Rosaria Isabella Valenzi agradece al Tribunal Oral Federal N°1 de La Plata que la hayan llamado a declarar. Fue la primera testigo de la audiencia de esta mañana en el juicio por los crímenes de las Brigadas de Investigaciones de la Policía Bonaerense en Lanús, Banfield y Quilmes durante la última dictadura cívico militar. Su hermana, Silvia Mabel Isabella Valenzi, estuvo secuestrada en Banfield y Quilmes y en medio de uno y otro lugar dio a luz a una beba prematura en el Hospital de Quilmes que fue apropiada.

Todo lo que se sabe sobre esas historias las reconstruyó Rosaria sentada ante el micrófono de la sala de audiencias platense donde el debate, de poco más de un año, recobró cierta presencialidad tras la pandemia. Además del agradecimiento, Rosaria que es hermana, tía y no cesó nunca en la búsqueda de su sobrina, pidió “que se haga Justicia” y que “alguien hable y diga dónde está la nena”. Luego increpó directo a Jorge Antonio Bergés, el médico policial que ofició de partero en el Pozo de Banfield y está acusado en el juicio. “Él debe saber --dijo--, pero nunca habló”.

La primera testigo de la jornada eligió comenzar su testimonio con un episodio que ocurrió semanas antes del secuestro de su hermana Silvia. “Voy a empezar por el 12 de noviembre de 1976, cuando se llevaron a la suegra de mi hermana, Nelly Mateos de López, y a su hija Noemí López Mateos. Se suponía que las llevaban como rehenes porque buscaban a Carlos López Mateos, mi cuñado”, enmarcó y los hechos que siguieron desestimaron esa hipótesis. A Carlos lo asesinaron el 18 de diciembre, dijo, “pero su mamá y su hermana no aparecieron más. Las llevaron para exterminar a la familia, no para buscarlo a él”. 

Silvia y Carlos militaban en Montoneros. Silvia tenía 20 años, era obrera textil y no tenía certezas de la muerte de su compañero así que salió de su refugio –la casa de una tía– para buscar precisiones. “Se fue un 22 de diciembre y nunca más apareció”, indicó Rosaria. Estaba embarazada de cuatro meses.

La familia no supo más nada hasta abril del 77, cuatro meses después, cuando llegó un anónimo a la casa de los padres de Silvia y de Rosaria. “Lo llevó un muchacho, dijo que lo lean y lo quemen para no comprometer a nadie”, aclaró. El papelito, escrito a mano, decía que el 2 de abril Silvia había tenido una nena en el Hospital de Quilmes y que fueran a buscarla. Rosaria completó: “Mi mamá fue un 10 u 11 de abril. Esperaba que el cura de City Bell la acompañe, pero al final no lo hizo y fue sola”.

El nacimiento de Rosita

Lo primero que Concepción Isabella Valenzi, la mamá de Silvia, encontró en el hospital fue una confirmación: “El doctor García le mostró el libro de partos y le dijo que sí, que ahí había nacido la nena. La mandó a hablar con el director, de apellido Iriarte, que la sacó a empujones. Una enfermera, Generosa Fratassi, le respondió al director: ‘no le niegue, doctor --le dijo--, porque a la señora, el doctor García, ya le mostró el libro de partos’. El director la retó y le dijo que no se metiera”, reconstruyó Rosaria. La enfermera Fratassi desapareció días después y el libro de partos terminó fraguado. Rosaria aportó copias del libro tachado y también del libro de defunciones en el que personal del Hospital registró la supuesta muerte de su sobrina, a quien la mamá llamó Rosa.

Ese día, echaron a Concepción del hospital. Pero ella volvió varias veces. Una vez dio con el jefe de Neonatología Adalberto Pérez Casal, quien le habló del nacimiento y de la beba. “Le dijo que la beba había nacido ahí, pero que no podía verla”, reprodujo Rosaria. El mismo médico habló de un “señor alto de bigotes que le preguntó por la nena y le dijo que nadie podía llevársela, ni que viniera Videla y la pidiera”. El señor alto y de bigotes volvió a aparecer más tarde en otros relatos. Entre ellos, el del obstetra que atendió el nacimiento Justo Blanco. El alto de bigotes era médico de Policía y comandaba la patota que llevó a Silvia hasta el Hospital: era Jorge Antonio Bergés.

En tiempos de la Conadep, Blanco leyó el caso de Silvia y Rosa en los diarios y se acercó por iniciativa propia a contar lo que sabía ante sus integrantes. Dijo que Silvia había llegado al Hospital de Quilmes custodiada por policías y un médico de la fuerza, que él la asistió, que no dejó pasar a la patota a la sala de partos y que allí Silvia le pudo contar que estaba secuestrada, que había sido torturada. Blanco continuó declarando ante la Justicia las veces que fue citado. 

La información del parto también llegó a oídos de una partera del hospital, María Luisa Martínez. “Muy cuidadosa le hizo escribir a su consuegra el anónimo que luego llegó a mi casa a través de un hombre”, apuntó Rosaria. Como la enfermera Fratassi, María Luisa también está desaparecida. Ambas fueron vistas en Vesubio.

La muerte fraguada

Concepción siguió yendo al hospital hasta un mes más tarde. “Le dieron un papel diciendo que la nena había muerto el 5 de abril, pero mi mamá había estado el 10 u 11 de abril y el doctor García la mandó a hablar con el director diciendo que la nena estaba ahí --repitió, y dijo--: acá hay una mentira”. Al cierre, Rosaria pidió al Tribunal que cite a declarar a Pérez Casal, entonces jefe de Neonatología para que “diga lo que sabe”.

Tras la dictadura, Rosaria se puso al frente de la búsqueda de su hermana y de su sobrina y se contactó con Abuelas de Plaza de Mayo. Por sobrevivientes de los Pozos de Quilmes y de Banfield supo que Silvia había estado en los dos lugares. En Banfield, estuvo en la celda pegada a la de María Kubik Marcoff de Lefteroff.  “A Rosita la seguimos buscando, quedamos dos tíos vivos pero muchos primos”, concluyó.

El sábado pasado se cumplieron 45 años del nacimiento de la beba que hoy debe ser una mujer que vive con identidad alterada. A propósito de la fecha, el medio comunitario La Retaguardia contó que ese día integrantes del colectivo Quilmes Memoria Verdad y Justicia fueron hasta el barrio donde Bergés cumple prisión domiciliaria para dejar recordatorios sobre el hecho. “Hoy Rosita cumple 45 años. Bergés la robó”, decían unos. “Bergés, dónde está Rosita”. Pegaron los papeles en postes de luz, en las casas vecinas, en la reja de su casa. “Bergés caminó hasta la reja y arrancó uno de los carteles que habíamos pegado”, reprodujo La Retaguardia.

Al cierre de su declaración, Rosaria solicitó una investigación de los hijes del partero de la Bonaerense. “Me gustaría que si él tiene una hija de esa edad, la investiguen y analicen porque Bergés tenía mucho interés en que nadie se llevara a la nena” de Silvia. A Rosita, dijo su tía.