Aunque fue escrita hace 4 años, Desperfectos parece una obra de teatro fruto de la pandemia. Es que la situación que da lugar a la relación entre Héctor y Víctor es un encierro inesperado que amenaza con prolongarse más allá de lo tolerable. La diferencia con la realidad inmediata es que el ámbito donde sucede este encuentro es un ascensor súbitamente detenido. De todas formas, el actor y director Julián Marcove, también autor de esta obra, está convencido de que “el teatro siempre habla de lo que está pasando”.

Interpretada por Fernando de Rosa y Federico Otton, la obra puede verse los sábados en Nün Teatro Bar. Formado en la UNA, Marcove, también integra actualmente el elenco de La princesa rusa, obra de Juan Ignacio Fernández que, bajo la dirección de Julieta Abriola puede verse en el Teatro del Pueblo. Es que la multiplicidad de roles es algo natural para este joven teatrista que ya cuenta con muchos estrenos en su haber. Hijo del director Daniel Marcove y de la actriz Alejandra Colunga, Julián hizo su primera aparición en un escenario a los 3 años, en una obra dirigida por Francisco Javier, donde actuaba su madre: “Yo sabo hacer eso”, aseguró con resolución, y el director lo hizo participar de la última función de El herrero y el diablo, en el San Martín. El siguiente paso sería más comprometido: a los 10 años hizo toda la temporada de Alma en pena, de Eduardo Rovner, en el teatro Cervantes, bajo la dirección de Alejandra Boero.

“El puente desde la actuación hacia la escritura se dio por la necesidad de generarme otro espacio”, dice en la entrevista con Página/12. Luego de estudiar con Javier Daulte, después de su primer estreno como dramaturgo con Bonjour en 2018, sintió que algo mágico estaba sucediendo: había salido de la intimidad de la escritura y estaba escuchando a los actores decir lo que él mismo había escrito. Como para señalar el comienzo de una nueva carrera, el título de la obra, según cuenta, fue un saludo que se dedicó a sí mismo.

“El proyecto independiente es artesanal, hay que encargarse de hacer absolutamente todo y ocuparme también de la actuación sería demasiado”, responde Marcove a la pregunta de si no se plantea interpretar alguno de los personajes salidos de su escritura. Por el momento prefiere mantener su carrera actoral y dramatúrgica por separado. En cuanto al tono de sus obras, tal como se advierte tanto en Desperfectos como en Bonjour o en la pieza breve que formó parte de Luz testigo, con dirección del mismo Daulte, sus obras presentan situaciones corridas del realismo, con el humor siempre presente: “es que el tono humorístico puede plantear una zona de acceso a temas profundos”, afirma el autor.

-¿Cómo comenzó a perfilarse lo que pasa en Desperfectos?

-Me atrajo la idea de pensar en dos personajes encerrados y darle un recorrido a esa situación. Ver cuánto tiempo los podía tener existiendo allí adentro. Me divertía viendo cómo intentaban algo que siempre terminaba en fracaso, sin salirse de ellos mismos.

-¿Pensaste en el armado general o fue saliendo espontáneamente?

-La obra se fue armando más como partitura que como desarrollo de una estructura. Los personajes se fueron definiendo en el rebote de uno contra el otro. Me gustó que surgiera desde el diálogo.

-¿Te gusta que los actores hagan sus aportes al texto?

-Una obra es más que lo que escribió el autor. Por eso, el aporte de quien la interpreta es fundamental en este trabajo artesanal que es el teatro. El texto de Desperfectos también se consolidó con el aporte de los actores.

-¿Cómo la recibe el espectador?

-Primero pensé que, habiendo estado sumergido en esta realidad tan particular de la pandemia, el espectador podría rechazar una obra sobre el encierro. Pero después vi que eso mismo la potenciaba y favorecía.

*Desperfectos, en Nün Teatro Bar (Juan Ramírez de Velasco 419, sábados, 18.30.