Aunque ahora parezca que una eternidad nos separa del próximo Mundial, dentro de nueve meses Qatar 2022 será historia. A Argentina le podrá ir bien o mal, eso solo lo resolverá el tiempo, pero de lo que no quedan dudas es de que a partir de enero la Selección iniciará una nueva era que cambiará lo que hasta ahora vemos como natural.

Ni siquiera hizo falta que Lionel Messi abriera el interrogante después de ganarle a Venezuela en la Bombonera, donde insinuó que aquel pudo ser su último partido con Argentina en el país. Horas después, también Ángel Di María indicó algo similar -pero con más literalidad- en su cuenta de Instagram.

Messi amanecerá en 2023 con 35 años y hay preguntas sobre cómo transitará el último tranco de su carrera después de esta experiencia deslucida fuera del Barcelona (mientras, en simultáneo, la historia se tensa con CR7 en un brete similar). Cuesta imaginarlo rumbo a sus 40 en París, aunque aún más cuesta imaginarlo con casi 38 pelando otro Mundial, el de 2026 entre Canadá, Estados Unidos y México.

► La gran escala de la Scaloneta

Mientras tanto, la Scaloneta avanza sobre un campo de miel, el caramelo de un país donde el fútbol es un relato social que ahora ofrece nuevas épicas. Si el fútbol es orden y aventura (como repite Menotti en paráfrasis borgeana), las fichas están en fila hacia una expedición exótica al Medio Oriente.

Un Mundial surrealista en un Estado de artificio, en el preciso eje financiero que sostiene la espectacularización al mejor postor: los megamillonarios clubes históricos de Europa sostenidos por fondos árabes para que no se detenga la expansión comercial más allá de los ciclos y contraciclos mundiales. Pasan los jugadores, las guerras y las pandemias. Quedaron #Qatar2022 y -aunque nadie lo imaginara antes de la barrera del Covid- también Scaloni como DT titular de una de las selecciones más monetizables.

Ante el contexto delirante de un país con nula tradición futbolera y un Mundial corrido medio año para menguar la soporífera condición climática, Argentina se enfila dulce y ordenada, sin mayores sobresaltos, con resultados favorables, una clasificación cómoda y el recurso humano en armonía. No hay demasiados antecedentes similares.

Así las cosas, la península arábiga parece ser llamada a narrar la última gran función del futbolista que más veces jugó en la Selección. Una metonimia que marca el final de una época que tendrá a Qatar como mojón concluyente: más allá de la performance, no solo será el adiós de Messi, sino también de otros que lo empardan en edad, como el propio Di María o Nicolás Otamendi.

► Los Europibes

Atento a eso, Scaloni aprovechó la lista larga que la FIFA concedió para la última convocatoria por Eliminatorias y agregó a siete sub18 que no están la consideración del futbolero argento. Algunos los llamaron "Europibes" porque todos juegan en ese continente y, de hecho, dos nacieron en España: el volante Nico Paz, que juega en el Real Madrid, y el delantero Alejandro Garnacho, promesa del Manchester United, quien en una reciente entrevista remarcó con inconfundible acento de Castilla: "Como sabéis, nací en Madrid".

A ellos se suma Luka Romero, a quien el periodismo de baja tensión bautizó sin gran esmero como "el nuevo Messi" solo porque es corto de estatura, regatea como una pulga y le pega con la zurda. Y eso a pesar de que el nacido en Durango de México aclaró varias veces que reniega de esa odiosa comparación.

Los tres son hijos de argentinos o argentinas, por lo que cuentan con la posibilidad de elegir nacionalidad, tal como también podrán hacerlo los otros cuatro convocados: los hermanos Franco y Valentín Carboni, ambos en el Inter de Milán, Tiago Geralnik del Villarreal y el marplatense Matías Soulé, quien el año pasado debutó en el primer equipo de la Juventus y es, junto a Romero (formado en el Mallorca, pero hoy en la Lazio), el único que los Europibes que jugó en la Serie A.

La convocatoria de Scaloni escondió varios ardides. El primero fue ponerlos a disposición del debut de Javier Mascherano al frente de la Sub20 en un amistoso que Argentina jugó contra Estados Unidos en el predio de la AFA en Ezeiza al otro día del 3-0 de la mayor ante Venezuela.

En otro sentido, también sirvió para arrimarles el perfume de la celeste y blanca a muchachitos que ya fueron tentados por selecciones europeas, como el goleador Garnacho, que de hecho jugó el año pasado para la Sub19 española. La federación ibérica rezongó por esta maniobra, aunque sin mucho éxito: los siete Europibes accedieron al llamado de Scaloni, quien maniobró con astucia la legalidad que supone la fecha FIFA.

► Cuando solo quede un Lionel

Es que el Lionel más grande de la Scaloneta inició movimientos propios de quien advierte lo inminente: el postMessismo se asoma como algo simplemente posible, biológicamente inevitable. Una vez superada la escala qatarí, llegará el tiempo de la refundación y un nuevo orden ante la inevitable partida de varios de sus emblemas. Scaloni evidentemente está bien plantado y su mente ya piensa en 2023. Lo cual, además, deja entrever que por lo bajo existe cierto consenso en la AFA para prolongarle su contrato más allá de Qatar y su performance.

Con residencia en Mallorca, por primera vez Argentina tiene un técnico que vive en Europa. Los fanáticos de los slogan podrían decir que la Selección tiene un entrenador con soluciones europeas para problemas europeos. Ya nadie gasta tiempo en pensar como plan futuro un equipo B local, experimentos que intentaron desde el Coco Basile hasta Alejandro Sabella, todos con el mismo fracaso.

Hoy la salida parece estar en asimilar las nuevas dinámicas de un fútbol que ya no solo se lleva pibes cada vez más pibes: ahora, directamente, pueden nacer allá con sus padres argentinos. O, en el caso más usual, irse a edad alevín, como llaman en España a los sub12.

Un detalle que, encima, se da de jeta con una competencia doméstica completamente distorsionada: 26 equipos en la A y 37 en la Primera Nacional le quitan calidad a categorías que la misma AFA rompió y ahora busca reordenar. De momento, sin mucha esperanza.

El fútbol local no parece ser una vidriera tentadora, apenas se suma Julián Álvarez como fenómeno tardío del River de Gallardo. Una opción que empuja por su presente y su futuro inmediato en el Manchester City, pero también porque no aparecen goleadores indiscutibles más allá de Lautaro Martínez.

Todo lo demás es sostenido -salvo contadas excepciones- por las ligas de España e Italia, verdaderos insumos de esta Selección argentina que en un tramo de doce meses se expondrá a dos misiones igual de difíciles: armar un equipo para pelear en Qatar y pensar otro radicalmente distinto una vez que el Mundial sea parte del pasado.