Recientemente, el Norte se mudó por unas horas a la capital porteña y lo hizo para recordar a una de sus máximas pioneras. Es que el miércoles 16 de marzo, en las últimas horas de la tarde, se celebró a la histórica Leda Valladares en la Biblioteca Nacional.

A través del INAMU, cuyas autoridades señalaron lo central del acontecimiento, se presentó “La vida mía”, un libro que se distribuirá gratuitamente a todas las escuelas de música que lo soliciten ante el Instituto. El volumen reúne material que hasta el momento se encontraba agotado, y revisita gran parte de su obra con colaboradores de la talla de León Gieco, Litto Nebbia, Gustavo Santaolalla y Charo Bogarín, entre otros.

Miriam García, Diego Boris, presidente del INAMU; Neli Saporiti, coordinadora de la edición del libro, y el músico y periodista Claudio Kleiman.

En ese marco, el auditorio Jorge Luis Borges se pobló de testimonios audiovisuales y sonoros cuando cuatro copleras y bagualeras de Salta y Jujuy desplegaron sus octosílabos que, más tarde, se multiplicaron ya que varios asistentes percutieron sus cajas a viva voz, no solo en la sala, sino en varios puntos del emblemático edificio.

En este contexto, Salta/12, dialogó con Miriam García, cantante, docente y discípula de la investigadora y poeta tucumana, quien estuvo a cargo de la asesoría y revisión general de la publicación.

-¿Cómo nace el proyecto de este libro?

-El proyecto del libro surge desde el INAMU a modo de reeditar parte de los álbumes que Leda había sacado en los 70 y 80, “Canto vallisto con caja” y “Canciones arcaicas del Norte Argentino” que estaban hace años agotadísimos, y como homenaje por el centenario de su nacimiento que fue en diciembre del 2019. La idea original era sacarlo en el 2020, pero la pandemia atrasó todo. Por otro lado, los dos períodos de aislamiento nos brindaron el tiempo necesario para analizar los contenidos y revisarlos en profundidad.

-El volumen conjuga vida y obra de Leda ¿qué podés decir de esos ejes que, según se lee en las notas preliminares, no fue sencillo reunir?

-Afirmar eso es un poco ambicioso. Sí creo que conjuga parte de su vida y obra, una parte muy importante, por cierto, centrada en su obra de recopilación y difusión a la cual le dedicó prácticamente la mayor parte de su vida. De ahí el título del libro que además concuerda con el de una vidala que recopiló en La Rioja, que está dentro de la antología. También hay algunas perlitas de otras de sus incursiones, como en la composición y en la música electroacústica. Y tal vez lo más complicado de reunir fueron los testimonios. Por suerte se logró el de una de sus amigas de la juventud, Lucía Piossek, que en ese momento aún estaba viva. Ahora ya falleció lamentablemente. Pero hubo que viajar a la ciudad de San Miguel de Tucumán, para obtener ese testimonio, e ir buscando las piezas fundamentales dentro de aquellos y aquellas personas que podían testimoniar sobre sus diferentes etapas de la vida y otros que, sin conocerla, testimoniaron sobre la importancia de su obra.

-Muchos artistas colaboraron en este libro, solo por mencionar a algunos, participan Charo Bogarín, Litto Nebbia o León Gieco ¿cuál fue el criterio para convocarlos y qué aportó cada uno de ellos?

-Bueno, justamente a estos artistas no los convoqué yo, sino el INAMU. León y Litto conocieron a Leda y trabajaron con ella en distintas etapas de su vida. En el caso de León, tomó sus talleres, a principios de los 80, cuando vuelve de su exilio, y también compartieron el proyecto “De Ushuaia a La Quiaca” para el que Leda viajó con ellos y les fue presentando a los músicos y cantores campesinos que ella ya venía grabando y difundiendo, como Gerónima Sequeida, de Amaicha, Tucumán y Tomás Vázquez, de Guachipas, Salta. Luego fue convocado por ella a grabar bagualas y vidalas en Grito en el Cielo I y II. Litto Nebbia aparece en la vida de Leda en 1990, cuando la contacta para sumar su material al catálogo de Melopea, y edita Grito en el Cielo I y II, América en Cueros, y reedita junto al Centro Cultural Ricardo Rojas 8 volúmenes del Mapa Musical Argentino, recopilaciones de campo que Leda llevó a cabo sola y con mucho esfuerzo en los 60, y los había editado en vinilo. En relación a Charo no se conocieron, no tuvo ningún vínculo personal con Leda. Igualmente hay varios testimonios de estas características que si bien no la conocieron reconocen la importancia de su obra. Creo que el criterio del INAMU para convocar colaboradores fue ecléctico, para enriquecer con testimonios diversos.

