Después de dos años marcados por la pandemia, el Ballet Contemporáneo del San Martín inauguró la temporada 2022 en la sala Martín Coronado con Cantata, una coreografía del italiano Mauro Bigonzetti, en la que la compañía se luce con un despliegue técnico y expresivo notables, en una obra que respira un clima festivo desbordante de alegría, vitalidad y erotismo. Es un estallido de pulsiones, de movimientos cautivantes y variados, con todo el elenco en escena aunque no todxs bailen en todos los cuadros. Como si el escenario fuera una plaza, un espacio público de algún pueblo del sur de Italia, donde se reúne un grupo de jóvenes: mujeres con vestidos coloridos y livianos, hombres con pantalón y remera, todxs sin adornos, excentricidades ni zapatos, para protagonizar un continuado de escenas de tinte popular, de gran dinamismo y belleza que contagian de entusiasmo al público.

Una cantata es una pieza musical escrita para una o más voces solistas con acompañamiento musical, generalmente en varios movimientos y en ocasiones con un coro. Y en la obra, de 70 minutos de duración, la música cumple un rol fundamental. De hecho, en las primeras funciones realizadas en el Coliseo (el espectáculo es una coproducción con el Instituto Italiano de Cultura de Buenos Aires y el Coliseo), la propuesta contó con la participación en vivo del grupo ASSURD, formado por Lorella Monti en voz y pandero y Cristina Vetrone en voz y acordeón, acompañadas por Enza Pagliara y Alessandra Prestia, ambas en voz y pandero. Son cuatro mujeres que reinterpretan la tradición musical del sur de Italia, rescatando serenatas napolitanas, pizzicas (un tipo de tarantella) de la zona de Salento, tammuriatas (marcadas por el sonido del tambor), entre otros ritmos. En el San Martín, la música ya no es en vivo sino grabada, y en algunos pasajes, las voces resultan demasiado estridentes.
En el inicio, el elenco reunido en el centro del escenario totalmente despojado, suena como un coro a capella, en un italiano no muy comprensible para el oyente que no conoce ese idioma (o tal vez se trate de un dialecto). Luego, la escena se abre y da lugar a una coreografía muy enérgica que, como asegura el programa disponible con el celular escaneando el código QR, “bulle con los típicos y vibrantes colores del sur de Italia. Sus gestos apasionados y viscerales evocan el estilo de belleza del Mediterráneo. Con una danza instintiva y vital, Cantata explora las diferentes facetas de la relación entre el hombre y la mujer: seducción, pasión, peleas, celos”.
Hay una seguidilla de dúos, tríos, pasajes a cargo de mujeres solamente, de hombres solos, o todos juntos. Las escenas se encadenan una detrás de la otra, y cuando algunos intérpretes no bailan, igualmente son una presencia viva: observando y siguiendo el ritmo con sus cuerpos despiertos desde el fondo del escenario. 

Los movimientos son tan variados que no cansan: sincopados, entrecortados, ligados, frenados, expansivos incorporando todo el cuerpo, o más pequeños concentrándose en un movimiento de cadera o en una forma particular de apoyar los pies al caminar. Hay sacudidas, momentos a tierra, mujeres que se elevan sobre las espaldas de los hombres en cuatro patas, desplazamientos percusivos, marcando el ritmo con los pies en el piso. Más que un argumento literal, Cantata propone una escena comunitaria y emotiva, que remite a distintos estados a cargo de un grupo cargado de vitalidad y entusiasmo: se producen acercamientos, rechazos, apariciones misteriosas, juegos que simulan peleas, celos, conquistas. 

En ciertos pasajes, las velocidades de los cuerpos cortan el aliento, por otras se ralentizan, pero la energía nunca decae. Los bailarines dibujan figuras asombrosas y hasta se desplazan como zombies, con un guiño tal vez a Thriller de Michael Jackson, caminando con la cabeza gacha, un brazo estirado y la mano caída. Lo cierto es que en los distintos cuadros, las mujeres aparecen tan poderosas y fuertes como los hombres. Y resulta muy gratificante ver tanta danza explosiva, tanto despliegue de movimiento, tanto clima festivo después de dos años durísimos que parecen no haber afectado en lo más mínimo el nivel de la compañía.
Esta no es la primera vez que Bigonzetti trabaja en el país. En los años ‘90 montó su obra Sinfonía entrelazada para el Ballet Argentino de Julio Bocca, y la repuso en 2015 con el Ballet del Colón. Nacido en Roma, se formó y bailó en el Teatro de la Ópera de esa ciudad, desde 1972 hasta 1983. Luego se sumó a la compañía de danza contemporánea Aterballetto, donde siguió bailando una década más y la dirigió por otros diez años. En 2016 asumió la dirección del cuerpo de baile del Teatro alla Scala de Milán. Cuenta con un repertorio de quince coreografías presentadas por compañías célebres, como Deutsche Oper Berlin, English National Ballet, Stuttgart Ballet, Staatsoper Dresden, Ballet de la Ciudad de São Paulo y New York City Ballet. El mismo Bigonzetti y su asistente coreográfico Roberto Zamorano viajaron a Buenos Aires para ensayar con el elenco. Y sin dudas, ese trabajo cara a cara fue clave para que el grupo transmita con tanta intensidad el calor y la vitalidad del sur italiano.

*Cantata se presenta los sábados y domingos a las 15 horas, y los martes y miércoles a las 20 en el Teatro San Martín (Av. Corrientes 1530) hasta fines de abril.