagen y el despliegue físico.

Representando a Santa Fe, Nenúfares. Un espectáculo puto, escrito por Sergio Abatte y Pablo Tibalt, puso el foco sobre los aspectos gay del universo dramatúrgico de Copi. Aunque la extravagancia de los sucesos que presentó la obra pertenecían, finalmente, a los sueños del propio Copi, en tren de crear personajes mientras recibe constantes llamados telefónicos de su abuela Salvadora Medina Onrubia, desde Buenos Aires. También de Santa Fe, Laurita. Tiene muchas cosas que hacer. Ficción autobiográfica, de Laura Copello con dirección de Ricardo Arias, puso en escena un mundo frágil de papel que, representando a la ciudad de Rosario, mostraba el centro desde el cual la protagonista se debate entre la exposición de un pasado soñador, una juventud militante y una madurez a la espera de un futuro renovado. Por su parte, de Córdoba llegó Esdrújula, palabras para Bonino, un espectáculo del grupo Zéppelin Teatro que dirige Jorge Villegas, que ofreció una particular visión de la figura de Jorge Bonino, arquitecto y actor del underground cordobés de los ‘60.  

Durante las últimas jornadas, se destacó ¡Vamo que nos vamoo’! representando a Formosa. Llamó la atención la calidad artística expuesta en la apropiación del formato de la murga uruguaya, el sabor local de sus invectivas críticas y su destacado nivel actoral. Representando a la provincia anfitriona, Somos el recuerdo del mar que pasó, obra de títeres de hilo dirigida por Rosana López, presentó una historia entrañable con personajes y situaciones provenientes de narraciones populares mendocinas. También sobresalió el trabajo de los tucumanos de Amar Amando (o los ojos de la mosca), con dramaturgia y dirección de César Romero, una obra en la que la relación enfermiza entre una madre y su hijo es la excusa para hablar de insalvables diferencias de clase y profundos enconos ideológicos.