-Hay más testimonios…

-Sí. Yo por mi parte convoqué a gente que la conoció en profundidad y en distintas etapas de su vida, que compartieron con ella esta bella tarea de difundir los repertorios ancestrales, como Clara Cortazar (que es la hija de Augusto Cortazar y además musicóloga, especialista en música antigua y medieval), Silvio Killian, al que convocó a formar un dúo y giraron un tiempo largo, a María de Michelis, que grabó en Grito en el Cielo, pero ya habían compartido un proyecto musical anterior, a Suna Rocha, que fue una invitada constante a participar en sus discos como los dos volúmenes de Grito en el Cielo y América en Cueros. Leda apreciaba mucho su modo de cantar, y además compartieron una bonita amistad. Gustavo Santaolalla, que fue el precursor entre los músicos de rock y la contactó a Leda, a fines de los 60 cuando formaba parte del grupo Arco Iris y buscaban investigar en las raíces folklóricas más profundas para darle una identidad a la música que hacían. También Adolfo Colombres, reconocido escritor y antropólogo tucumano con el que se brindaron amistad, y fue el creador del CEHASS junto con Guillermo Magrassi, uno de los espacios emblemáticos donde Leda dio su curso de canto con caja, aquí en Buenos Aires, como materia para los estudiantes de dicho instituto, y como taller de extensión para los que íbamos sólo a aprender a cantar y a percutir.

-En este homenaje impreso, no solo hay recopilaciones de Leda, también fotos y archivos multimedia a través de un código QR, ¿cómo fue la curaduría de esos materiales?

-Sí, la mayoría de las fotos las aporté yo desde el archivo personal de Leda, que ella misma me pasó, cuando decidió alejarse de la vida pública y artística en 1999. Y también hay fotos de Alejandra Palacios, la fotógrafa del proyecto De Ushuaia a La Quiaca, de hecho, la foto de tapa es una de ellas. Los archivos musicales son parte de su discografía.

-Leda tuvo una veta poética ¿aparecen esos textos?, y si no es así, ¿los editarán más adelante? ¿qué opinión te merece su creación desde el punto de vista de la lírica?

-Leda tuvo varias vetas, no solo la poética. Fue una artista muy completa y extravagante para la época que le tocó vivir, donde la figura de la mujer estaba relegada a ser ama de casa o maestra. Y ella rompió todos los cánones siguiendo ese llamado que su intuición le hacía. El libro está destinado a parte de su faceta musical, se toca su poesía tangencialmente publicando algunas de sus composiciones donde se luce como tal. Por ejemplo, con “Milonga con sauces”, algunos de sus temas de jazz y blues, de su disco “Solamente”, o la letra que escribió para “Canto en la rama”, un yaraví que Silvia Einsenstein recopiló en Yavi, Jujuy, a un niño ejecutándolo en quena, por 1930. En relación estrictamente a su faceta poética, la escritora tucumana Fabiola Orquera está por sacar un libro sobre la poesía de Leda. Hay mucho material inédito de ella que, de a poco, iremos sacando a la luz. Estamos justamente en eso desde el Espacio Leda y desde la Fundación Leda Valladares.

Delia Velis, Ema Pérez, Teresita Cruz, Miriam García y Dorotea Tolaba. 

-Fuiste su discípula, ¿cómo la describirías en su rol de maestra, pero también desde su legado, su aporte a la cultura?

-En su rol de maestra, apasionada, defensora acérrima de la melodía, sumamente exigente, y con un especial interés de hacer conocer y cantar estos repertorios, a los niños, a los jóvenes, a los maestros. Sostenía que era fundamental incluirlos en la formación del ser humano. Era una gran enlazadora de mundos, de universos. Su aporte innegable a nuestra cultura fue tratar de descolonizar oídos y voces, y legarnos un repertorio ancestral que de otra forma hubiera pasado desapercibido.

-¿Considerás que rescató lo que, de otro modo, se hubiera perdido?

-No creo que se hubiese perdido, porque los pueblos siguen cantando, sí puedo decir que van mutando con el tiempo, y según mi criterio en sus lugares de origen van perdiendo cierta riqueza melódica y ornamental, y el valor de la recopilación es justamente conservar ese registro congelado en el tiempo, en un momento donde los medios masivos no llegaban a cada rincón del planeta, inundándolo con su música de mercado. La puesta en valor que ella hizo de las expresiones musicales de tradición oral, en particular del canto con caja y darlo a conocer en las urbanidades, cantarlo y hacerlo cantar, y enfatizar, por sobre todas las cosas, su sentido colectivo, y su esencia comunitaria, creo que fueron la piedra fundacional para empezar a mirarnos y a pensarnos musicalmente desde un lugar más profundo, desde el origen, la raíz, fortaleciendo la identidad. Fue indudablemente, una precursora y una luchadora de la soberanía musical de América.

-¿La labor de Leda puede leerse en clave feminista, creés que, si viviera hoy, llevaría el pañuelo verde o marcharía en el 8M?

-Sí, seguro, forma parte de ese grupo de mujeres que en un mundo mucho más hostil se abrieron camino y lo dejaron allanado para el género, sin ninguna duda y desobedeció todos los mandatos que la sociedad patriarcal le tenía destinados. Ahora, si hoy llevaría el pañuelo verde o marcharía en el 8M, eso no lo sé, no lo puedo responder. Lo que sí puedo afirmar es que ella no era mujer de proclamas, sus ideas las ejecutaba directamente, iba directo a la acción, a su propio riesgo.